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COPLAS DE DON JORGE MANRIQUE POR LA MUERTE DE SU PADRE


Enviado por   •  2 de Mayo de 2013  •  1.263 Palabras (6 Páginas)  •  710 Visitas

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COPLAS DE DON JORGE MANRIQUE POR LA MUERTE DE SU PADRE

I

Recuerde el alma dormida,

avive el seso e despierte

contemplando

cómo se passa la vida,

cómo se viene la muerte

tan callando;

cuán presto se va el plazer,

cómo, después de acordado,

da dolor;

cómo, a nuestro parescer,

cualquiere tiempo passado

fue mejor.

II

Pues si vemos lo presente

cómo en un punto s'es ido

e acabado,

si juzgamos sabiamente,

daremos lo non venido

por passado.

Non se engañe nadi, no,

pensando que ha de durar

lo que espera

más que duró lo que vio,

pues que todo ha de passar

por tal manera.

III

Nuestras vidas son los ríos

que van a dar en la mar,

qu'es el morir;

allí van los señoríos

derechos a se acabar

e consumir;

allí los ríos caudales,

allí los otros medianos

e más chicos,

allegados, son iguales

los que viven por sus manos

e los ricos.

INVOCACIÓN

IV

Dexo las invocaciones

de los famosos poetas

y oradores;

non curo de sus ficciones,

que traen yerbas secretas

sus sabores.

Aquél sólo m'encomiendo,

Aquél sólo invoco yo

de verdad,

que en este mundo viviendo,

el mundo non conoció

su deidad.

V

Este mundo es el camino

para el otro, qu'es morada

sin pesar;

mas cumple tener buen tino

para andar esta jornada

sin errar.

Partimos cuando nascemos,

andamos mientra vivimos,

e llegamos

al tiempo que feneçemos;

assí que cuando morimos,

descansamos.

VI

Este mundo bueno fue

si bien usásemos dél

como debemos,

porque, segund nuestra fe,

es para ganar aquél

que atendemos.

Aun aquel fijo de Dios

para sobirnos al cielo

descendió

a nescer acá entre nos,

y a vivir en este suelo

do murió.

VII

Si fuesse en nuestro poder

hazer la cara hermosa

corporal,

como podemos hazer

el alma tan glorïosa

angelical,

¡qué diligencia tan viva

toviéramos toda hora

e tan presta,

en componer la cativa,

dexándonos la señora

descompuesta!

VIII

Ved de cuán poco valor

son las cosas tras que andamos

y corremos,

que, en este mundo traidor,

aun primero que muramos

las perdemos.

Dellasdeshaze la edad,

dellas casos desastrados

que acaeçen,

dellas, por su calidad,

en los más altos estados

desfallescen.

IX

Dezidme: La hermosura,

la gentil frescura y tez

de la cara,

la color e la blancura,

cuando viene la vejez,

¿cuál se para?

Las mañas e ligereza

e la fuerça corporal

de juventud,

todo se torna graveza

cuando llega el arrabal

de senectud.

X

Pues la sangre de los godos,

y el linaje e la nobleza

tan crescida,

¡por cuántas vías e modos

se pierde su grand alteza

en esta vida!

Unos, por poco valer,

por cuán baxos e abatidos

que los tienen;

otros que, por non tener,

con oficios non debidos

se mantienen.

XI

Los estados e riqueza,

que nos dexen a deshora

¿quién lo duda?,

non les pidamos firmeza.

pues que son d'una señora;

que se muda,

que bienes son de Fortuna

que revuelven con su rueda

presurosa,

la cual non puede ser una

ni estar estable ni queda

en una cosa.

XII

Pero digo c'acompañen

e lleguen fasta la fuessa

con su dueño:

por esso non nos engañen,

pues se va la vida apriessa

como sueño,

e los deleites d'acá

son, en que nos deleitamos,

temporales,

e los tormentos d'allá,

que por ellos esperamos,

eternales.

XIII

Los plazeres e dulçores

desta vida trabajada

que tenemos,

non son sino corredores,

e la muerte, la çelada

en que caemos.

Non mirando a nuestro daño,

corremos a rienda suelta

sin parar;

desque vemos el engaño

y queremos dar la vuelta

no hay lugar.

XIV

Esos reyes poderosos

que vemos por escripturas

ya passadas

con casos tristes, llorosos,

fueron sus buenas venturas

trastornadas;

assí, que no hay cosa fuerte,

que a papas y emperadores

e perlados,

assí los trata la muerte

como a los pobres pastores

de ganados.

XV

Dexemos a los troyanos,

que sus males non los vimos,

ni sus glorias;

dexemos a los romanos,

aunque oímos e leímos

sus hestorias;

non curemos de saber

lo d'aquel siglo passado

qué fue d'ello;

vengamos a lo d'ayer,

que también es olvidado

como aquello.

XVI

¿Qué se hizo el rey don Joan?

Los infantes d'Aragón

¿qué se hizieron?

¿Qué fue de tanto galán,

qué de tanta invinción

como truxeron?

¿Fueron sino devaneos,

qué fueron sino verduras

de las eras,

las justas e los torneos,

paramentos, bordaduras

e çimeras?

XVII

¿Qué se hizieron las damas,

sus tocados e vestidos,

sus olores?

¿Qué se hizieron las llamas

de los fuegos encendidos

d'amadores?

¿Qué se hizo aquel trovar,

las músicas acordadas

que tañían?

¿Qué se hizo aquel dançar,

aquellas ropas chapadas

que traían?

XVIII

Pues el otro, su heredero

don Anrique, ¡qué poderes

alcançaba!

¡Cuánd blando, cuánd

...

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