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Gilberto Carreño, corresponsal del Servicio Informativo Iberoamericano de la OEI, Caracas, Venezuela.

El rescate del ser humano, mediante su incorporación a las distintas actividades artísticas y culturales, alcanza una connotación muy particular, especialmente cuando se refiere a personas que pagan condena en prisión por delitos cometidos contra la sociedad. Se trata de un trabajo duro por las condiciones en que suele realizarse, pero genera en quienes se ocupan de ello una gran satisfacción que es recompensada con el retorno del penitenciario a esa sociedad que en su momento lo condenó.

Tal es la filosofía que parece orientar al grupo de personas que desde el Consejo Nacional de la Cultura (Conac) se dedican a instruir a la población de cerca de 30 centros penitenciarios de Venezuela en distintas artes que, además de ofrecerle una ocupación al penado, le devuelve el deseo de desarrollar su creatividad y ofrecer ese arte a la sociedad contra la que antes atentó.

Daniella Inojosa, directora de Acción Cultural del Conac, es la persona sobre cuyos hombros recae la tarea de organizar todo lo concerniente a las distintas actividades programadas para incorporar a ellas a la población penal del país. En el corto tiempo de iniciada esta actividad, específicamente desde mayo de 1998, cuando fue firmado un convenio con el Ministerio de Justicia, se cuenta con la participación de 4 mil internos, con quienes se viene desarrollando una serie de talleres, especialmente en: artes visuales, pintura, artesanía, música (con instrumentos típicos del país como el cuatro y la mandola), canto popular y canto coral, danzas folclóricas, talla de madera y cerámica indígena, a través de una serie de eventos especiales, entre ellos, el montaje de eventos por medio de los cuales se vienen demostrando los resultados de esta acción, para lo cual se cuenta con una asignación otorgada por el Congreso de la República de apenas 100 millones de bolívares.

De acuerdo con la información proporcionada por Daniella Inojosa, los talleres fueron iniciados en julio de 1998 y hasta el presente han sido celebrados varios festivales penitenciarios de teatro, de artesanía y de canto. Hay una experiencia previa en cuanto a la realización de la Primera Feria Artesanal Penitenciaria, realizada en 1997 por iniciativa de la Dirección Nacional de Artesanía del Conac, con recursos propios de la institución.

El desarrollo de esta programación no ha resultado tarea del todo fácil, según nos cuenta Daniella, por las características de algunos penales del país donde no se cuenta con la logística ni con las condiciones, especialmente de espacio y ambiente, apropiadas para dictar los talleres. Muchos de ellos deben dictarse inclusive dentro de los propios pabellones.

Un aspecto importante de esta actividad es que, según lo revela Daniella, la participación

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