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Cuento El Valiente Leo


Enviado por   •  7 de Marzo de 2015  •  2.580 Palabras (11 Páginas)  •  243 Visitas

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Leo el valiente y su aventura en la luna

E

sta es la historia de un niño como tantos. Vivía con una familia muy unida y que lo quería mucho. Era de aspecto normal, inquieto, se caracterizaba por ser lo más feliz que podía y siempre que observaba el cielo, soñaba despierto que tal vez algún día pudiera convertir su sueño en realidad y poder viajar a la luna. Pero, conozcamos más de cerca a Leo, nuestro pequeño aventurero, y veamos como realizó lo que ningún niño hasta la fecha ha logrado.

-Algún día podré viajar a la luna. Pero, ¿Cuánto tiempo me llevará esta travesía? ¿Qué tipo de ropa tendré que llevar en mi maleta, pues no sé si en la luna hace calor o frío? ¿Y qué pasará con mis clases, pues no quiero atrasarme en mis estudios? Eran tanta la ilusión que Leo, una vez que cumplía con sus deberes en la casa y terminaba sus tareas escolares, realizaba ese ansiado viaje, una y otra vez, al menos en su imaginación.

Su mamá lo apoyaba en sus grandes aventuras. Pues así como viajaba al espacio, en ocasiones recorría las selvas tropicales, o se sumergía en las profundidades del mar. En cierta ocasión, la mamá de Leo se encontraba realizando los quehaceres del hogar cuando llegó Leo emocionado y exclamando con fuerte voz: – Mamá, cuando realice mi viaje al espacio, ¿puedes acompañarme para recorrer juntos la luna y los grandes planetas y estrellas que nos esperan en lo infinito del cielo? –Por supuesto, mi gran explorador, contestó su mamá, –aunque habrá aventuras en las que tus sueños y esas grandes ganas de salir adelante, serán tus mejores compañeros.

Una noche Leo se quedó mirando detenidamente las estrellas del cielo. Se llenaba de emoción pensando que tal vez en alguna de ellas pudiera encontrarse un niño, parecido a él, haciendo exactamente lo mismo. En el firmamento había unas estrellas bailarinas que parecía que se envolvían en brillantes colores y giraban felices repartiendo destellos. Había otras muy quietas y de una luz brillante. Eran planetas. Y el valiente Leo, que en sus clases era muy atento y responsable, sabía que esos planetas se encontraban a grandes distancias y en ambientes difíciles para la vida humana. Sin embargo, entre mayores eran las dificultades, más eran las ganas que Leo tenía en recorrer el espacio, especialmente la luna, que parecía tan cercana y llena de grandes aventuras.

El papá de Leo compartía sus sueños y lo motivaba a luchar por ellos. –Nunca dejes de soñar, le decía, –pues no sabes cuándo uno de esos

sueños se convierta en realidad. Cada vez que su papá lo animaba y le demostraba su confianza, Leo se sentía como el más valiente de los exploradores, como el más grande de los viajeros del espacio, como un pequeño gran héroe que sabía que nada era imposible si luchaba por ello.

–Baja a cenar, Leo -le dijo su mamá con una dulce voz. Leo se encontraba acostado sobre el techo de su casa, observando impactado en medio de una pacífica noche, la luna llena que iluminaba con brillante resplandor todas las casas cercanas a la suya. Pero, inesperadamente, algo sucedió, pues cuando Leo quiso ponerse de pie para bajar a cenar con sus papás, se encontraba ya a varios metros sobre su casa y se elevaba con singulares movimientos como si corriera persiguiendo el mayor de sus sueños. Cada vez veía su casa más lejana y pudo observar también su escuela, la parroquia a la que cada domingo asistían, el parque que solían visitar por las tardes, la casa de sus abuelos y algunos otros lugares, cada vez más retirados y pequeños.

En ningún momento sintió miedo. Recordaba las palabras de sus padres y se llenaba de valor y de alegría, pues sabía que algo grande habría de pasar al ser el primer niño que viajaba al espacio. Le preocupaba el tiempo que pudiera durar su aventura, pues no quería verse afectado en sus clases, pero le llenaba de emoción el poder contar a sus compañeros y a su querida maestra, sus hazañas y el recorrido fantástico que había emprendido por los misterios del espacio exterior.

Leo seguía avanzando, esquivando los asteroides y estrellas fugaces que a su paso encontraba. Para él era un divertido juego, y para este momento, la tierra se veía como el pequeño dibujo que tantas veces había visto en sus libros. Lleno de luces y rodeado en su mayoría por agua, por esos mares que disfrutaba recorrer y navegar, en sus grandes sueños como el que hoy realizaba. En este momento, Leo tuvo que tomar una difícil decisión, pues habría que elegir entre visitar algunos lejanos y desconocidos planetas, que tal vez serían difíciles de recorrer, o visitar la luna y caminar entre sus cráteres y correr por sus grandes desiertos, brincar y agitar sus brazos esperando que tal vez sus papás pudieran observarlo desde casa.

–¡Qué decisión tan difícil!, pensó el pequeño Leo. Sin embargo, sabía que no se arrepentiría de lo que habría de elegir. –¡Ya sé!, exclamó lleno de emoción. –Iré a la luna y escribiré mi nombre en letras grandes para poderlo observar en las tranquilas noches desde mi ventana. Y tomó su camino hacia la brillante luna que parecía tan cercana ya. –En cuánto llegue comprobaré lo que tantas veces he escuchado acerca de que la luna es de queso, o que hay grandes montañas de gelatina, o tal vez buscaré a ver si hay algún tipo de vida extraterrestre… Era tanta la inquietud de Leo, que el camino cada vez se hacía más corto.

¡Por fin! Nuestro valiente aventurero llegó a su anhelado destino. Se encontraba ya nuestro pequeño héroe en la gran y misteriosa luna que tantas y tantas veces había observado por largo tiempo. Era su gran sueño ahora una realidad mágica y no esperaba otra cosa sino disfrutar su estancia en tan increíble lugar. Caminó por largo tiempo recorriendo los grandes desiertos y rodeando los cráteres que componen la superficie lunar. De vez en cuando juntaba alguna extraña piedra y la guardaba en sus bolsillos para regalarla a sus padres, o tal vez mostrarla en clase a sus compañeros. El lugar era hasta el momento misterioso, pero a la vez lleno de posibles aventuras. Aunque Leo sabía que lo mejor estaba por venir.

–¿Qué fue eso?, exclamó Leo con cierto nerviosismo. Detrás de una de las blancas montañas lunares le parecía había visto algo moverse. Recogió de la superficie una roca con el fin de defenderse y caminó hacia la montaña donde había visto algo extraño. –Debe ser cosa de mi imaginación. Nunca se ha oído que alguien habite este inhóspito lugar. Tal vez sólo este cansado por el viaje, decía Leo tratando de hallar una explicación, más continuaba su camino hacia esa montaña de gran tamaño. Estaba ya por llegar cuando nuevamente vio el extraño movimiento, que en esta ocasión le pareció haber visto además algo color amarillo

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