Cumbre Johanesburgo
Enviado por • 7 de Marzo de 2014 • 3.301 Palabras (14 Páginas) • 204 Visitas
Balance de la Cumbre de Johanesburgo
José Santamarta
Iniicativa Socialista, nº 66, otoño 2002. José Santamarta Flórez es director de World Watch. Fue representante de las ONG en las dos cumbres anteriores, Nairobi (1982) y Río (1992). correo electrónico: worldwatch@nodo50.org, web http://www.nodo50.org/worldwatch
Treinta años después de la Conferencia de Estocolmo, y diez después de la de Río, Johanesburgo se quedó en meras declaraciones retóricas. Los acuerdos de la Cumbre de Johanesburgo se reducen a una Declaración Política y a un Plan de Acción, llenas de buenas intenciones sobre la reducción del número de personas en el mundo que no tienen acceso al agua potable, la biodiversidad y los recursos pesqueros, y sin objetivos para promover las energías renovables. Los documentos aprobados en la Cumbre no contienen compromisos concretos, ni fondos nuevos y adicionales, por lo que puede hablarse de fracaso. El hecho más positivo es el anuncio de la ratificación del Protocolo de Kioto por varios países, por lo que éste finalmente podrá ser ratificado, dejando aún más aislado a Estados Unidos.
Los abucheos a Colin Powell, dirigidos realmente contra el gran ausente, George W. Bush, identificaron claramente al verdadero culpable del fracaso de la Cumbre de la Tierra de Johanesburgo. El Gobierno de George W. Bush se ha negado a ratificar el Protocolo de Kioto y el Convenio de Biodiversidad, dedica apenas el 0,10% de su PIB a la ayuda oficial al desarrollo (en su casi totalidad armas para Israel y Colombia), no cumple sus compromisos financieros con la ONU y ha tratado de debilitarla una y otra vez. Desde el primer momento la Administración de George W. Bush trató por todos los medios de hacer fracasar la Cumbre de Johanesburgo, y dado el enorme poder de la única superpotencia, los resultados están a la vista. En este contexto la Unión Europea no ha podido y/o querido asumir el liderazgo necesario.
Del fracaso de Johanesburgo nadie debe alegrarse, aunque era de esperar. Los grandes problemas de hoy no son ni el terrorismo ni Sadam Husein. Son la brutal degradación del medio ambiente y las enormes desigualdades mundiales. Johanesburgo debería haber servido para paliarlas algo. Pero el mundo no se acaba con este fracaso, que debe servir de aliciente para sentar las bases de aquellas políticas que realmente supongan avances en la erradicación de la pobreza, la disminución de las desigualdades y el freno de la degradación ambiental.
No basta con quejarse por los malos resultados. Las Conferencias como las de Johanesburgo plasman una determinada correlación de fuerzas en un momento dado. Lo que hay que hacer es cambiar esa correlación, y en las próximas cumbres los resultados serán otros.
De Río a Johanesburgo
La Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, que se celebró en Johanesburgo (Suráfrica) entre el 26 de agosto y el 4 de septiembre, reunió a dirigentes mundiales, activistas y representantes de empresas, 10 años después de Río.
La Conferencia sobre Medio Ambiente y Desarrollo que se celebró en Río del 3 al 14 de junio de 1992, como Johannesburgo, llegó demasiado tarde como para impedir los problemas que pretendía resolver, ignorando el principio de precaución, pero demasiado pronto como para alcanzar acuerdos satisfactorios, a pesar de dos largos años de negociaciones. Río-92 se celebró veinte años después de la Conferencia de Estocolmo de 1972. Treinta años después de Estocolmo y 10 de Río, los problemas sociales y ambientales, lejos de solucionarse, se han agravado. La población supera los 6.200 millones de habitantes, el doble que en 1972, y hoy 800 millones de personas viven en la extrema pobreza. Las proyecciones muestran que la población mundial llegará a los 8.000 millones de habitantes para 2025 y a los 9.300 millones de habitantes para 2050, para estabilizarse en los 12.000 millones de personas a finales del siglo XXI.
El 15% de la población mundial vive en países de altos ingresos y a ella corresponde el 56% de todo el consumo del mundo, mientras que al 40% más pobre de la población mundial, que vive en países en desarrollo, corresponde únicamente el 11% del consumo. El promedio de gastos de consumo de una familia africana se ha reducido en un 20% en comparación con 25 años atrás.
La tasa de pobreza general en los países en desarrollo, basada en un umbral de pobreza de 1 dólar de ingresos al día, se redujo del 29% en 1990 al 23% en 1998. El número total de personas que viven en la pobreza por ingresos se redujo sólo de cerca de 1.300 millones a 1.200 millones. Hay 815 millones de personas desnutridas en el mundo, y 777 millones de ellas viven en los países en desarrollo. Las cifras están reduciéndose en Asia, pero aumentan en África.
Cada año se pierden 14,6 millones de hectáreas de bosques y miles de especies, reduciendo y erosionando irreversiblemente la diversidad biológica. La capa de ozono, a pesar del Protocolo de Montreal, no se recuperará hasta mediados del siglo XXI. El dióxido de carbono presente en la atmósfera (370 partes por millón) se ha incrementado en un 32% respecto al siglo XIX, alcanzando las mayores concentraciones en los últimos 20 millones de años, y hoy añadimos anualmente a la atmósfera más de 23.000 millones de toneladas de CO2, acelerando el cambio climático. Se prevé que las emisiones de dióxido de carbono aumenten en un 75% entre 1997 y 2020. Cada año emitimos cerca de 100 millones de toneladas de dióxido de azufre, 70 millones de óxidos de nitrógeno, 200 millones de monóxido de carbono y 60 millones de partículas en suspensión, agravando los problemas causados por las lluvias ácidas, el ozono troposférico y la contaminación atmosférica local.
El accidente de Chernóbil, la proliferación nuclear y la acumulación de residuos radiactivos, son ejemplos de los riesgos de la energía nuclear. El posible conflicto entre dos potencias nucleares, como India y Pakistán, por Cachemira, o de Oriente Próximo, donde Israel posee cerca de 100 bombas atómicas, son ejemplos de que aún no ha desaparecido la amenaza nuclear.
El consumo mundial de energía supera los 9.000 millones de toneladas equivalentes de petróleo, y más de 680 millones de vehículos, la mayoría en el Norte, circulan por costosas infraestructuras. Mientras cerca de dos mil millones de personas carecen de electricidad. La dependencia del petróleo es la causa última de la guerra que viene, la de EE.UU. contra Irak.
La pesca excesiva, el sobrepastoreo, el consumo de leña, el empleo de plaguicidas y abonos, la contaminación, la producción de residuos y el crecimiento de las áreas metropolitanas, destruyen los recursos a un ritmo nunca conocido. Los cultivos transgénicos, inexistentes en 1992, hoy superan los 45 millones de hectáreas,
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