De La Sociedad En Riesgo A La Sociedad Sustentable
pukissan3 de Junio de 2015
4.852 Palabras (20 Páginas)786 Visitas
Unidad II. De la Sociedad en riesgo a la Sociedad Sustentable
1.1 De la sociedad del riesgo a la sociedad sustentable
El paraíso que ofrecía la civilización industrial es hoy una realidad reducida a un número limitado de seres humanos. Las tendencias del mundo globalizado han echado por tierra la promesa de un mundo mejor, con más progreso, justicia y seguridad para todos los miembros de la especie humana. La utopía industrial se encuentra hoy seriamente cuestionada pues ni el mercado ni la tecnología, ni la ciencia en su versión dominante, han sido capa- ces de ofrecer a los seres humanos las condiciones de bienestar y calidad de vida previamente vislumbrados. Por lo contrario, cada vez aparece más nítida la imagen de un mundo donde la injusticia, la incertidumbre y el riesgo se han vuelto comunes. Para los millones de seres humanos marginados de los beneficios del modo industrial, la sociedad del riesgo aparece como falta de oportunidades para sobrevivir en un mundo sumamente peligroso. Carentes de alimentos suficientes y sanos, agua potable, viviendas, medicamentos oportunos y disponibles, información, educación y cultura, y oportunidades de trabajo digno y bien remunerado, los “condenados de la tierra” deben enfrentarse a un mundo lleno de riesgos y amenazas que reducen drásticamente sus expectativas de vida y los reducen a un estado enajenante de elemental supervivencia. Por otro lado, a los beneficiarios de la civilización industrial, el modo de vida moderno los enfrenta a un mundo que no por dotarles de suficientes satisfactores materiales les garantiza una vida plena y segura. Obligados a la competencia individualista, a la cotidianidad marcada por los ritmos de la maquinaria industrial, a la satisfacción mediante el consumo compulsivo, a la “vida instantánea”, los ciudadanos modernos también se enfrentan a un mundo inseguro: deterioro de la unidad familiar, ciudades peligrosas, alimentos inseguros, medicamentos riesgosos, patología individual y colectiva y, últimamente, terrorismo civil y de estado (Fukuyama, 1999). Finalmente, sobre todos los miembros de la especie humana se cierne cada vez de manera más tangible, el espectro del riesgo ecológico. En los últimos veinte años se ha pasado de catástrofes puntuales de carácter local, a eventos regionales sin consecuencias expansivas, a accidentes y eventos localizados regionalmente pero con consecuencias más allá de su área de origen, hasta eventos de dimensión claramente global. Además, en los últimos años se acumularon suficientes evidencias que demuestran la existencia de fenómenos no registrados anteriormente tales como el in- cremento en el número e intensidad de los ciclones, la producción de gases contaminantes de la atmósfera derivados de las quemas agrícolas, pecuarias y forestales, y el registro de 1997 y 1998 como los años más calientes de la historia reciente. Destacan también los acontecimientos que revelan cómo los seres huma- nos perdieron el control a escala global sobre dos elementos naturales: el fuego (los incendios forestales de 1997 y 1998) y el agua (las inundaciones de Europa central y Asia en 2002). Y sin embargo este mundo de riesgos, encuentra por fortuna su contraparte y su contracorriente en nuevos y esperanzadores movimientos sociales, proyectos locales y regionales, redes de comunicación y organización, solidaridades con el universo natural, retornos a la apreciación profunda por la vida, y nuevas maneras de elaborar, transmitir y aplicar el conocimiento científico. Frente a la sociedad del riesgo los ciudadanos del mundo echan mano de tres recursos que aún permanecen inviolados por el avance de la industrialización: su alianza con la naturaleza, es decir el uso conservacionista del mundo vivo y el aprovechamiento respetuoso de los procesos orgánicos, que son locales, baratos y seguros; la recuperación del recuerdo, en donde la espiritualidad aparece como el elemento de salvación frente al mundo materia- lista, individualista y mercantilizado, y la disponibilidad de un conocimiento que despojado de sus atributos normales se vuelve una suerte de “ciencia de y para los pueblos.” Esta trilogía de la esperanza: lo ecológico, lo espiritual y nuevas formas de crear y utilizar el conocimiento derivan, a su vez, en la construcción teórica y práctica de una nueva utopía que hoy alcanzamos a vislumbrar bajo el término de sociedad sustentable. Aunque el concepto de desarrollo sustentable o sostenible, hoy se ha vuelto un término utilizado de manera indiscriminada y oportunista por innumerables sectores sociales (desde gobiernos, bancos y corporaciones hasta empresas, centros académicos y organismos diversos) existe una definición legítima hecha implícita en los movimientos sociales que es necesario rescatar. En efecto, las prácticas y experiencias de numerosos movimientos ciudadanos en todo el mundo encierran elementos para confeccionar una versión legítima, profunda, crítica y socialmente adecuada del desarrollo sustentable. Las siguientes secciones están dedicadas a ofrecer un conjunto de principios que aparecen como los elementos clave para visualizar una sociedad sustentable.
LA CONCIENCIA DE ESPECIE
Para vivir como humanos los hombres y las mujeres necesitan establecer ciertos consensos, coordinar ciertas acciones, refrenar ciertas prácticas y construir expectativas y proyectos colectivos. Se necesita un punto de referencia para la totalidad de los seres humanos, habitantes del mismo planeta, que ahora se descubren como especie, interdependientes, habitantes de una misma casa y con un destino común.
(Leonardo Boff (2001:25)
Desde nuestra perspectiva, ese marco de referencia proviene de lo que hemos denominado la “conciencia de especie” (Toledo, 1992), un rasgo que aparece de manera recurrente en los militantes de los nuevos movimientos sociales. Bajo la conciencia de especie ya no sólo se pertenece a una familia, a un linaje, a una comunidad, a una cultura, a una nación, o a una cofradía religiosa o política.
LA TOPOCONCIENCIA: La topoconciencia permite al individuo incorporarse, es decir, tomar conciencia de su propio cuerpo y de su ubicación en el espacio. En realidad se trata de un acto extraño para la modernidad industrial, por el cual el ser humano encuentra lo que M. Berman (1992) ha llamado el anclaje somático. La ausencia de este reconocerse como entidad biológica es, según M. Berman, la causa principal de las ideologías. La somatización de la vida humana es uno de los componentes de los individuos que han adquirido ya una conciencia de especie. A diferencia de las épocas pre modernas, hoy la información proveniente de los avances científicos y tecnológicos contemporáneos brindan al individuo la oportunidad de construir una visión integral por las diferentes es- calas del espacio, una visión que va del propio cuerpo al cuerpo del planeta, y que reconoce y recorre a la casa o el hogar, a la comunidad o al barrio, a la región o el municipio, a la nación, como ámbitos de extensión de su propio cuerpo (Boada y Toledo, 2003). La topoconciencia dota al ser humano de una visión integral del espacio, desde su propio cuerpo hasta la dimensión planetaria, y le permite recorrer las diferentes escalas reconociendo la existencia de diferentes procesos y su conexión entre ellos. Todo lo que existe se encuentra por lo tanto interconectado, y cada acción de diferente escala incide en las acciones de las otras escalas y viceversa. Lo local no está por lo tanto aislado de lo global, de la misma manera que lo (bio-) regional afecta lo individual y viceversa
LA CRONOCONCIENCIA: La modernidad conforma una época donde los individuos tienden a ser mutilados en su capacidad para percibir el tiempo como proceso histórico. Lo “instantáneo” reemplaza a la historia. La conciencia de especie implica también la recuperación de la visión evolutiva, es decir la restauración de la capacidad para recordar, para percibir el tiempo en toda su profundidad. Ello le permite ubicarse como parte de los distintos procesos históricos. Esta conciencia integral del tiempo, es decir del pasado, le per- mite relativizar los fenómenos del presente incluyendo su propia actuación o comportamiento. Ello le dota de una conciencia de los ritmos de los diferentes procesos y de la importancia relativa del presente. La comprensión de los fenómenos de cambio en sus diferentes escalas lo induce, en fin, a construir el futuro desde una perspectiva que ubica lo individual, lo familiar y lo humano en el torrente de la evolución biológica, geológica y finalmente cósmica.
UNA ÉTICA PLANETARIA POR LA SUPERVIVENCIA: La conciencia de especie no sólo permite recobrar una percepción original del ser humano, hoy casi olvidada o suprimida en la realidad industrial: la de su pertenencia (y por consiguiente su identificación) con el mundo de la naturaleza. También lo conduce a restablecer un comportamiento solidario con sus semejantes vivientes (humanos y no humanos) y no vivos y a edificar una ética de la supervivencia basada en la cooperación, la comunicación y la comprensión de una realidad compleja. Frente al individualismo y el narcisismo auspiciado por la civilización industrial, materialista y mercantilista, basada en una comprensión simplista del mundo (derivada de los modelos reduccionistas y mecanicistas que hoy dominan la ciencia contemporánea), la conciencia de especie opone una visión que fomenta un cambio radical en los sistemas de valores y en los estilos de vida de los individuos, las familias y los conglomerados humanos. Se trata entonces de trascender los esquemas individualistas basa- dos en la satisfacción egoísta y el consumismo de lo material, para asumir comportamientos dirigidos a la reorganización de la sociedad. En ello juega un papel central la resolución
...