Delincuencia En La Adolescencia Y Vulnerabilidad Social
clauroaro13 de Septiembre de 2012
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Violencia Social y Vulnerabilidad Juvenil
René Jiménez Ornelas[i]
En todo momento y lugar la violencia se puede hacer presente. Es innegable y muy desconcertante el incremento de la violencia en nuestros días, las actividades cotidianas están permeadas de preocupación: robos, peleas, asaltos bancarios, asesinatos, secuestros, todo lo que atenta contra la seguridad y la vida. Escenario de entrada nada optimista, pero que a la vez se ha convertido en el motor que impulsa y convoca a su análisis y estudio, de esta manera los temas de violencia, el estudio de la víctima y la delincuencia, se vuelven fundamentales para la comprensión del fenómeno, adquiriendo hoy una gran relevancia.
La violencia es, cada vez más, un fenómeno social que afecta a los gobiernos y poblaciones, tanto global como localmente, en público o en privado. Su concepto está en constante mutación, una vez que varias actitudes y comportamientos pasaran a ser considerados como formas de violencia, así encontramos que la violencia ha sido observada y estudiada por biólogos, psiquiatras, fisiólogos, antropólogos, sociólogos, etc.
Estos diversos campos de reflexión dimensionan las enormes dificultades que tiene el estudio de la violencia. Lo que podemos establecer es que la violencia actual se nutre de factores históricos, demográficos, psicológicos, económicos, genéticos, sociales entre otros, por ello es fundamental definir el concepto de violencia que se retoma en este trabajo, aclarar el campo conceptual, es decir, ¿qué entendemos por violencia?: La violencia es toda acción u omisión que mediante el empleo deliberado de la fuerza, ya sea física o emocional, logre o tenga el propósito de someter, causar daño u obligar a un sujeto a efectuar algo en contra de su voluntad. Se ha definido un tipo particular de violencia, denominada violencia socioeconómica, y que se manifiesta específicamente como delincuencia y criminalidad, fenómenos que se han convertido en una autentica preocupación para la sociedad, por el incremento constante que han presentado durante los últimos años y cuya presencia se puede percibir en todos los ámbitos sociales.
Debido a la generalización del fenómeno de la violencia no existen grupos sociales protegidos, o sea, la violencia no se restringe a determinados límites sociales, raciales, económicos y/o geográficos, sino que la violencia puede acentuarse por género, edad, etnia, y clase social, independientemente si se es víctima o victimario; es decir la violencia no responde a modas, sino a una realidad específica, un ejemplo indiscutible lo constituye el grupo de jóvenes entre los 16 y 25 años.
La violencia teniendo a los jóvenes como víctimas o victimarios está íntimamente vinculada a la condición de vulnerabilidad social de estos individuos. La vulnerabilidad social es tratada aquí como el resultado negativo de la relación entre la disponibilidad de los recursos materiales o simbólicos de los actores, sean individuos o grupos, y el acceso a la estructura de oportunidades sociales, económicas, culturales que provienen del Estado, del mercado y de la sociedad.
Este resultado se traduce en debilidades o desventajas para el desempeño y movilidad social de los jóvenes. El no acceso a determinados insumos (educación, trabajo, salud, ocio y cultura) disminuyen las posibilidades de adquisición y perfeccionamiento de esos recursos que son fundamentales para que los jóvenes aprovechen las oportunidades ofrecidas por el estado, mercado y sociedad para ascender socialmente. Además, diversas modalidades de separación de los espacios públicos de sociabilidad y la segmentación de servicios básicos (en especial la educación) concurren para ampliar la situación de desigualdades sociales y la segregación de muchos jóvenes.
La situación de vulnerabilidad aliada a las turbulentas condiciones socioeconómicas de muchos países latinoamericanos ocasiona una gran tensión entre los jóvenes que agravan directamente los procesos de integración social, y de algunas situaciones, fomentan el aumento de la violencia y la criminalidad.
Por otro lado influyen, también, los impactos desintegradores de un modelo de crecimiento económico a nivel global y nacional, que ha reforzado la polarización del ingreso y la riqueza entre países y personas generando pobreza, exclusión y menor bienestar; particularmente para las jóvenes generaciones.
Resáltese que la violencia, aunque en muchos casos, esté asociada a la pobreza, no es su consecuencia directa, pero si de la forma como las desigualdades sociales, -la negación del derecho al acceso de bienes y equipos de entretenimiento, deporte, cultura -, operan en las especificidades de cada grupo social desencadenando comportamientos violentos.
Tomando en cuenta que los recursos a disposición del Estado y del mercado son insuficientes para promover por sí solos la superación de la vulnerabilidad y de sus consecuencias, y en particular de la violencia, se defiende el fortalecimiento del capital social intergrupal, por medio del aumento de la participación y valoración de las formas de organización y expresión del joven, como estrategia de acción para involucrar a la sociedad y a sus recursos en la búsqueda de soluciones para el problema.
A partir de la asociación de la vulnerabilidad con la desigualdad social y la segregación juvenil, se ha conseguido definir escenarios de la compleja relación juventud y violencia. Esta relación es percibida como el producto de dinámicas sociales, pautadas por desigualdades de oportunidades, segregaciones, una inserción deficiente en la educación y en el mercado de trabajo, de ausencia de oportunidades de entretenimiento, formación ética y cultural en valores de solidaridad y de cultura de paz y de distanciamiento de los modelos que vinculan esfuerzos y éxito. Por otra parte la desconfianza, el miedo y el odio racial y religioso o la intolerancia ante las diferentes culturas y estilos de vida, levantan en todas partes murallas, debilitando todo vínculo.
De esta forma, la violencia no es un dato inexplicable ni la expresión de comportamientos individuales que de manera aleatoria se relacionan; sino parte de una cultura de resolución de conflictos familiares, sociales, económicos o políticos, exaltados por los medios masivos de comunicación y refrendada por una serie de externalidades sociales que exaltan la supremacía de los más fuertes sobre los más débiles.
En consecuencia, muchos jóvenes quedan relegados a las influencias que nacen de su interacción cotidiana en las calles con otros jóvenes que comparten las mismas carencias.
En relación más directa con la crisis de las instituciones sociales y de orientación normativa, la violencia se ha prestado para muchos jóvenes como un eficiente mecanismo de resolución de conflictos y obtención de recursos. La experiencia de procesos de exclusión y desigualdades sociales, además de generar privaciones materiales, fomenta entre los individuos sentimientos de desilusión y frustración, contribuyendo a la erosión de los lazos de solidaridad. En este contexto, las frágiles redes de cohesión social colaboran para una integración malévola de los jóvenes a espacios restrictos tales como bandas de tráfico de drogas y de armas, pandillas, etc. Esos factores se asocian también a la violencia porque contribuyen a una mayor incidencia de violencia doméstica y violencia contra los niños y adolescentes.
Estudios recientes (Pinheiro, 19993, Gutiérrez, 1978, citado en Abramavay et al, 2002), comprueban que adolescentes víctimas de violencia en la infancia poseen una mayor posibilidad de transformarse en agentes de violencia en el futuro.
Entre las diferentes formas de violencia, que actúan entre los habitantes de las grandes ciudades, inciden factores individuales, familiares, sociales y culturales que afectan a la conducta doméstica y social. Conviene examinar la violencia a partir de un enfoque multicausal con la finalidad de identificar los factores que producen o están asociados a la violencia. En este sentido, es necesario alertar sobre la importancia fundamental de las políticas públicas (universales y específicas), destinadas a los jóvenes.
Todas estas consideraciones nos llevan a introducirnos más en la delincuencia relacionada con los jóvenes y aunado a ello dentro de las características que posee la relación víctima-victimario, una parte fundamental de las manifestaciones de la violencia es el contacto con la percepción de los jóvenes sobre su seguridad.
Delincuencia Juvenil.
El inusitado crecimiento de la delincuencia y de la violencia juvenil tiene sus raíces en la desintegración familiar, las dificultades económicas, el consumo de drogas, y sobre todo, en la falta de atención de los padres.
La situación es grave porque se trata de un problema de falta de oportunidades. Muchas familias no cuentan con recursos para satisfacer sus necesidades inmediatas y tratan de remediar sus problemas delinquiendo.
Especialistas de atención a los jóvenes coinciden en que la principal causa que explica ese inquietante fenómeno social tiene que ver con el descenso de la calidad de vida de los mexicanos, particularmente de la juventud.
Entre las causas detonadoras de la conducta infractora sobresalen las siguientes:
• Individuales: problemas emocionales, baja autoestima, poca tolerancia a la frustración, estados depresivos, agresividad, sentimientos de soledad, deseos de experimentar sensaciones fuertes (competencia y aceptación), incapacidad para expresar sentimientos; hipersensibilidad, incapacidad para manejar la presión y difícil temperamento.
• En la parte física y mental: inhibición social, dificultad
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