EL ABUELO Y EL NIETO (cuento)
Enviado por pauly0585 • 27 de Octubre de 2013 • 745 Palabras (3 Páginas) • 289 Visitas
EL ABUELO Y EL NIETO (cuento)
Le dijo el niño a su abuelo
- Abuelito, abuelito, ¿qué es la vida?
El abuelo le miró con ojos tiernos, le alborotó el pelo, le sonrió desde el fondo de su corazón, y le dijo:
- Mira Fernando, para unos, la vida es como esta hoja que ves en el suelo. Ahora todavía está verde y preciosa, pero en su interior ya está marchita, está muerta. Por mucho que quiera vivir, ya es tarde para ella. Y poco a poco irá languideciendo más y más hasta convertirse en polvo. Esa hoja, no obstante, pasó por otras fases. Creció fuerte y sana, sin miedo a lo que se iba a encontrar ahí fuera. Nació en forma de brote. Verde, fuerte, joven. Atrevida. Incluso insolente. Después de unos primeros días, explotó, y comenzó a crecer a lo ancho, a expandirse más y más. Tanto cuanto pudo. Y entonces descubrió que algo pasaba. El viento y el agua, que hasta entonces le habían divertido y refrescado, comenzaron a molestarle. A complicarle la existencia. Ahora, con su nueva envergadura de hoja y su mayor superficie, el viento la zarandeaba de un lado a otro, y el tallo estaba constantemente trabajando para mantener el equilibrio. Cuando llovía, tanta era su superficie, que el agua se acumulaba, y de nuevo el tallo tenía que soportar un peso mayor que aquel para el que estaba preparado. Y llegaron las nieves y las heladas, y el tallo, cansado de tanto bregar contra la adversidad, desistió en su lucha por conseguir el equilibrio, se despegó del árbol y cayó al suelo.
Pues así es la vida, querido Fernando. Nacemos con fuerza, brío e ímpetu, y disfrutamos de todo lo que nos ocurre, ajenos a los problemas. Todo tiene solución, todo es relativo, y cada momento es maravilloso. Pasamos de niños a adolescentes y comienzan nuestros primeros problemas. Lo que antes nos encajaba, ahora deja de hacerlo. Nuestros padres ya no son tan maravillosos, el colegio es un castigo y los cambios de crecimiento ahora son molestos y no los entendemos.
Y seguimos creciendo. Y llega un momento en que no sabemos qué hacer con nosotros mismos, pero ahí seguimos. Seguimos luchando, y hacemos muchas cosas, por el simple hecho de que hay que hacerlas, sin cuestionarnos nada más. Y así seguimos hasta que llega un momento en el que no podemos más y nos dejamos llevar. Y aunque aparentemente estemos vivos, porque respiramos, estamos muertos, como esta hoja de árbol que tengo entre las manos. Sin esperanza, recordando tiempos pasados y arrepintiéndonos de lo que hicimos, y, especialmente, de lo no hicimos, generalmente por el miedo al qué dirán, y especialmente, por no llevar la contraria a alguno de nuestros seres queridos.
Pero hay otra forma de vivir, querido nieto, porque, afortunadamente no somos hojas de árbol. Y después de crecer y disfrutar como niños, y sufrir con los cambios de la adolescencia, y salir del túnel de nuestros primeros
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