EL DELITO Y DERECHOS HUMANOS

El estudio del discurso de los derechos humanos se ha llevado a cabo desde diferentes perspectivas. La más convencional se aborda desde una perspectiva cronológica, la cual comprende cuatro diferentes etapas, desde el establecimiento de derechos y libertades individuales en 1789 hasta la actualidad. Desde esta tipología se asume sin cuestionar dicha cronología y redunda en implicaciones políticas y prácticas, de tal forma que la del discurso de los derechos humanos aparece como un continuum de progreso donde cada nueva etapa es mejor que las anteriores. Se dejan de lado las relaciones de poder inmersas en el discurso de los derechos humanos y se propicia que, lejos de ser un vehículo de protección para los individuos, se convierta en un instrumento legal para su dominación por parte del Estado.

Una clasificación alternativa para el análisis del discurso de los derechos humanos es dividirlo de acuerdo con el tipo de contenido y prácticas presentes en el discurso. De acuerdo con ella, existen cuando menos siete tipos: diplomático, legalista, político-filosófico, intervencionista, de monitoreo o vigilancia, científico social, y educacional (ver Tabla 1). En México, se han utilizado principalmente el diplomático, el legalista y el intervencionista.

El primero de ellos, el diplomático, está basado en un compromiso de trabajar por la promoción y la defensa de los derechos humanos partiendo de una comunicación y un conocimiento racional. Los vehículos utilizados en este proceso son conocidos como comisiones, comisionados, reportes y observadores, entre otros; se requiere la participación de personas culturalmente calificadas y dedicadas por completo a estas labores. Este tipo de discurso es monopolio exclusivo de ciertas élites.

México, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, ha hecho uso de este tipo de discurso al participar activamente en diversos organismos internacionales como la ONU y la OEA, y al firmar un sinnúmero de declaraciones, tratados, protocolos y pactos. De la misma manera, México ha firmado y ratificado diversos documentos como la Convención Americana sobre Derechos Humanos.

El discurso legalista toma por lo general tres vertientes: constitucional, académica y profesional. A través de la vertiente constitucional se logra hacer congruente el derecho internacional con el derecho doméstico, por lo que se considera que este tipo de discurso se empalma con el diplomático.

En nuestro país, encontramos ejemplos de este discurso en la Constitución Política, en la Ley de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, las leyes de las comisiones estatales de derechos humanos, entre otros. Asimismo, son ejemplos los reportes, informes y recomendaciones emanadas por estas comisiones.

El discurso intervencionista tiene que ver con el trabajo realizado por las llamadas Organizaciones No Gubernamentales cuyo radio de acción puede ser internacional o local. Los gobiernos consideran el trabajo y las recomendaciones realizadas por estos organismos como inaceptables, en tanto que no se les solicita su opinión ni su injerencia en lo que ellos consideran una intromisión en sus asuntos internos, de ahí que su tipo de discurso reciba la categoría de intervencionista.

En México, este tipo de organizaciones comenzaron a surgir en la década de los setenta orientadas, en la práctica, a la defensa y promoción de los derechos humanos. Con el paso del tiempo, su campo de acción fue ampliándose a la violación de derechos humanos de minorías, grupos vulnerables, condiciones de prisiones, deficiencias y arbitrariedades de los sistemas de procuración y administración de justicia

Arroyo Juárez (2002) menciona que la criminología ha sido tradicionalmente una disciplina monopolizada por abogados y por lo tanto con un fuerte contenido legal. Esta situación ha influido en una asociación negativa entre criminología y violación a los derechos humanos. En relación con el discurso de los derechos humanos, éste ha ignorado al criminológico por razones conceptuales.

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