Educación, el principio del fin

Educación, el principio del fin

Es complejo entender el por qué de una masacre como la club nocturno Pulse, de Orlando. Una de cada tres personas fue alcanzada por algún proyectil y produce un escalofrío saber que, por el ruido, nadie pudo darse cuenta de lo que pasaba hasta que no tuvieron forma de escapar.  Durante tres horas, con un fusil AR-15, Omar Mateen cometió la peor masacre de Estados Unidos después de aquel 11 de septiembre.

Si bien el Estado Islámico (ISIS) asumió la autoría del hecho, pecaríamos de ingenuos al creer que es una casualidad que Pulse haya sido elegido al azar, siendo un club nocturno gay.  En Siria e Irak, los homosexuales, lesbianas, bisexuales y transexuales son arrojados desde azoteas y, en caso de sobrevivir, lapidados por el ISIS. Solo consideran la diversidad sexual como un delito que merece la pena de muerte.

Resta mucho por aprender como seres humanos, si asimilamos con mayor facilidad la venta libre de un fusil que puede vaciar su cargador de 30 balas en menos de un minuto,  a que dos personas del mismo sexo puedan quererse y caminar de la mano por la calle. Aún en un país como Argentina, con la Ley de Matrimonio Igualitario vigente... ¿Vemos con naturalidad el abrazo de una pareja homosexual en una plaza?

Si los niños, con su inocencia, logran entender el amor ajeno al sexo, somos los adultos los que instalamos los prejuicios. Depende de la educación que implementemos, establecer el principio del fin de las muertes injustas.

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