El Arte De Conversar
Enviado por seth89 • 12 de Diciembre de 2012 • 5.997 Palabras (24 Páginas) • 407 Visitas
El Arte de Conversar y Dialogar
El lenguaje hablado es el gran factor determinante de la existencia de la sociedad organizada. Porque una cosa es el lenguaje de gestos, que nos sirve para cosas básicas y materiales, y otra muy diferente el habla, que nos permite expresar ideas, compartir experiencias y transmitir más conocimientos de una persona a otra y de una generación a la siguiente.
Nada sabemos de cuándo comenzó la humanidad a hablar, a utilizar la palabra como expresión de sus ideas, sueños e inquietudes, pero cada vez las fechas se nos pierden más en el pasado. Tras los descubrimientos antropológicos de Atapuerca, en Burgos, dirigidos por D. Juan Luis Arsuaga, se han encontrado restos fósiles de homínidos de 300.000 años de antigüedad cuyo oído es muy similar al nuestro, por lo cual el Sr. Arsuaga plantea la teoría de que dichos restos, hallados todos juntos, fueron reunidos de forma ritual; y si hay ideas religiosas con sus ritos, hay un lenguaje capaz de expresar conceptos metafísicos, como la vida y la muerte y la idea de la inmortalidad.
El lenguaje, al identificar las cosas y reconocer sus características, nos permite desarrollar tres aspectos fundamentales del ser humano: 1) conocer y comunicarnos con los demás y con el mundo circundante; 2) acercarnos a lo transcendente, al sentido íntimo y oculto de la vida, ya le llamemos Dios, Espíritu, Mente Universal, Fuerza, etc.; y 3) conocernos a nosotros mismos, identificando lo que nos sucede e incorporando la experiencia que extraemos de nuestra relación con los demás, con la naturaleza y lo sagrado.
Dios, Universo-Naturaleza y Hombre han sido y serán siempre los elementos sobre los que trabaja la filosofía atemporal o metafísica. Y lo hace a través del lenguaje adecuado, aquel que nos posibilita encontrar las palabras que nos permitan “crear lazos sólidos” que nos unan a nuestro ser interior y al ser interior de la personas y de la Naturaleza, visible e invisible. Ese “lazo” es el amor; quizás por ello, ya nos decían nuestras abuelas que “la lengua es un caudal sabiéndola menear”.
SABER HABLAR
En mi artículo anterior traté de la importancia del lenguaje hablado en la evolución individual y colectiva de la Humanidad, a través de la sociedad organizada, que permite trabajar en equipo y con equipos con funciones diferentes, pero todas complementarias entre sí.
¿Cuál es el problema? Hablemos claro: una cosa es hablar, otra conversar y otra muy diferente dialogar.
Nosotros hoy las usamos para expresar lo mismo, pero no es así.
A- Los tres tipos de lenguaje: intrascendente, técnico-cotidiano y “el lenguaje del alma”.
A.1. El lenguaje intrascendente: Es necesario para la vida en sociedad porque nos permite “acercarnos” unos a otros, así como hablar de las cosas no trascendentes de nuestra vida, personal y social, que son muchas. También sirve para “descargarnos de tensiones”. Se relaciona con el ocio o tiempo libre.
A.1.1 El lenguaje intrascendente extremo. Es banal, superficial, no nos aporta nada profundo ni duradero a nuestras vidas. Hoy es el lenguaje más común de la gente, con el que se pasan horas “hablando, pero sin decir nada”. Lenguaje social pero sin contenido. Ejemplo: todos los programas de deportes, donde se pasan días y días hablando de si un equipo fichará a Pepito o lo fichará el rival; los programas y parloteos tipo “salsa rosa”, donde se critica a todo el mundo pero no se saca nada positivo, ningún valor a destacar; el parloteo de los adolescentes de 14 a 17 años, que pueden tirarse una noche hablando sin decir nada coherente.
A.1.2 El lenguaje intrascendente moderado. Desarrolla en nosotros los afectos por las personas, estableciendo vínculos de amistad. Hay un interés por “conocer” al otro, lo cual nos ayuda a ir dando forma a nuestra “vida interior”.
El problema es que, actualmente, el intrascendente extremo es el lenguaje utilizado por la mayoría de la gente. Usado en exceso reduce nuestro nivel cultural y capacidad de criterio, pues tiende a caer en el infantilismo de relacionar lo bueno con lo que nos gusta y nos atrae, y lo malo con lo que nos desagrada y repele, en vez de hacerlo con criterios de justicia: si es o no justo. Nos debilita al hacernos caprichosos y coléricos o depresivos. En vez de pensar y reflexionar para sacar nuestras propias conclusiones, seguimos la opinión de la mayoría o de la corriente de moda.
A.2 El lenguaje técnico-cotidiano. Es el que necesitamos para realizar las funciones normales de nuestra vida familiar y laboral. Se le considera un lenguaje neutro, pues se refiere a cosas y no a opiniones ni a juicios de valor. Ejemplo: el lenguaje técnico necesario para arreglar cualquier cosa, para cocinar algo, etc. Nos permite “vivir”.
No suele afectarnos en negativo. En exceso, nos aísla de los demás. El abuso, por ejemplo, de internet, nos lleva a crearnos un mundo virtual y limitado, alejado de la realidad. Es fundamental el contacto humano, cara a cara, para nuestro desarrollo individual.
A.3 El lenguaje del alma. Es el que se produce de corazón a corazón: del corazón de uno hacia el corazón del otro, ya sea un ser humano, una planta, etc. Es trascendente y nos ayuda a encontrar la esencia –corazón– de todo, empezando por uno mismo. Nos permite soñar y, lo que es más importante, plasmar nuestros sueños. No conoce barreras, y las diferencias de credo, raza, condición social, sexo y país entre las personas las considera elementos enriquecedores y no como muros infranqueables. Ve y persigue la unidad en todo. Platón lo relacionaba con “los divinos ocios”, ese tiempo necesario que tenemos que dedicar a enriquecernos y a mejorarnos como personas. Es fundamental para nuestra completura, conocimiento y equilibrio. Nos permite encontrar el sentido de la vida, ¡de la Vida toda y una! Es el lenguaje de la filosofía o amor a la verdad.
Hoy es el gran desconocido; por ello todos hablan de crisis, que comienza por crisis de valores: no olvidemos que han sido unos sinvergüenzas avariciosos los que nos han sumido en la crisis actual que atraviesa la humanidad.
Si la carencia del lenguaje del alma nos lleva hacia lo vulgar y a que se aprovechen los sinvergüenzas ante nuestra falta de criterio y de valor, su exceso nos lleva a ser personas insoportables, aislados de la realidad, a “estar en las nubes”, a ser auténticos inútiles incapaces de llevar sus conocimientos a la práctica, a hablar mucho del espíritu pero no hacer nada por nadie.
De ahí la vieja enseñanza recogida por Sócrates: “Nada en exceso”. Por esto, lo ideal sería que el empleo de los tres tipos de lenguajes estuviera más o menos equilibrado en nuestra vida de adultos: 30% intrascendente, 40% técnico-cotidiano y 30% del alma.
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