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El Cid.


Enviado por   •  2 de Abril de 2013  •  Apuntes  •  2.872 Palabras (12 Páginas)  •  361 Visitas

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En el poblado de Vivar, a unos kilómetros de Castilla, nació Rodrigo Díaz de Vivar en el año 1043. Su padre Diego Laínez descendía de Laín Calvo, antiguo juez de Castilla. Rodrigo no pertenecía a la nobleza, sin embargo su familia era muy respetada. Huérfano a muy corta edad, vivió con la familia real de Castilla. Sobresalió en caballería, letras y derecho. En 1063 lo nombra caballero el infante Sancho. Ese año combatió al rey Ramiro I de Aragón, apoyando a Muqtadir de Zaragoza. El 28 de Octubre de 1065 dona el monasterio de Arlanza.

Cuando Sancho sube al trono, Rodrigo es nombrado Alférez real. Luchó contra el caballero navarro Jimeno Garcés, por la posesión total del poblado de Pazuengos. Este triunfo le daría el sobrenombre de “Campeador”, que significa vencedor. El término “Cid” es de origen árabe y significa señor.

Causó desgracia política a Alfonso VI, rey de León, en las batallas de Llantada y Golpejera. Su valor hizo énfasis en el cerco de Zamora, y, como una muestra más de su fidelidad y amor a su rey, escoltó su cadáver al monasterio de Oña. Su suerte cambió con el nuevo monarca Alfonso VI, quien se sentía incómodo al recibir al que lo venció en Golpejera. Esto hizo molesta la permanencia de Rodrigo en la corte Castellana.

A pesar de todo Rodrigo, se beneficia a Ximena Díaz, sobrina del mismísimo Alfonso VI, la boda fue posiblemente el 19 de Julio de 1074. El matrimonio fue un acto interesado que “respondía a la idea de fomentar la compenetración de castellanos y leonenses”. En 1075 acompañó al rey a un viaje a Asturias, patria de Ximena, y en Oviedo apoyo la apertura del arca de las reliquias, veneradas en San Salvador. Después nace su hijo Diego, para conmemorar este evento, el rey, le otorgó el hacer libres todas las heredades de Rodrigo.

García Ordóñez, principal adversario de Rodrigo, lo sustituyó en su cargo y más tarde Ordóñez es nombrado Conde de Nájera. Ordóñez se casa con una hermana del rey asesinado de Navarra, con la misma razón de la boda de Rodrigo.

El primer choque de estos dos personajes fue en un viaje del Cid a Sevilla para cobrar las parias que el rey moro Al-Mutamid debía pagar.

Rodrigo llegó a Sevilla, lugar sitiado por el rey moro de Granada, hombre de poco carácter y débil, que tenía a su servicio a un gran ejército cristiano. Entre los caballeros cristianos se encontraba el Conde de Nájera. Rodrigo escribió una carta en la que explicó al de granada que no atacará Sevilla. Haciendo caso omiso a la petición, invadieron Sevilla desatando una feroz contienda, saliendo victorioso el de Vivar y tomando de prisioneros a varios caballeros castellanos, entre ellos el arrogante Conde de Nájera. Partió entonces a Burgos en 1080. Su victoria causó malestar a la corte y para el rey Alfonso contrariedad la derrota y afrenta de su alférez. García Ordóñez busco entonces la venganza.

Pronto halló la forma de castigar al castellano. Los moros atacaron por sorpresa la fortaleza de Gormaz y el Cid enfurecido invadió el reino de Toledo. Esto desagradó mucho al rey Alfonso VI, ya que el rey moro Al-Qadir era fiel protegido y amigo, y el Cid no debió atacar este territorio. Sintiéndose ofendido, acordó el destierro de este último.

Ya en Vivar, situada en Burgos, Alfonso VI, le da nueve días al Cid, para abandonar tierras castellanas. Rodrigo ya en su casa de Vivar reúne a sus vasallos y amigos, para saber quien esta dispuesto a ir con el. Entonces dice:

Dios os pague a aquellos que queráis seguirme; y los que aquí queden, me quisiera despedir como un buen amigo.

Después el silencio invade la estancia. Minaya Alvar Fáñez, se pone de pie y le responde:

Noble y querido Rodrigo, a quien llaman Cid, contigo partiremos fieles y leales. En tu servicio han de emplearse todo lo nuestro... caballos, ropa y dinero que tenemos. Contigo iremos por caminos y veredas, en los triunfos y en las desgracias.

Los amigos de Rodrigo, sus fieles servidores claman:

¡Cid! ¡Cid!

Rodrigo con voz inflexible grita: -¡En marcha!

Faltando un poco para partir el Cid mira su solar, casa y palacio y llora con tristeza. Al frente de todos observa al volver la cabeza a Vivar su señorío. Se dirigen a Burgos. En esta se acerca Minaya a Rodrigo y el Cid exclama:

Querido Alvar Fáñez ¡Alabado sea Dios de tenerte a mi lado! A esto me han reducido mis enemigos.

Ya en el río Arlanzón una corneja vuela por el lado derecho del camino y Rodrigo exclama:

¡Albricias, Minaya, nos han desterrado pero volveremos con honra a Castilla!

El Cid ha llegado a Burgos, ubicada a la ribera del río Arlanzón, ciudad valiente en donde se mezclan la mesura, la gravedad, la altivez y la religión. Ciudad de arte y nobleza. Burgos recibe al Cid y los suyos hosca, inquieta. Cuando Rodrigo la atraviesa, los burgaleses se asoman por las ventanas, afligidos y llorosos, todos diciendo lo mismo:

¡Oh dios que buen vasallo, si tuviese buen señor!

Pero nadie se atreve. El rey ha prohibido la ayuda, aquel que lo ayudase, perderá todos sus bienes e incluso los ojos. Rodrigo se encamina a su mesón, pero la puerta está cerrada. Entonces el Cid mueve a Babieca su caballo y sacando el pie del estribo golpea fuertemente la puerta. La puerta se abre y del umbral sale una niña de unos nueve años, ojos azules, rizos dorados y tez blanca. Con miedo pero sobreponiéndose a la situación, le dice:

Campeador, que en buena hora ceñiste tu espada. Para nuestra desgracia y la tuya no podemos recibirte, porque está prohibido. Por favor vete buen Cid sigue tu camino.

Al terminar los ojos de la niña se empañan y con voz quebradiza, vuelve a decir:

Vete buen Cid, que con nuestro mal no ganarás nada.

Rodrigo comprende todo y pide a sus compañeros que den marcha atrás. Se dirigen a la ribera del río Alarzón en donde les cae la noche. Todos en el campamento tienen hambre y sed. Poca comunicación hay entre los desterrados. En eso en las sombras de la noche se acerca alguien. Es Martín Antolinez, quien pide hablar con Rodrigo, cuando éste llega le dice:

Señor Rodrigo, vengo a darte pan y vino que tu gente necesita, son de mi cosecha.

Rodrigo con gozo dice:

Martín Antolinez ¡Sois una lanza valiente!

En el campamento una modesta alegría reina. El Cid no tenía dinero. Piensa empeñar dos arcones de cuero bermejo y clavos de oro que llenan de arena. Martín busca a dos judíos llamados Raquel y Vidas, quienes hacen negocio prestando

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