El Renacimiento
Enviado por 0708SAYU • 22 de Junio de 2013 • 3.360 Palabras (14 Páginas) • 226 Visitas
I. OBJETIVOS
1. Analizar y explicar el fragmento de “El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha”.
2. Identificar en el texto las características estéticas del autor y la correspondencia con su contexto histórico – cultural.
II. ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN:
1. Resumen:
Don Alonso Quijano, un hidalgo de la Mancha, de tanto leer novelas de caballería, pierde la razón. Toma el nombre de Don Quijote de la Mancha y huye de su casa creyéndose un caballero, en su primera salida llega a una venta donde el mesonero le pareció un castellano noble y las mujeres del servicio, bellas damas. Se hospeda y después de velar una noche la armadura de su bisabuelo, es armado caballero por el dueño de la venta; luego en su mente elucubra la concepción de una bella y dulce dama “Dulcinea del Toboso” por quien quiere hacer fama y ofrendarle todas sus hazañas. Socorre a un muchacho llamado Andrés y más allá es molido a palos por unos mercaderes y vuelto a su lugar por su vecino Pedro Alonso.
La segunda salida es acompañado de Sancho Panza, a quien había nombrado su escudero, y le suceden las aventuras de los molinos de viento, de los frailes y el vizcaíno; el caso de su estancia entre los cabreros y del entierro de Crisóstomo, la de los yangüeses; entre otras. Un día, envía de regreso a su escudero, con una carta para su amada Dulcinea quien aparece encantada. Sus amigos consiguen saber donde se encontraba y lo llevan de regreso a su casa. Este acontecimiento pone fin a la primera parte.
Cuando se recupera, vuelve a salir por tercera y última vez, acompañado de su escudero toman el camino de Toboso con la finalidad de pedir el permiso y la bendición de Dulcinea del Toboso, que aparece encantada. Se encuentra luego con la carreta de la Muerte y con la aventura del Caballero del Bosque, la de los leones, las bodas de Camacho, la cueva de los Montesinos,... y la del barco encantado. Los hospedan después los Duques, y continúan allí los casos graciosos del Clavileño, del gobierno de Sancho en la ínsula Barataria con los consejos y cartas de Don Quijote y el encuentro con Ricote; tras la aventura de doña Rodríguez reanuda Don Quijote el viaje. Llegado a Zaragoza, tropieza con las imágenes y pelea con los toros.
Se dirige a Barcelona, lucha con su escudero y pasa por las peripecias de los bandoleros y de Claudia y Vicente en el bosque, de la cabeza encantada, de Ana Félix, de la pelea con el caballero de la Blanca Luna, que era el bachiller Sansón Carrasco, su vecino, y que al vencerle le manda volverse a su lugar de origen por un año. Pone esto en ejecución el hidalgo, pensando hacerse pastor en el entretanto. Ya en camino, le esperan las aventuras de los cerdos y de Altisidora. Después de pasar breve rato en el palacio de los Duques, marcha a la aldea natal, a donde llega con novedades, cae malo, hace testamento y muere cuerdo.
3. Fragmento:
CAPÍTULO IV
DE LO QUE SUCEDIÓ A NUESTRO CABALLERO CUANDO SALIÓ DE LA VENTA
La del alba sería cuando don Quijote salió de la venta, tan contento, tan gallardo, tan alborozado por verse ya armado caballero, que el gozo le reventaba por las cinchas del caballo . Mas viniéndole a la memoria los consejos de su huésped, cerca de las prevenciones tan necesarias que había de llevar consigo, en especial la de los dineros y camisas, determinó volver a su casa y acomodarse de todo y de un escudero, haciendo cuenta de recibir a un labrador vecino suyo, que era pobre y con hijos, pero muy a propósito para el oficio escuderil de la caballería. Con este pensamiento guió a Rocinante hacia su aldea; el cual casi conociendo la querencia , con tanta gana comenzó a caminar, que parecía que no ponía los pies en el suelo. No había andado mucho, cuando le pareció que a su diestra mano, de la espesura de un bosque que allí estaba, salían unas voces delicadas, como de persona que se quejaba; y apenas las hubo oído, cuando dijo: “Gracias doy al cielo por la merced que me hace, pues tan presto me pone ocasiones delante donde yo pueda cumplir con lo que debo a mi profesión, y donde pueda coger el fruto de mis buenos deseos. Estas voces sin duda son de algún menesteroso o menesterosa que ha menester mi favor y ayuda.” Y volviendo las riendas, encaminó a Rocinante hacia donde le pareció que las voces salían. Y a pocos pasos que entró por el bosque, vio atada una yegua a una encina, y atado en otra un muchacho, desnudo de medio cuerpo arriba, hasta de edad de quince años, que era el que las voces daba, y no sin causa, porque le estaba dando con una pretina muchos azotes un labrador de buen talle, y cada azote le acompañaba con una reprensión y consejo, porque decía: “La lengua queda y los ojos listos.” Y el muchacho, respondía: “No lo haré otra vez, señor mío; por la pasión de Dios, que no lo haré otra vez, y yo prometo de tener de aquí adelante más cuidado con el hato.” Y viendo don Quijote lo que pasaba, con voz airada dijo:
- Descortés caballero, mal parece tomaros con quien defender no se puede. Subid sobre vuestro caballo, y tomad vuestra lanza (que también tenía una lanza arrimada a la encina adonde estaba arrendada la yegua), que yo os haré conocer ser de cobardes lo que estáis haciendo.
El labrador, que vio sobre sí aquella figura llena de armas blandiendo la lanza sobre su rostro, túvose por muerto, y con buenas palabras respondió:
- Señor caballero, este muchacho que estoy castigando es un criado que me sirve de guarda una manada de ovejas que tengo en estos contornos; el cual es tan descuidado, que cada día me falta una, y porque castigo su descuido o bellaquería, dice que lo hago de miserable, por no pagalle la soldada que le debo, y en Dios y en mi ánima que miente.
- ¿Miente , delante de mí, ruin villano? – dijo don Quijote – Por el sol que nos alumbra que estoy por pasaros de parte a parte con esta lanza: pagalle luego sin más replica; si no, por el Dios que nos rige, que os concluya y aniquile en este punto. Desatadlo luego.
El labrador bajo la cabeza, y sin responder palabra desato a su criado, al cual preguntó don Quijote que cuánto le debía su amo. Él dijo que nueve meses, a siete reales cada mes. Hizo la cuenta don Quijote, y halló que montaban sesenta y tres reales y díjole al labrador que al momento los desembolsó si no quería morir por ello. Respondió el medroso villano que, para el paso en que estaba y juramento que había hecho (y aún no había jurado nada), que no eran tantos; porque se le habían de descontar y recibir en cuenta tres pares de zapatos que le había dado, y un real en dos sangrías que le habían hecho estando enfermo.
- Bien está todo eso – replicó don
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