El Republicanismo
Enviado por mayelauzcategui • 20 de Diciembre de 2011 • 3.781 Palabras (16 Páginas) • 777 Visitas
La Idea del Republicanismo
El término republicanismo hace referencia a una corriente de pensamiento político surgida en algunas municipalidades italianas del renacimiento que confirió nuevo sentido a las tradiciones ciudadanas griegas y romanas, animó gran parte de los debates políticos de la Inglaterra de los siglos XVII y XVIII, influyó sobre los padres fundadores de la independencia estadounidense y, tras casi dos siglos de discreto silencio, ha llegado hasta nuestros días como soporte de los clásicos ideales del viviré libero.
El republicanismo en su dimensión doctrinal ajena a las formas de gobierno y a su contraposición con la monarquía es un programa de investigación de las decisiones políticas, no una receta trazada de una vez por todas para adoptarlas.
La tradición republicana no es contradictoria con los principios liberales, sino que los complementa y potencia mediante una participación ciudadana efectiva. Para ello, es preciso reforzar ciertos elementos, todavía muy débiles, de las democracias representativas que predominan en la actualidad: fomentar una cultura cívica más robusta, alcanzar una mayor igualdad social y organizar unas instituciones políticas que aumenten la calidad de la participación, en especial mejorando los mecanismos de deliberación a efectos de adoptar las decisiones políticas más adecuadas a los intereses de todos.
El Republicanismo es la ideología para gobernar una nación como una república, se refiere a un sistema político que protege la libertad y el Derecho, en la ley, que no puede ignorarse por el propio gobierno
El republicanismo es una teoría política que propone y defiende la república como el modelo de gobierno óptimo para un Estado. En sentido estricto, la república se define en oposición a las otras formas clásicas de gobierno: la monarquía y la aristocracia; así como a sus respectivas corrupciones: el despotismo y la oligarquía. Por extensión, se refiere a un sistema político que protege la libertad y especialmente se fundamenta en el derecho, en la ley como expresión de la voluntad soberana del pueblo y a la que no puede sustraerse nunca un gobierno legítimo. Se ha escrito mucho sobre qué tipos de valores y comportamientos deben tener los ciudadanos de una república para su desarrollo y éxito; se suele hacer énfasis generalmente en la participación ciudadana, valores cívicos y su oposición a la corrupción.
En principio, la noción de república en cuanto forma de gobierno no es en sí misma sinónimo de democracia, al menos en el sentido dado al término en la Edad Contemporánea. Han existido repúblicas autoritarias y despóticas. Pese a apoyarse en el principio hereditario para la designación de la Jefatura del Estado, una Monarquía puede ser considerada democrática en la medida en que los miembros de los poderes legislativo y ejecutivos sean elegidos directa o indirectamente por voluntad popular.
La teoría política del republicanismo
La teoría política del republicanismo engloba las ideas de diversos autores pertenecientes a una tradición política democrática distinta de la puramente liberal y opuesta a la monarquía. Su origen está en la obra de Maquiavelo, continuaría con la de los pensadores antimonárquicos ingleses del siglo XVII y la Ilustración radical y culminaría en la de los federalistas estadounidenses. Su noción polémica fundamental es una idea de la libertad que no es la estrictamente liberal, ni tampoco la de las tradiciones colectivistas o comunitaristas, y una visión del ser humano como sociable por naturaleza y, por tanto, de la organización política como algo que no se opone a una llamada “sociedad civil” entendida como una reunión mecánica de individuos aislados, sino que es una manifestación de la vida social.
Así el republicanismo entiende la política como una actividad continua y militante, pero esto solo será posible en una democracia radical en la que cada individuo pueda sentir que su opinión cuenta constantemente en las decisiones que determinan la actividad del Estado. Para ello la democracia tiene que adquirir un carácter deliberativo que permita que todas las decisiones públicas sean producto de una reflexión en la que puedan participar todos los ciudadanos, no sólo los expertos, para conseguir conciliar intereses contrapuestos y obtener una diversidad de planteamientos que garantice que ninguna solución quede sin considerar. La libertad es entendida como algo que no significa que la sociedad no pueda tomar decisiones contrarias a las voluntades o caprichos individuales, sino que estas decisiones no deben ser interferencias arbitrarias en el ámbito de su privacidad.
Invasión Napoleónica
La invasión napoleónica en la Península Ibérica fue el verdadero catalizador de los sucesos que ocurrieron en América entre 1808 y 1825. La defenestración de Carlos IV y Fernando VII dejó una sensación de vacío de poder que afectó profundamente a las colonias. En ellas se intentaría imitar a las juntas provinciales surgidas en la Península, aunque las motivaciones para hacerlo no fueron siempre las mismas. En España, la primera junta se constituyó en Oviedo el 25 de mayo de 1808 y luego fue seguida por otras, hasta que el 25 de septiembre iniciaron las actividades de la Junta Central, en Aranjuez. En América, durante 1809 se constituyeron juntas en La Paz (16 de julio), Quito (9 de agosto) y Colombia (10 de agosto).
Los distintos grupos dirigentes desconfiaban entre sí y algunos se apresuraron a dar el golpe con la intención de consolidar sus posiciones y todos los ensayos que se realizaron durante 1808 invocaron el respeto al orden establecido. Se abrió un ciclo en el cual los distintos poderes locales compitieron entre sí por el control de la jurisdicción. Aquí fue donde los grandes cuerpos legislativos y corporativos (audiencias, consulados) intentaron legitimar lo actuado en base a su autoridad, a la vez que trataron de aprovechar la coyuntura para consolidar su situación y solventar viejas disputas con otros grupos locales con los cuales compartían el poder.
En este contexto se produjo la presencia en Río de Janeiro, adonde acudió en busca de refugio la corte portuguesa, de la infanta Carlota Joaquina, hermana de Fernando VII y esposa del regente de Portugal. La infanta, ávida de hacerse con el trono de España por el cautiverio de su padre y de su hermano, intrigó ante las distintas autoridades coloniales, especialmente en el Río de la Plata y el Alto Perú, presentándose como la mejor alternativa (de cualquier signo) en esa situación de vacío de poder. Los sucesos ocurridos en la Península repercutieron rápidamente en la vida política de las colonias.
La Invasión napoleónica a España
Se considera la causa precipitante
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