El escrito de tu partida
Enviado por Gabriela030301 • 12 de Junio de 2018 • Apuntes • 931 Palabras (4 Páginas) • 96 Visitas
Para empezar ya ni sé si él existe; para acabar ya no sé si él existió.
A veces, en esos largos insomnios donde me quedo horas enteras mirando la luna, me digo que, si él sólo ha existido en mi mente, ¡ya basta! – me dije; que, si mi mente la hizo real, debería bastarme. Pero otras veces, creo que solamente un alma en guerra consigo misma aceptaría, amar, a alguien cuyos contornos fueron trazados por el delirio de una psique enferma.
El segundo lugar donde puedo hallarlo está casi agotado; es un casi no tenerlo, el contacto con una sombra a la que amo con locura, pero bajo la condición más inhóspita y cruel para la subsistencia de mi deseo, y de mi razón, y de mi cordura. Hay otro lugar donde, supongo, podríamos encontrarnos plenamente, enteramente. Él mismo me lo ha dicho, me lo ha insinuado. Sólo que, ¡Dios mío!, tampoco tengo certeza alguna de que allí pueda ocurrir nuestro encuentro.
Quizá esto sea una larga introducción, ¡muy larga!; demasiada; cargada de abstracciones poco comprensibles, pero es tan difícil de contar; tan inexplicable y doloroso al mismo tiempo.
Pero ahora he de empezar
Ya no es nuestro tiempo. – me dijo
Aún no estoy completo. – Nuestro tiempo tiene que esperar.
Él prefirió no mirarme a los ojos cuando lo dijo.
¡no puedo mirarte fijamente! – susurro ¡no puedo hacerlo!
Tan solo miró al horizonte cuando el sol se hundía y revoloteaba sus últimos rayos como si fueran los brazos con los cuales trataba de agarrarse al horizonte que ya no podía sostenerlo. Lo miraba y mi corazón sentía ya un vacío enorme, él se me iba a un lugar ya lejos de mi misma, como si mi pecho fuera un espacio tan pequeño y tan reducido que ya no cabían sus latidos dentro de mi corazón, fue como si se hubiera reducido más de la mitad de su tamaño normal.
Entonces él me miró y yo hui de su mirada, luego yo lo miré, pero él huyó de la mía; esto no era extraño ya, pues solíamos hacerlo y jugábamos con las miradas a quién podía sostenerla sin esquivarla, la verdad yo casi siempre perdía en esto.
Fue una noche de invierno en la que él me dijo que se iría; eso me dejó muy consternada; y solo le dije:
- ¡No falta el amor!
- ¡No falta la pasión!
- Es la vida con su devenir de planes sobre nosotros.
Es tu destino que está ahora en el otro lado del océano, un destino al que no pudiste, no supiste, o simplemente no lo quisiste eludir.
Días antes de tu partida nos encontramos de todas las formas posibles en las cuales un hombre y una mujer pueden encontrarse. Y unos días antes de que un océano se interpusiera ante nuestro abrazo me dijo:
- “¿Y si vienes conmigo?”.
Y entonces tocó mi parte de no poder, no saber o no querer acompañarlo a un puerto que estaba más cerca de su sangre que de la mía. Es extraño, dos que han sido uno nunca se separan del todo, los dos siempre llevaremos a cuestas una parte del otro. Ignoro el porqué, pero creo que él se llevó mi mejor parte.
Nosotros no pensábamos en trazar nuestros momentos, no dividíamos la eternidad, eso era el compromiso de ambos. Si se trazaba una línea entre un momento solo decíamos que cualquier punto de ese momento era la línea ya trazada; o si esa línea se arqueaba hasta hacerse un círculo, solíamos decir en este momento no hay principio y tampoco habrá final; pero el día en el que subiste a ese avión parecía que ese círculo marcado por el momento yo solo sentía un agujero negro, ese agujero por el que sentía caerme y el cual parecía que nunca iba a dejar de caer.
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