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El sueño de Karina


Enviado por   •  13 de Febrero de 2016  •  Tarea  •  1.487 Palabras (6 Páginas)  •  193 Visitas

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Karina recordaba bien las tantas veces en que, de pequeña, cuando más mal se sentía, o creía que las situaciones ya no tenían solución, su madre estaba ahí para abrazarla. Esa mujer tan pequeña, y a la vez tan grande, tan llena de vida, tan sonriente. Los abrazos más cálidos del mundo.

Justo este era el momento perfecto para uno de esos abrazos, de los que te hacen olvidarte de todo y sonreír. Solo que no iba a recibir uno. Porque su madre ya no estaba.

Y no iba a volver.

Y aunque alrededor había decenas de personas, todas con máscaras de tristeza y luto, ella nunca se había sentido tan sola.

Habían transcurrido ya un par de días desde el entierro de la señora Martínez, y la vida de su hija no estaba mejorando precisamente. En clase no prestaba atención, y aunque no había sido una alumna sobresaliente, ahora sus calificaciones estaban más bajas que nunca. Dejó de salir con sus amigos. Dejó de escuchar música. Dejó de bailar. Dejó de sonreír.

Dejó de importarle la vida.

Y así, poco a poco, sus días perdieron el color, comenzaron a decolorarse a un triste gris en el que todo le parecía igual.

Una tarde, Karina y su hermanito Joshua estaban recostados viendo TV, cuando tocaron a la puerta. Al abrirla, se encontraba un chico alto (bueno, a Karina todos los chicos le parecían altos), delgado, y con unos preciosos ojos marrones. La pequeña muchacha no pudo evitar quedarse atontada viendo esos brillantes ojos, hasta que él comenzó a sonreír y la sacó de su trance.

―Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarte? ―preguntó algo tímida. Con voz risueña, el extraño explicó que venía por el aviso en el periódico. Resultó ser que el señor Alejandro, el papá de Karina, había decidido pasar menos tiempo en el taller de autos que dirigía, y más tiempo con sus hijos, así que estaba solicitando mecánicos que pudieran suplirlo la mitad del tiempo… lo que para Karina no cuadraba, era que el muchacho hubiese llegado a su casa y no  al taller mecánico. ¿Acaso su padre había puesto su domicilio por alguna razón?

El joven, que después se dio a conocer como Daniel, consiguió el empleo y comenzó a trabajar en el taller, de vez en cuando él y Karina se veían cuando ella le llevaba de comer a su padre. Al poco tiempo ellos estuvieron hablando con frecuencia. Ya hacía tiempo que se había ido la señora Martínez y era momento de dejar el luto a un lado. Y aunque todos la extrañaban mucho, también era tiempo de que la vida recobrara color. Y así estaba siendo.

Durante el día, las cosas marchaban bien, pero antes de irse a dormir, ya recostada en su cama, Karina no podía evitar mirar al techo y sentirse incompleta, incómoda, cómo si hubiese algo que no encajara…

Hasta que una noche, harta de esa sensación, y en medio de la desesperación de no poder dormir, ella pensó en su madre.― ¿Qué está mal, mamá? No lo entiendo. ―y se rindió en los brazos de un acogedor y oscuro sueño…

―Kari, mi amor…― abrió los ojos ante la voz que tanto anhelaba escuchar, y pudo apreciar de nuevo esa preciosa melena castaña que tanto había extrañado. ― Abre los ojos, Karina.

―Pero mamá, los tengo abiertos― contestó rápidamente, asustada y sin comprender nada. ―No entiendo.

― ¡ABRE LOS OJOS! ― Su voz, ya no sonando dulce, si no desesperada.

Y entonces el suelo se partió sin más, y ella comenzó a caer a una  tremenda oscuridad, incapaz de gritar o sostenerse de algo.

*Krina, soy Daniel, estoy abajo, podemos hablar?*

A Karina ya se le había hecho tarde para ir a la escuela, pero no quería pensar en perderse la oportunidad de ver a Daniel, además de que él ya se había tomado  la molestia de ir hasta ahí, entonces cuando recibió el mensaje de texto bajó corriendo lista para irse.

―Buenos días Daniel, ¿qué pasa?― dijo muy apresurada mientras buscaba algo para comer en el camino, sin apenas voltear a verlo― ¿Por cierto, quién te dejó entrar? ―con una manzana en la mano, se giró y casi se le cae la boca al ver el peculiar, y para  nada discreto, ramo de peonias.

―Bueno, Joshua me dejó entrar… al parecer, es más madrugador que su hermana mayor― sonrió― y sí, antes de que lo preguntes, estas son para ti. ―y le entregó el presente.

Ella no pudo evitar sonrojarse, y después de poner en un jarrón las flores, invitó a Daniel a acompañarla a la escuela explicándole apresuradamente que ya se le había hecho tarde. Y aunque llevaba días sin verlo, y el regalo le había fascinado, a pesar de que no tenía idea de a qué se debía el mismo, y de que Daniel estaba diciendo algo que sonaba importante, Karina no dejaba de pensar en su extraño y muy misterioso sueño, lo repetía en su mente una y otra vez sin entender nada de nada. ―…y entonces yo creo… ¿Karina? ¿Me estás escuchando? ―. Pero no lo hacía…―Sí, perdón, ¿qué? ―lo miró roja de la vergüenza. ―Nada, que te ves muy guapa hoy…―y lo sorprendente no fue el cumplido, sino que él no se hubiera molestado porque, definitivamente, no le estaba prestando atención.

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