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Elogio De Los Jueces


Enviado por   •  12 de Junio de 2013  •  1.707 Palabras (7 Páginas)  •  605 Visitas

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Elogio de los jueces escrito por un abogado (Calamandrei)

Hacía años que había escuchado de la existencia de este libro escrito por Piero Calamandrei, y a pesar de que el título había llamado poderosamente mi atención, no decidí a hacerme con un ejemplar al considerar erróneamente, que el objeto del mismo se limitaba exclusivamente a un estudio de la figura de los jueces. Sin embargo, las permanentes llamadas y citas que hacían otros libros a “Elogio de Giudici scritto da un Avvocato” debilitaron finalmente mi resistencia, adquiriendo finalmente la obra por mera curiosidad.

Cual fue mi sorpresa cuando al sumergirme en las páginas de este librito (unas 154 páginas de formato inferior a la cuartilla), fui descubriendo como, a través de numerosas reflexiones, el autor desgrana su opinión acerca de las relaciones entre la abogacía y la judicatura y de éstas con la Justicia, con una deliciosa lucidez, una fina ironía y una increíble actualidad en los temas tratados.

Piero Calamandrei (cuyo nombre nos suena a todos por las citas de los manuales de civil y procesal de la carrera), fue discípulo de Giussepe Chiovenda, Catedrático de la Universidad de Florencia y diputado en el Parlamento Italiano, siendo uno de los inspiradores del Código de Procedimiento Civil Italiano de 1940. Está considerado como uno de los procesalistas más insignes del siglo XX.

La obra, publicada en 1935, se encuentra dividida en doce capítulosque desarrollan temas como la fe en los jueces; la urbanidad de los jueces; semejanzas y diferencias entre jueces y abogados; de la llamada oratoria forense; de ciertas relaciones entre los abogados y la verdad, o bien de la justa parcialidad del defensor; de la predicción de abogados y jueces por las cuestiones de hecho y de derecho, etc...

Lo sorprendente de la obra reside en que habiendo transcurrido cincuenta y cinco años del fallecimiento de Piero Calamandrei, no ha perdido su fuerza, sino mas bien lo contrario, ya que sus contenidos, con las necesarias adaptaciones de tiempo y lugar, constituyen enseñanzas plenamente aplicables para quienes desarrollamos nuestra tarea en el foro, y digo "enseñanzas" porque a través de sus reflexiones (algunas con alto contenido poético) los abogados podemos conocer la perspectiva con la que los jueces ven nuestro trabajo en el foro (y viceversa), siempre desde una visión de ineludible y necesariacompenetración entre ambas figuras forenses.

Para concluir y para dar un empujoncito a aquellos que os atraiga la idea de embarcaros en su lectura os dejo algunas píldoras del libro. Juzgar vosotros mismos.

"Todo abogado vive en su patrocinio ciertos momentos durante los cuales, olvidando las sutilezas de los Códigos, los artificios de la elocuencia, la sagacidad del debate, no siente ya la toga que lleva puesta ni ve que los jueces están envueltos en sus pliegues; y se dirige a ellos mirándoles de igual a igual, con las palabras sencillas con que la conciencia del hombre se dirige fraternalmente a la conciencia de su semejante para convencerlo de la verdad. En estos momentos la palabra "justicia" vuelve a ser fresca y nueva como si se pronunciase entonces por primera vez; y quien la pronuncia siente en la voz un temblor discreto y suplicante como el que se siente en las palabras del creyente que reza. Bastan estos momentos de humilde y solemne sinceridad humana para limpiar a la abogacía de todas sus miserias".

"Sería útil que, entre las varias prueban que los candidatos a la abogacía hubiesen de superar con el fin de ser habilitados para el ejercicio de la profesión, se comprendiese también una prueba de resistencia nerviosa como la que se exige a los aviadores aspirantes. No puede ser un buen abogado quien está siempre dispuesto a perder la cabeza por una palabra mal entendida, o que ante la villanía del adversario, sepa reaccionar solamente recurriendo al tradicional gesto de los abogados de la vieja escuela de agarrar el tintero para tirarlo. La noble pasión del abogado debe ser siempre consciente y razonable; tener tan dominados los nervios, que sepa responder a la ofensa con una sonrisa amable y dar las gracias con una correcta inclinación al presidente autoritario que le priva del uso de la palabra. Observo siempre la vociferación no es indicio de energía y que la repentina violencia no es indicio de verdadero valor; perder la cabeza durante el debate representa casi siempre hacer perder la causa al cliente".

" Óptimo es el abogado de quien el juez, terminada la discusión, no recuerda ni los gestos, ni la cara, ni el nombre; pero recuerda exactamente los argumentos que, salidos de aquella toga sin nombre, harán triunfar la causa del cliente"

"La justicia no sabe qué hacer con aquellos abogados que acuden a los Tribunales, no para aclarar a los jueces las razones del cliente, sino para mostrarse y poner de manifiesto sus propias cualidades oratorias. El defensor debe tratar únicamente de proyectar sus dotes de claridad sobre los hechos y sobre los argumentos de la causa, y de mantener en la sombra la propia persona, a la manera de esos modernísimos mecanismos de iluminación, llamados difusores, que escondiendo la fuente luminosa,

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