Evaluación como proceso multidimensional

A. Evaluación como proceso multidimensional

La evaluación es un proceso cuyo objetivo consiste en brindar una referencia de los distintos momentos de construcción de conocimiento por parte de un estudiante, en este caso, de educación superior. Ya sea que se esté hablando de distintos modelos pedagógicos, en el fondo todos buscan generar en el individuo la construcción de conocimientos que le sirvan para afrontar y resolver problemas en su experiencia vital: aunque, también de fondo está presente el fin último de la educación que es servir de medio para la inserción de los sujetos en una sociedad, ya sea para mantener su orden o para transformarlo.

Este proceso consta de tres momentos básicos. El primero, a corto plazo, busca arrojar unos datos específicos (de orden predominantemente cuantitativo, aunque en algunos casos también se acuda a lo cualitativo) que son interpretados dentro de un marco de referencia específico y cuyo fin es ubicar dentro de una escala de mínimos y máximos los desarrollos, avances o alcances que un estudiante ha logrado en un periodo de tiempo determinado, en un espacio establecido y de acuerdo a una programación previamente convenida. En el caso de la UAN, este primer momento puede verse en los cuatro cortes obligatorios durante el semestre y los demás que el docente puede fijar desde el principio de cada periodo lectivo.

El segundo momento, a mediano plazo, se da al final del proceso escolar y su materialización es el otorgamiento del título que acredita al estudiante como un nuevo profesional de la carrera en la que se inscribió. De esta manera la institución educativa certifica que un individuo posee las destrezas, conocimientos, capacidades y demás condiciones que se consideran favorables para desempeñarse en el mundo laboral, específicamente, y en el mundo social.

El tercer momento, a largo plazo, lo da precisamente el desempeño del individuo quien en sus múltiples facetas (laboral, personal, social, etc.) dará cuenta de lo construido en su vida escolar. En este caso los indicadores evaluativos son netamente subjetivos, pues es el sujeto quien con base en su propia experiencia establece que tan pertinente fue su paso por la escuela para su desarrollo integral.

Si se observa con atención, la cuestión evaluativa termina sobrepasando los estrechos límites de un informe cualitativo cortoplacista para involucrar a otros factores que no son tenidos en cuenta usualmente en las instituciones educativas. Por ejemplo, que actores del proceso también lo son los maestros, las directivas y, en última instancia, la sociedad misma.

La evaluación pone de manifiesto el papel activo, innovador, inquieto y motivador que un docente debe imprimirle a la práctica pedagógica, pues su acción no sólo se limita a la transmisión adecuada de unos conocimientos preseleccionados sino que involucra un compromiso con la posibilidad de abrir las puertas a sus alumnos hacia los diversos mundos del conocimiento -a los cuales sólo se accede si hay motivación acompañada de esfuerzo personal-. Por lo tanto, en un proceso evaluativo se ve reflejada la labor de los docentes en cuanto éstos cumplen con su deber más próximo (el de servir de mediadores entre el conocimiento proveniente de las comunidades científicas y los alumnos), y además son capaces de establecer vínculos posibles entre lo construido en la escuela y la realidad.

Las directivas también son parte esencial en el proceso. Con la evaluación una institución educativa puede obtener un recurso básico para elaborar una radiografía de los demás procesos que se están dando en su interior. De la misma forma, se puede comprobar si lo que se consigna en el PEI, en la misión, visión y horizonte institucional cruza efectivamente todas las prácticas educativas de manera coherente y efectiva, articulándose con los principios del modelo pedagógico, el diseño curricular y las pautas convivenciales. Una institución que tenga bien clara dicha articulación tendrá más factores positivos a su lado en su camino hacia la excelencia, lo cual lógicamente redundará en la satisfacción – en todos los órdenes- de quienes hacen parte de la comunidad educativa y en la imagen que se proyectará al resto de la sociedad – que se conforma desde los aportes en la extensión a la comunidad hasta la reputación y el prestigio frente a otras instituciones-.

Y por último, tenemos a la sociedad, si se tiene en cuenta que la pertinencia de la escuela en el mundo social estará dada en la medida en que responda a unas necesidades específicas del contexto en el que se desenvuelve el sujeto, lo cual hace vital el rol del conocimiento como pieza esencial para la comprensión de las problemáticas y para el desarrollo de soluciones adecuadas. La sociedad encomienda al mundo escolar la misión de dotar a los individuos de las herramientas y debidas para afrontar los retos que el mundo le impone. Es así como se percibe que un sujeto que ha desarrollado habilidades, destrezas y procesos en su vida escolar debe estar preparado para afrontar y resolver problemas que redunden en el bienestar propio y en el de los demás. En este caso, la evaluación correrá a cargo del mismo individuo, quien a lo largo de su vida determinará si la escuela le aportó los elementos suficientes para afrontar los retos que le ofrece la vida en sociedad.

En cuanto al qué se evalúa, se debe tener en cuenta el carácter multidimensional del proceso. Por eso se ha venido hablando de tres instancias: la cognitiva, la procedimental y la actitudinal.

En la instancia cognitiva se busca evaluar el conjunto de conocimientos que se contemplan como básicos, necesarios e indispensables dentro de un área específica del saber humano. Tales conocimientos han sido seleccionados y categorizados de acuerdo a los programas académicos diseñados por los docentes en correspondencia con el modelo curricular de la institución educativa, la normatividad vigente y los criterios actualizados provenientes de las comunidades científicas donde son producidos. La evaluación, entonces, toma en cuenta tres instancias:

- La

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