Felicidad Y Dinero: ¿Juntos, Pero No Revueltos?
Enviado por cazanga • 19 de Noviembre de 2011 • 2.873 Palabras (12 Páginas) • 1.651 Visitas
Felicidad y Dinero: ¿Juntos, pero no revueltos?
“El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación
tan parecida que necesita un especialista muy avanzado
para verificar la diferencia”
Woody Allen.
Lo primero que me viene a la mente es cómo tomar esta pregunta; por un lado están aquéllos que suelen siempre desafiar la opinión pública de que el dinero si hace la felicidad, y por otro los siempre conservadores y seguidores en este caso por el profesor Richard Easterlin (aunque ellos no lo sepan, por supuesto), que defienden a muerte el hecho de que la felicidad no depende de un par de sucios billetes.
Debo reconocer que permanecer neutro en esta discusión es bastante difícil, ya que encontré mucho material a favor y en contra de la correlación negativa o positiva del dinero y la felicidad. Por otro lado hay que admitir que los juicios que se dan dentro de una escala valorica siempre deben ser respetados, y el catalogar a una persona sólo por una postura frente a un determinado tema es lo último que se debe hacer. Aún así, el debate puede tomar un tono bastante agradable, con ideas y razones que como lo dice Woody Allen en la cita del encabezado, necesitaremos un especialista para dar con una conclusión.
Lo que quiero desarrollar en el presente ensayo, son las dos posturas que definen esta contienda que se ha desarrollado por mucho tiempo, y que incluso en estos días se ha tomado las planas de algunas revistas al descubrir que un par de valientes economistas han tratado de debatir la postura más conservadora con estudios y datos verídicos. Junto con esto, he recopilado información sobre otras opiniones que merecen ser expuestas como “complementos” de la eterna pelea felicidad-dinero, y que pueden ayudarnos a tratar de ponernos en algunos de los dos lados, o por lo menos esgrimir alguna opinión cuando se nos pregunte por este tema en el futuro.
Antes de empezar, es necesario aclarar que términos como felicidad son entendidos para todos de igual manera. Así evitaremos debates innecesarios sobre el significado del término en cuestión.
Dar hasta que duela...(o por lo menos intentarlo)
Recientes estudios hechos por el equipo de la University of British Columbia, y la Harvard Business School Found, han probado dentro de un grupo de personas en Estados Unidos, que la gente suele sentirse a gusto o feliz, si gasta dinero en otras personas. La principal idea a probar, era que la forma en que las agentes gastan su dinero es al menos tan importante como la cantidad de dinero que se gana. El número de personas a considerar fueron 600, que evaluaron su felicidad, considerando datos como su informe anual de ingresos, el detalle de sus facturas mensuales de gastos, regalos para ellos mismos, para otros y donaciones de caridad.
A simple vista puede ser una arista obligada a considerar, pero hay que tener en cuenta que a los individuos se les entregaba cierto monto de dinero, y se les daban instrucciones específicas de cómo gastarlo; algunos lo tenían que gastar en sí mismos y otros obligadamente en terceros. Al final del día, aquéllos que acataron la segunda orden apuntaban un nivel de felicidad mayor que sus compañeros del primer grupo.
Esto me hace inevitablemente pensar en dos cosas a considerar para este estudio. Primero, el hecho de que no todos tienen el nivel de ingresos necesarios para poder gastar dinero en otras personas. No es fácil imaginarse a un mendigo pidiendo dinero en la calle para comprarle una lata de jurel a su fiel gato, en un invierno frío como el que estamos pasando. Es un ejemplo extremo y lo sé, pero da a pensar en la alternativa, que los resultados que comenta la sicóloga de la universidad realizadora del estudio, Elizabeth Dunn, pueden no ser del todo confiables en un cierto rango de personas que no pueden cubrir sus necesidades básicas, lo cual es algo lógico de esperar, pero necesariamente mencionable para desarrollar el próximo punto. Segundo, a medida que aumentan los ingresos, es un tanto obvio que se tiene un abanico más grande para intentar gastar dinero en terceras personas. Las donaciones caritativas pueden ser sumamente satisfactorias para uno, si se hacen cuando a final de mes la calculadora nos da su aprobación. Con esto es fácil decir que el dinero si compra la felicidad, pero cuando se gasta en otras personas, lo que el estudio hecho nos lleva a pensar.
Al final del día, se puede estar de acuerdo con ello, pero es innegable que esto va a depender sí o sí del dinero que uno tenga a disposición, lo que nos lleva nuevamente a depender (diciéndolo de una manera muy simple) del dinero para ser felices. En simples palabras: si tenemos más dinero, podemos gastar más en otras personas, y esto nos lleva a un grado mayor de felicidad.
Comparaciones y una U
Algo más cercano a lo que los economistas han estudiado y comentado a lo largo de la historia, en particular de Layard, es que la felicidad empieza a tomar distintos rumos cuando nos comparamos con nuestros similares: a la gente le importa cuánto dinero tienen los demás. Esto se probó con evidencia del Banco Interamericano del Desarrollo (BID), que explica la importancia que toma la comparación que los individuos hacen de su ingreso, con el de los demás. Este factor suele incrementarse cuando se cubren las necesidades básicas, y la felicidad se hace aún más relativa a factores como la presión social, competencia económica, niveles profesionales, aspiraciones personales y hasta el hecho de escoger a la pareja correcta de toda una vida. Todo esto lo explica Carol Graham del instituto Brooking desde la sede del BID, que se basó de un estudio hecho sobre la desigualdad y la felicidad, quien concluye que la percepción del estatus es más importante que el ingreso promedio, sobre la felicidad.
Muchos discuten el hecho de que aunque las sociedades de las economías desarrolladas tienden a tener estándares de vida mucho más elevados que los países no desarrollados, en promedio no se consideran tan a gusto como sus pares de países latinoamericanos, por ejemplo. Y tienen mucha evidencia para esto, ya que los índices de depresión y envidia han aumentado en las sociedades ricas: Japón después de la segunda guerra mundial creció a un ritmo impactante (ejemplo utilizado por Easterlin y que será analizado más adelante en el ensayo), pero los suicidios en el país han aumentado cada vez más. Es por esto que autores como Layard en su texto “Happines”, explica que el dinero puede hacer más feliz, pero cuando se compara la riqueza (y por tanto la felicidad) con las personas que a uno lo rodean. Por esta razón las sociedades actuales tienen muy internalizado el concepto
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