Guerra De Siria
Enviado por creot15 • 3 de Noviembre de 2014 • 2.536 Palabras (11 Páginas) • 230 Visitas
Tema: Tras alcanzar un equilibrio de fuerzas, los rebeldes han conseguido imponer entre la población siria su relato de que los enfrentamientos acabarán con la derrota militar del régimen, con lo que la guerra civil ha entrado en su fase final.
Resumen: Tras 21 meses de enfrentamientos, la guerra civil en Siria ha superado una fase de equilibrio en la que las fuerzas gubernamentales disponían de capacidad suficiente para hacer frente a los rebeldes en todos los lugares donde éstos les hacían frente. Ahora, las fuerzas leales al régimen han perdido la iniciativa y comienzan a replegarse sobre la parte del territorio que aún pueden controlar. Las fuerzas rebeldes todavía no disponen de los medios armados capaces de derrotar militarmente a las leales pero, en cambio, han conseguido imponer dentro y fuera del país la sensación, el relato, de que el régimen no ganará la guerra civil. El triunfo del relato rebelde en la batalla de los relatos ha decantado el centro de gravedad del conflicto en su favor y este ARI describe cómo ha afectado este hecho a las operaciones militares, las negociaciones diplomáticas y las intervenciones militares de terceros para concluir la fase final de la guerra civil.
Análisis: La guerra civil siria ha entrado en su fase final. Más lentamente de lo que querrían los rebeldes y quienes les ayudan a derribar el régimen de los el-Assad pero más deprisa de lo que suponen quienes lo defienden, la guerra civil ha superado un período de equilibrio en el que cualquiera de las dos partes podía acabar imponiéndose para entrar en su fase final donde sólo los rebeldes pueden ganar. Las fuerzas leales han perdido la iniciativa y tratan de defender –aunque todavía no desesperadamente– las posiciones estratégicas que ocupan en las grandes ciudades, la zona costera y las vías de comunicación que las unen. Aunque todavía disponen de capacidad para impedir que las fuerzas rebeldes consoliden sus ganancias territoriales, ya no pueden hacer frente a todos los rebeldes en los numerosos frentes que éstos les abren cada día porque han perdido la superioridad militar que han mantenido hasta ahora y van cediendo terreno a los rebeldes. Las vías terrestres de comunicación se han vuelto inseguras y cada vez dependen más de los medios aéreos para sus acciones operativas y logísticas, por lo que la captura de armamento antiaéreo a las fuerzas leales y la llegada de misiles tierra-aire están inclinando decisivamente la balanza en favor de los rebeldes.
La guerra civil en Siria ya está decidida aun antes de que se produzcan los últimos combates –que los habrá y muy duros– porque las guerras modernas no se ganan sobre el campo de batalla de las ciudades sino entre las percepciones de las poblaciones. El centro de gravedad de una guerra, es decir, el hecho decisivo que altera el curso de la contienda, ya no se consigue mediante una victoria militar sino haciendo triunfar la percepción de que uno de los dos bandos va a ganar inevitablemente. El relato de lo que va a ocurrir se convierte en una autoprofecía que se cumple a favor del bando que tiene un relato triunfador. Los rebeldes no han ganado ninguna gran batalla ni conquistado ninguna gran ciudad pero están consiguiendo imponer su relato de lo que va a ocurrir: que el régimen va a caer por la fuerza, mientras que el relato del régimen –que podrá imponerse a los terroristas jaleados desde el exterior– comienza a hacer aguas.
Las actuaciones militares y diplomáticas de última hora, dentro y fuera de Siria, se enmarcan en la progresiva asunción del relato y conducen la guerra civil hacia su fase final en la que ya se conoce cuál va a ser el ganador y, mientras los bandos se preparan para librar los últimos combates, todos los actores se preocupan por lo que pueda ocurrir al día siguiente de la caída del régimen que la forma y fecha en que esto sucederá.
Dudas, propaganda y supervivencia
Los progresos rebeldes comienzan a crear dudas entre los partidarios del régimen y crecen los rumores –ayudados por la guerra psicológica y la propaganda– de proyectos de fuga o deserciones entre quienes hasta hoy defienden el régimen, incluido el presidente, su familia y los círculos políticos, económicos y militares más restringidos. Sean reales o virtuales, las informaciones tienen ahora más credibilidad porque encajan en el relato triunfador y crean entre las personalidades del régimen la inquietud de pensar cuándo y cómo deberían hacerlo para ponerse a salvo. El relato y las penurias han hecho ya mella entre los apoyos sociales y económicos del régimen. Sus partidarios han visto cómo sus viviendas, barrios y negocios se han visto afectadas por los combates y cómo las fuerzas gubernamentales han ido cediendo terreno a los rebeldes. Los combates y el miedo han generado más de dos millones de desplazados y de medio millón de refugiados que, como muchos otros sirios, deben pensar ahora dónde reconstruirán sus vidas para evitar verse implicados en los ajustes de cuentas que se ven venir. Las minorías no suníes –como la drusa, kurda, cristiana y, especialmente, la alauí– temen la revancha de la mayoría suní, especialmente la de sus elementos más radicales que ya han demostrado su capacidad de venganza durante la guerra civil (las imágenes de ejecuciones sumarias y de limpieza étnica de algunos videos rebeldes no dejan lugar a dudas sobre lo que les espera).
Quienes combaten también piensan qué harán el día siguiente y cuál será su destino, su cuota de poder o quiénes serán sus aliados tras la caída del régimen. Las numerosas milicias rebeldes que se han formado no se desmovilizarán tras la caída del régimen y tratarán de exigir su compensación a la hora de recomponer el nuevo orden, para lo que conservarán el armamento actual y procurarán seguir haciéndose con todo lo que encuentren en los arsenales gubernamentales o reciban desde fuera por si la lucha continúa. Los kurdos, hayan combatido o no en la guerra civil, se prepararán para hacerlo si tienen que defender los niveles de autonomía conseguidos con el régimen que se acaba, creando a Turquía e Irak un problema para el día siguiente más grave que el de atender a los refugiados sirios que llegan a sus fronteras. Una vez que caiga el régimen, muchos yihadistas suníes que han estado combatiendo volverán a sus lugares de procedencia –numerosos, por desgracia al norte de África y al Sahel– mientras que otros como los del Frente al-Nusra se quedarán para combatir la presencia occidental o apoyar las luchas sectarias contra las minorías no islamistas. Los milicianos pro-iraníes que han combatido en Siria, tendrán que dirigirse al Líbano o a Gaza, donde Irán seguirá apoyándoles para preservar sus últimos reductos de influencia en la zona, lo que
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