Inmigración: Diálogos entre el imaginario, la historia social y las leyes
Enviado por Pamela Zamora Bevacqua • 27 de Octubre de 2016 • Ensayo • 1.405 Palabras (6 Páginas) • 273 Visitas
Inmigración: Diálogos entre el imaginario, la historia social y las leyes
Pensar en la inmigración y en los inmigrantes nos implica como ciudadanos, nos presupone como nacionales y nos ubica en un lugar propio, un lugar construido y respaldado; frente al lugar de aquel que debe reconstruir su historia y su estatus con una etiqueta, debe redefinirse frente a la mirada de los otros sobre sí mismo.
A partir de esto es necesario delimitar qué es ser inmigrante, qué es ser extranjero para dejar de lado prejuicios superficiales y pensar desde otro lugar lo que esta denominación reviste históricamente y socialmente y cómo impacta a nivel personal en los sujetos.
En este sentido la clase 1 ¿Qué es un extranjero? Nos dice:
“Una figura a la que le hemos dado tantos nombres —muchos de los cuales son adjetivos empleados como sustantivos— debería convocarnos al análisis y a la reflexión. Una primera aproximación nos muestra no sólo cuán diversas pueden ser las personas que se desplazan territorialmente, sino también cuán diversas son las personas que hablan de ellas y cuán variados resultan los discursos, relatos e imágenes que construimos sobre su figura.
A partir de lo citado, se resalta la importancia de la reflexión, de pensar lo que esa palabra tiene por detrás y cómo nos involucra a los educadores ya que es en la escuela en donde se puede contribuir a prevenir y desarmar prejuicios, miradas y actitudes discriminatoria y para ello, debemos conocer, saber y manejar información basada en el análisis.
Este texto pretende acercar estos datos para que la escuela y sus actores sean verdaderos lazos entre la inmigración, la diversidad y los derechos, debemos asumir el rol y la responsabilidad para proteger los derechos alcanzados.
Retomando la cita anterior que evidencia que al extranjero le damos muchos nombres y muchas significaciones, es que nos resulta importante especificar la complejidad de este término. En primer lugar, la complejidad viene a colación porque estamos encuadrando en un término a una persona social y cultural, eso ya resulta incomodo porque delimita modos de ser con una simple palabra cuando sabemos, que en realidad, el ser humano no es así de simple.
En segundo lugar, cuando pensamos en la extranjería lo hacemos en función de las líneas geográficas que determina el lugar de pertenencia de una persona, pero, esto también es relativo por la característica antes mencionada. La complejidad del ser humano le permite moverse en el universo social de maneras muy diversa lo que produce es mayor la posibilidad de ser extranjero que la de nunca serlo.
Estas delimitaciones son tan relativa que se retroalimentan ya que la nacionalidad y la extranjería depende de dos lógicas la jurídica y la política, ambas son construcciones que normativizan la presencia de las personas de tienen otras nacionalidades. La clase nos aclara esta acotación:
Vemos, entonces, que la categoría de “extranjería” refiere a la persona que se encuentra fuera del país de su nacionalidad. Esta sencilla definición incluye tres términos centrales —país, territorio y nacionalidad— que nos hablan de Estados con jurisdicción y soberanía sobre un espacio específico recortado por fronteras. Las
fronteras internacionales marcan el límite: cuando las personas las cruzan ingresan a otro país y también a otro sistema de normas, reglas y costumbres, e incluso a otras prácticas de clasificación social. La primera consecuencia de este cruce es que la persona se ha convertido en extranjera, aunque se trate de la misma e idéntica persona que del otro lado de la frontera era nacional.
La cita nos aclara como cambia la clasificación de una persona al cruzar una frontera, y no sólo a nivel jurídico sino a nivel social. Siguiendo esta idea es relevante centrar la atención en otro término, otra forma de llamar al extranjero: Inmigrante.
¿Inmigrante y extranjero, son sinónimos? ¿Designan lo mismo? ¿Tienen la misma carga simbólica? Esta respuesta nos la puede dar Sayad quien sostiene que “inmigrante designa cada vez con mayor frecuencia una condición social, mientras que extranjero corresponde a un estatus jurídico-político”
Entonces se puede acordar que el inmigrante es la representación simbólica que reviste una persona que habita en una país en el cual no nació; y extranjero es la designación material que deviene de la normativa de los países soberanos.
Esta diferenciación da pie para empezar a pensar cómo fue la condición social de los extranjeros a través del tiempo, y esto nos lleva a los grandes relatos de la historia de nuestra Argentina que no son sólo imaginarios sociales sino que están fuertemente marcados por el desarrollo y el respaldo de la leyes.
Retomar estos relatos nos lleva hasta el siglo XIX, cuando el sentido de la nacionalidad no estaba determinado por las delimitaciones geográficas sino por la anhelada civilización europea. Ser nacional en esa época era imitar al europeo no al legítimo habitante de nuestro país. Respondiendo esta lógica se dictaminó la ley Avellaneda Nº 817, de Inmigración y Colonización, en la que “los migrantes europeos fueron llamados a “civilizarnos”, a conjurar el “desierto” social y cultural que se cernía sobre nosotros. En este contexto, la ley Avellaneda estaba dirigida a un inmigrante imaginario, que aún no había arribado, y que en verdad era un desconocido” (Clase 3 “Derechos y trayectorias migratorias)
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