Instrucción pública

INSTRUCCIÓN PÚBLICA

Autor: Francois Furet y Mona Ozouf

“Desde hace mucho tiempo he considerado ideas como sueños que no se realizarían más que en un futuro indeterminado y para un mundo en el cual yo ya no existiré. De repente, un afortunado acontecimiento abrió un inmenso camino a las experiencias del género humano; en un solo instante se puso a un siglo de distancia entre el hombre del presente y el del mañana”. La conjunción de diversos factores políticos y culturales estimula estas aspiraciones, la tiranía se basa en la ignorancia; la libertad, en cambio, se solidaria del genio, de las letras y de las artes, y convoca las luces.

El porvenir de la Revolución va, pues, de la mano de una inmensa obre pedagógica concebida para servir de barrera infranqueable entre la condición degradante del súbdito y la vocación vibrante del ciudadano, el hombre antiguo y el hombre nuevo.

La educación es un deber de la Nación con respecto a sí misma, es una manera de que ella se aplique a sí misma su voluntad y su poder soberano. La representación de la misión pedagógica de la Revolución ejerce una irresistible fascinación sobre los actores políticos, en todos los poderes sucesivos. Se siente condenados, por así decirlo, a producir permanentemente un discurso pedagógico, a encarnas esta vocación en múltiples proyectos y a tratar de ponerlos en practica como quiere que sea. A medida que se elaboran estos discursos y que se acumulan las experiencias pedagógicas, se forma también un consenso tácito sobre ciertos objetos particulares de la instrucción revolucionaria.

La instrucción regenerada debe ser pública en el sentido de que pertenece a la Nación de la cual emana. Esto presupone, en un principio, la ruptura radica con el antiguo sistema de instrucción, condenado en el bloque por arcaico y pernicioso.

La educación nacional es el alimento necesario para todos; la instrucción es la posesión de unos cuantos.

El gran problema de la pedagogía revolucionaria es como hacer al nuevo con lo viejo, como formar ciudadanos con sujetos maduros, como formar hombres nuevos con estos adultos, que son los que constituyen la Nación soberana pero que necesariamente has estado sometidos a la influencia nefasta de las instituciones, de las costumbres y de los prejuicios del antiguo régimen. El calendario revolucionario es el mejor ejemplo de ello: lleno de un nuevo simbolismo, que se pretende eficaz, esta encargado de racionalizar el ambiente cultural y, partiendo de él, uniformarle.

La figura ideal de instructor es la encarnación misma de esta unidad: tendrá que enseñar a leer y a escribir a los niños y, al mismo tiempo, participar activamente en la organización de las festividades cívicas.

La lectura Instrucción Pública nos cuenta cómo influyó la Revolución Francesa en el proceso de Educación

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