Intervencion educativa
Enviado por rey12344456 • 17 de Septiembre de 2021 • Ensayo • 1.928 Palabras (8 Páginas) • 87 Visitas
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UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL
UNIDAD 285
ENSAYO
MICROHISTORIA
Licenciatura en Intervención Educativa (2DO semestre)
PRESENTA
Reynaldo Israel Contreras López
PROFESOR
BENITO HERNANDEZ
CD. REYNOSA, TAM. MAYO DE 2020
Lo que se va a leer es mi lectura interesada de lo que considero esencial, que, para mí no es, toda, la obra de Ginzburg, sino la microhistoria como una de las formas de la Historia. Utilizando la antología como base y posteriormente la web, para buscar diferentes significados, así como otras fuentes de información, para no terminar antes de comenzar dejo que las líneas hablen por si solas.
La Historia
¿Qué es la Historia? Responden Pons y Serna:
“Historiar significa investigar, el proceso de pesquisa que nos permite conocer lo que de entrada ignorábamos, algo sucedido, pero de lo que no sabíamos el proceso concreto o el resultado final”.
No sólo en tanto que pobladores, a los historiadores “nos preocupa el presente, lo que nos toca vivir”. Indagamos “desde lo que nos concierne”. Desde el presente. Pero es el pasado lo que nos importa, es sobre lo que nos ocupamos: nuestro objeto de estudio son los “acontecimientos ya concluidos”, aquellos “actos humanos consumados”. No indagamos por escapismo, por evasión, por huida, “en ese mundo desaparecido”: lo hacemos “para diferenciar lo que ahora vemos y no terminamos de entender, para comparar con lo ocurrido y ya consumado o que creemos ya consumado”. ¿Y qué es el pasado? Para Serna y Pons…
“En realidad, el pasado no pasa, no acaba de pasar, y sus consecuencias perduran, llegando hasta nosotros material o inmaterialmente.”
Como mucho de lo más significativo que nos acontece “es resto o herencia”, resulta que el pasado, lo ocurrido, es “efecto o defecto que nos condiciona”. Y da igual que sepamos o no que nos establece, aunque es mejor saberlo. La labor social de los historiadores es socorrernos a entender el presente.
“La validez de las obras históricas depende de la verdad que incorporan y de la explicación razonable y verosímil que aportan”.
Sí, sin embargo matizo: creo que la verosimilitud es más correcta de la ficción narrativa que de la Historia, esa narración literaria del pasado a la que no le basta ser creíble, ha de ser cierta.
Para cerrar este epígrafe, aproximémonos otra vez al sentido del oficio de Pons, Serna, Ginzburg... El objeto de estudio de la Historia es la historia, es decir, el pasado. La Historia explica aquello que es lo más característico de la historia: “la historicidad del contexto, o sea, aquel hilo director que da significado y singulariza como irrepetibles unos hechos”.
La microhistoria
Pero, ¿qué es lo que se aprende de ese sedimento infinito que es en definitiva el pasado? Todo lo experimentado por la humanidad es inabarcable como objeto de análisis. Los historiadores nos resignan a lo limitado, siempre tratan de optar y seleccionar. Ejercen una “discriminación justificada”. Ahí es dónde encaja la llamada microhistoria.
“La perspectiva microanalítica nace en las ciencias sociales por imitación a lo hecho en las ciencias experimentales”.
La microhistoria, que es una forma de escribir la Historia, un conocimiento (un “proyecto historiográfico”, a decir del propio Ginzburg), no ensaya lo curioso o lo pintoresco. Cuando se reduce “la escala de observación para estudiar la conducta social” se pretende apreciar significados que podrían haber acabado por ser invisibles. Como si se utilizara un microscopio, se estudia un caso específico porque puede ser general o porque definitivamente al menos puede servir de ilustración general. Se trata de estudiar aquello que tiene representatividad.
Los autores utilizan la categorización de los elementos que componen la microhistoria descrita por Ginzburg, para quien la microhistoria (despojada de la audacia historiográfica que tantas veces ha hecho pasar por microhistoria lo que no lo era) ha de cumplir para serlo en puridad los siguientes requisitos: reflexionar sobre lo particular (“sobre el caso que se examina”), comparar las formas culturales para apreciar las semejanzas, alternar “lo observado en primer plano y lo captado en otro general” (oscilar entre lo micro y lo macro), “examinar narrando”, rechazar el escepticismo posmoderno apartando todo “relativismo epistemológico” y situar la prueba documental del pasado estudiado en el centro absoluto del análisis:
“La microhistoria desafía a la macrohistoria, y a la inversa”.
Serna y Pons nos explican que la microhistoria sería algo así como intentar rehacer un rompecabezas pero del que se carece de un cierto número de piezas, un rompecabezas que no viene acompañado de un instructivo seguro. Sobre la metáfora del rompecabezas ya he escrito en otro sitio, pero yo me relataba a la Historia, no a una de sus formas o proyectos. Dejo a los dos historiadores que sigan explicándose. Sólo se tienen fragmentos de ese todo descompuesto. Fragmentos, no detalles. Restos. Estudiemos esos fragmentos, hagamos microhistoria. Tracemos Historia por medio de la representatividad que somos preparados de vislumbrar en esos documentos a los que les otorgamos categoría de acontecimientos, no por mera curiosidad, sino porque vemos en ellos lo que el pasado no siempre es capaz de ocultar.
Pieter Bruegel
La verdad
Los autores dan fe de la decidida defensa que del oficio del historiador hace Ginzburg, quien “dice confiar en la verdad, critica las formas contemporáneas del escepticismo”, a las que achaca su “irracionalismo estetizante” y su “populismo negro y mudo”, aquellas que se niegan a analizar e interpretar, “invocando la voz de los excluidos”:
“Frente al escepticismo, Ginzburg opone la búsqueda paciente y modesta de la verdad”.
Ginzburg hace suyos los postulados de otros historiadores que contestaron las explicaciones posmodernistas de Hayden White (ya sabemos, el gran negador de la Historia como acercadora de la verdad, el de que el hecho sólo tiene una existencia lingüística). Contra esa reducción de la Historia a la retórica de los White, el historiador italiano proclama el principio de realidad.
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