LA ARGENTINA ABORIGEN
Enviado por angelicaquilqui • 27 de Septiembre de 2014 • Síntesis • 623 Palabras (3 Páginas) • 194 Visitas
LA ARGENTINA ABORIGEN
Fuente: Diario Clarín - Sociedad / Martes 9 de enero de 2001
ECONOMIA DE SUBSISTENCIA
Wichís del Chaco salteño: vivir como hace 300 años
Cazan y pescan como única alternativa. Los chicos crecen con la honda colgada al cuello. Pero ahora la zona donde viven cambió para peor y es más difícil sobrevivir. En su dieta figuran las vainas de algarrobo y las iguanas
Por SIBILA CAMPS. Enviada especial a Salta.
A la derecha de la arenosa ruta provincial 54, que cruza el norte de Salta hacia Santa Victoria Este, el monte arde en filas parejas que se pierden en el horizonte. Cuando dejen de crepitar los miles de árboles talados quedará un cementerio de cenizas, como en el campo que se ve más adelante, listo para que hagan su tarea tractores y arados. "En esos desmontes murieron unas treinta corzuelas por día", afirma Francisco Pérez, cacique de Cañaveral. Menos carne para los 6.500 indígenas del Chaco salteño, en su mayoría wichís. Menos algarroba para aguantar la temporada seca.
"Para las artesanías sólo usamos los árboles viejos, lo mismo que para el carbón", acota. Seguirán tirando las comunidades cercanas a la ribera del Pilcomayo, adonde los hombres van a pescar para su gente, y para vender a las 400 familias de criollos asentadas en su territorio. Las montaraces, en cambio, comerán cada vez más salteado.
Raramente pasa un vehículo por las sinuosas picadas que rasguñan el monte. A lo sumo las bicicletas de los maestros, rumbo a las comunidades que tienen escuela primaria. Por ahí no entraron más ladrillos que los que sostienen los templos evangelistas y algún salón comunitario. Por ahí no pasaron postes de electricidad ni cañerías para el agua potable. Por ahí llegan vacunas, pero no equipos para fumigar las chozas y mantener a raya a las vinchucas.
Por ahí tampoco salen animales para faenar, ni verduras en cajones: tal vez haya agua —generalmente contaminada—, pero no semillas. Sin programas de promoción social, los wichís continúan siendo los cazadores y recolectores que eran hace tres siglos, pero con el agravante de que su hábitat ya no es el mismo.
Los chicos crecen con la honda colgada al cuello. Su buena puntería con los plumíferos se hará masticable. Cuando sean grandes lanzarán un silbido suave a los perros huesudos y, pala al hombro, se meterán en el monte a mariscar. Si tienen suerte, los perros sitiarán en su cueva a una mulita o un lagarto. El animal desenterrado irá a parar a la olla, apenas con agua y sal.
"Con las iguanas nos controlamos: con una nomás por día alcanza", asegura Reynaldo, de Cañaveral. Y si la caza viene floja —algo cada vez más frecuente, a causa de la tala clandestina—, habrá que manotear el pescuezo de alguno de los pollos o de los chivos que deambulan por la aldea. "Pagan 10 pesos por oveja
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