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LA IMPORTANCIA DE LOS ALCANCES SOCIALES DE LA PRÁCTICA ARQUEOLÓGICA EN LATINOAMERICA


Enviado por   •  13 de Febrero de 2012  •  2.195 Palabras (9 Páginas)  •  891 Visitas

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LA IMPORTANCIA DE LOS ALCANCES SOCIALES DE LA PRÁCTICA ARQUEOLÓGICA EN LATINOAMERICA

Muchas veces se escucha del debate dentro de la comunidad científica, sobre si es la arqueología o no una ciencia. Algunos la ven solo como una disciplina que se muestra impotente para desenmarañar los fenómenos que pretende explicar, o critican la fuerte importación teórica y metodológica que realiza de otras áreas. Hay también investigadores que defienden su estatus como ciencia. Justificándolo con el empleo del método científico para la obtención de las conclusiones. O la rigurosa metodología utilizada para aprovechar al máximo los tan preciados contextos arqueológicos que destruye mientras los estudia, y los innumerables eventos académicos que se organizan alrededor del mundo, donde discutimos los avances de trabajo, comparamos nuestras hipótesis, nos relacionamos. Algunos llegan a publicar libros que, de los cuales solo una pequeña fracción del total, llegan a ser conocidos por el público en general.

Si a esto agregamos todos los mitos que existen alrededor de la arqueología, que acaban por dificultar su práctica en algunos sitios. Sobre todo alentados por la desconfianza de la gente, preocupada por el manejo de su patrimonio. Quienes incluso en ocasiones proponen que el arqueólogo sólo llega a sus comunidades mientras “encuentra una olla de oro” o algún otro “tesoro” con el que logra alcanzar su personal providencia económica, a costillas de lo que por derecho les pertenece a los habitantes del pueblo. Ésta clase de situaciones puede provocar que exista un aire de oposición al desarrollo de proyectos arqueológicos en algún determinado lugar, o conllevar actitudes violentas contra los investigadores, como el hostigamiento o el saqueo de las excavaciones.

En concreto, la falta de vínculo con las sociedades actuales, se ha convertido en un problema que limita la práctica arqueológica. No solo en México si no en el mundo en general. Para que podamos ver esto de una manera más clara, necesito mencionar algunos ejemplos prácticos.

Como una respuesta a este problema nace la arqueología social latinoamericana. Expresado principalmente en el trabajo del arqueólogo Luis Lumbreras Salcedo quien publicó una recopilación de los trabajos experimentales escritos entre los años 1967 y 1973. Lo que produjo como resultado una publicación, que no es homogénea ni orgánica, que busca encontrar un método de análisis que explique, de marea coherente, el proceso andino. Que sirva para ligar el pasado al presente de manera significativa (Lumbreras 1974).

En cuanto al contexto histórico, surge a mediados del siglo XX. Donde pueblos latinoamericanos se alzaban contra sus condiciones de existencia. La incongruencia de las relaciones entre el Estado y la Sociedad civil, hizo que un grupo de arqueólogos se encontraran envueltos en los conflictos sociales que,

en el marco de entendimiento de tales tensiones, empezaran a utilizar nuevas categorías (revolución, relaciones sociales conflictivas, lucha de clases, obreros,

etc.). El enfrentamiento a estas nuevas condiciones los llevó a identificarse con el

materialismo histórico y el marxismo ya que les permitía tener otro tipo de aproximación y análisis de los procesos (franco, 2008).

Según esta corriente, la disciplina debía contribuir, desde su propio campo (el de la producción de conocimiento científico acerca del pasado) con los procesos de lucha que eran protagonizados por las clases explotadas y por el conjunto de sectores oprimidos del continente. Lumbreras argumenta que la teoría de los comportamientos no satisfacía todas las demandas de explicación, y que era necesario una concepción de las relaciones basada en la sociología pero articulada con la antropología y la historia (Lumbreras 2004; 2006).

Este marco permitió la formación y preparación de una serie de arqueólogos marxistas. Los cuales en el estado de una situación política e intelectual más favorable para su actividad, lograron sentar las bases para el surgimiento de esta corriente arqueológica. El gobierno de aquellos países (Juan Velasco Alvarado en Perú, simpatizante con las ideas de izquierda y con un proyecto de “Socialismo estatal”, así como el gobierno populista del socialdemócrata Carlos Andrés Pérez de Venezuela, el del socialista Salvador Allende en Chile y el régimen político surgido de la Revolución cubana) ejerció durante este periodo un importante impulso a la práctica de dichos arqueólogos. Permitiéndoles ocupar espacios académicos de gran relevancia en universidades y en centros de investigación. Facilitándoles así también el acceso al financiamiento y a una gran cantidad de recursos humanos e institucionales (Oyuela-Caycedo etal, 1997; Fuentes y Soto 2007).

Para el caso de México, muchos de los estudiantes, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, simpatizaron con el término y comenzaron a auto denominarse como marxistas, y pertenecientes a la ASL. Cuyas aspiraciones de ejercer la practica arqueológica estribaba en la pertenencia al Instituto Nacional de Antropología e Historia. Institución que regula el trabajo arqueológico en México

y es perteneciente al estado. Por lo tanto tiene los mismos intereses que este, donde se apoya al capitalismo y la globalización como alternativas para la economía nacional.

Como consecuencia en nuestro país, la arqueología parece estar al servicio del turismo nacional y extranjero para la captación de divisas. Esta situación perjudica las características de las investigaciones. Dejando de lado las que cuentan con un enfoque académico. Para dar paso a aquellas que se centran en el mantenimiento de sitios arqueológicos ya abiertos al público, que cuentan con una muy pobre información de difusión y divulgación. Comparado con la cantidad de materiales que de ellas se extraen, los cuales en muchos casos no llegan a ser analizados por diferir con el ‘interés de la investigación.

Resulta contradictoria esta supuesta afiliación con las ideas del ASL, ya que muchas veces, la apertura de un sitio arqueológico al público parece más un problema económico para las poblaciones locales que un beneficio. Esto como

consecuencia de la hegemonía del INAH para el manejo de los monumentos históricos y zonas arqueológicas. Donde los recursos captados, se centralizan

para después ser re distribuidos según los presupuestos asignados a los distintos

órganos del grueso burocrático, regulados por la secretaría de hacienda. Dejando

de lado las necesidades de las comunidades que se encuentran directamente vinculadas con el espacio geográfico del sitio. Poblaciones que en su mayoría se

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