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LAS CENIZAS.


Enviado por   •  12 de Diciembre de 2012  •  Trabajo  •  4.592 Palabras (19 Páginas)  •  378 Visitas

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SIINSAJO

PARTE I: LAS CENIZAS.

CAPITULO 1

Bajo la mirada hacia mis zapatos, observando mientras una fina capa de cenizas se asienta sobre el

gastado cuero. Aquí es donde estaba la cama que compartía con mi hermana, Prim. Allí estaba la mesa

de la cocina. Los ladrillos de la chimenea que colapsaron en una carbonizada pila, proveen un punto

de referencia para el resto de la casa. ¿De qué otra manera podría orientarme en este mar gris?

No queda casi nada del Distrito 12. Hace un mes, las bombas del Capitolio arrasaron con las pobres

casas de los mineros en la Veta, las tiendas de la ciudad, incluso con el Edificio de Justicia. La única

zona que escapó de la incineración fue la Aldea de los Vencedores. No sé exactamente por qué. Quizá

para que quien se vea obligado a venir aquí por asuntos del Capitolio, tenga un lugar decente para

quedarse. Los raros reporteros. Un comité evaluando la condición de las minas de carbón. Una

cuadrilla de agentes de la paz buscando refugiados que hayan vuelto.

Pero nadie ha vuelto excepto yo. Y es sólo para una breve visita. Las autoridades del Distrito 13

estaban en contra de mi regreso. Lo veían como un riesgo costoso y sin sentido, dado que al menos

una docena de aerodeslizadores invisibles están haciendo círculos arriba para mi protección, y no hay

inteligencia alguna por ganar. Sin embargo, tenía que verlo. Tanto, que lo convertí en una condición

para cooperar con cualquiera de sus planes.

Finalmente, Plutarch Heavensbeen, el líder organizador de los juegos, que había organizado a los

rebeldes en contra del Capitolio, alzó sus manos.

—Déjenla ir. Más vale desperdiciar un día que otro mes. Quizá un breve recorrido por el 12 es justo lo

que ella necesita para convencerse de que estamos del mismo lado.

El mismo lado. Un dolor apuñala mi sien izquierda y presiono mi mano contra ella. Justo en el lugar

donde Johanna Mason me golpeó con el rollo de cable. Los recuerdos giran en espiral mientras trato

de separar lo que es cierto y lo que es falso. ¿Qué serie de eventos me guiaron a estar de pie sobre las

ruinas de mi ciudad? Esto es difícil porque los efectos de la concusión que ella me provocó no se han

apaciguado y mis pensamientos aún tienen una tendencia a mezclarse. Además, las drogas que usan

para controlar mi dolor y mi humor, algunas veces me hacen ver cosas. Supongo. Aún no estoy

totalmente convencida de que estaba alucinando la noche en que el piso de mi habitación de hospital

se transformó en una alfombra de serpientes retorciéndose.

Uso una técnica que uno de los doctores sugirió. Comienzo con las cosas más simples que sé que son

ciertas y trabajo hacia las más complicadas. La lista comienza a rodar en mi cabeza…

Mi nombre es Katniss Everdeen. Tengo diecisiete años. Mi hogar es el distrito 12. Estuve en los juegos de

Hambre. Escapé. El Capitolio me odia. Peeta fue tomado prisionero. Se cree que está muerto. Muy posiblemente

esté muerto. Probablemente es mejor si lo está…

—Katniss. ¿Debería bajar? —La voz de mi mejor amigo Gale me alcanza a través del auricular que los

rebeldes insistieron en que usara. Él está arriba en un aerodeslizador, observándome cuidadosamente,

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listo para abalanzarse si algo va mal. Me doy cuenta que estoy agachada ahora, con los codos sobre

mis muslos, y mi cabeza apoyada entre mis manos. Debo verme como al borde de alguna clase de

colapso. Esto no sucederá. No cuando finalmente me están liberando de la medicación.

Me enderezo y rechazo su ofrecimiento.

—No, estoy bien. —Para reforzar esto, comienzo a alejarme de mi vieja casa y voy hacia el pueblo.

Gale pidió ser dejado en el Distrito 12 conmigo, pero no forzó la cuestión cuando rechacé su compañía.

Él entiende que no quiero a nadie conmigo hoy. Ni siquiera a él. Algunos paseos tienes que hacerlos

solo.

El verano está siendo abrazadoramente caliente y seco como un hueso. No ha habido casi nada de

lluvia que perturbe las pilas de cenizas dejadas atrás por el ataque. Se mueven aquí y allá, en reacción

a mis pasos. Sin brisa que las disperse. Mantengo mis ojos en lo que recuerdo como el camino, porque

cuando aterricé por primera vez en la Pradera, no fui cuidadosa y choqué justo con una roca. Sólo que

no era una roca, era el cráneo de alguien. Rodó y rodó y aterrizó boca arriba, y por un largo rato no

pude dejar de mirar los dientes, preguntándome de quién eran, pensando en cómo los míos

probablemente lucirían de la misma manera bajo circunstancias similares.

Me ciño al camino por hábito, pero es una mala elección, porque está lleno de restos de aquellos que

trataron de huir. Algunos están completamente incinerados. Pero otros, probablemente derrotados

por el humo, escaparon de lo peor de las llamas y ahora están tendidos apestando en varios estados de

descomposición, como carroña para los animales carroñeros, y cubiertos de moscas. Yo te maté, pienso

mientras paso una pila, Y a ti. Y a ti.

Porque lo hice. Fue mi flecha, apuntando hacia la grieta en el campo de fuerza rodeando la arena, lo

que trajo esta tormenta de fuego como castigo. Eso envió al país entero de Panem al caos.

En mi cabeza escucho las palabras del Presidente Snow, pronunciadas la mañana que yo iba a

empezar el Tour de la Victoria. “Katniss Everdeen, la chica en llamas, tú has proporcionado la chispa que, de

quedar desatendida, puede crecer en un infierno que destruya Panem”. Resulta que él no estaba exagerando

o simplemente tratando de asustarme. Él estaba, quizá, genuinamente intentando enlistar mi

contribución. Pero yo ya había puesto algo en movimiento que no tenía la habilidad de controlar.

Quemando. Aún quemando, pienso de manera entumecida. Las llamas en las minas de carbón arrojan

humo blanco en la distancia. Aunque no queda nadie para que las cuide. Más del noventa por ciento

de la población del distrito está muerta. Los restantes ochocientos o algo así están refugiados en el

Distrito 13, lo cual, en lo que a mí respecta, es lo mismo que estar sin hogar para siempre.

Sé que no debería pensar eso; sé que debería estar agradecida por la manera en que hemos sido

recibidos. Enfermos, heridos, muriéndonos de hambre, y con las manos vacías. Aún así, nunca puedo

superar el hecho de que

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