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La Escritura Y El Texto


Enviado por   •  23 de Noviembre de 2014  •  2.204 Palabras (9 Páginas)  •  405 Visitas

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La escritura y el texto

Comparando a Wittgenstein con Derrida, es interesante considerar por qué el último concede tan fundamental prioridad al tema de la escritura, mientras que en el primero apenas se da la preocupación por el significado de la escritura. La preocupación de Derrida por la escritura está estrechamente ligada con su rechazo de la metafísica de la presencia. En palabras de Derrida:

Ningún elemento puede funcionar como signo sin estar en relación con otro elemento que no está simplemente presente. Este nexo significa que todo «elemento» —fonema o grafema— se constituye con referencia al trazo que dejan en él los restantes elementos de la secuencia...

Nada, ni en los elementos ni en el sistema, está jamás presente o ausente sin más. (Derrida:1981, p. 92)

Por tanto, en opinión de Derrida es erróneo suponer que la escritura es un modo particular de dar expresión al habla. La escritura —en el sentido ampliado que Derrida le atribuye—expresa con más claridad que el habla la naturaleza relacional de la significación en cuanto constituida en el espacio y en el tiempo. Podríamos referirnos, hablando con mayor exactitud, a la «ordenación temporal y espacial» [timing and spacing] de la significación, más que a su «ocurrencia» en un contexto dado. Existen similitudes con lo que Wittgenstein diría en este punto con respecto a la «deconstrucción» de las cuestiones metafísicas relativas al tiempo y al espacio y con respecto a su sugerencia de que el espacio-tiempo es constitutivo de la identidad de los objetos y sucesos. Comentando críticamente las reflexiones de San Agustín sobre la naturaleza del tiempo, Wittgenstein afirma que los enigmas con que lucha San Agustín están vacíos de contenido, pues se basan en la errónea atribución de una esencia a la temporalidad. Lo que de verdad es preciso elucidar es la «gramática» del tiempo. El tiempo no tiene esencia, y por consiguiente no existe una formulación abstracta que pueda expresar su naturaleza. Solo podemos experimentar y observar la temporalidad en el desarrollo de los sucesos. Puede aducirse que Wittgenstein no dio de hecho el siguiente paso, y que no trató, como Derrida (y antes que él Heidegger) el tiempo como constitutivo de sucesos y objetos. Pero pienso que no existe más forma de entender la filosofía de Wittgenstein que suponer que esta idea es intrínseca al análisis que desarrolla.

Las luchas de Wittgenstein con la forma —su aversión a escribir en un estilo narrativo y el aparente desorden de sus Investigaciones filosóficas— guardan una clara afinidad con el uso que hace Derrida de varios tipos de innovaciones gráficas; pues ambos escritores desean expresar concepciones refractarias a la «descripción». Los dos afirman que no es la presencia de algún tipo de realidad, física o mental, lo que sirve para fundamentar los componentes significativos de los sistemas de significación.

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Pueden entenderse las limitaciones de la concepción de la escritura de Derrida cuando consideramos las implicaciones de su «ordenación temporal y espacial». La concepción de la escritura de Derrida es un desarrollo directo de la separación saussuriana del significante de un mundo externo de objetos y sucesos. Derrida participa en la «retirada al texto», al universo de significantes, característica de las tradiciones de pensamiento estructuralista y post-estructuralista en su conjunto. Su «texto» es el del juego de diferencias intrínsecas a la significación en cuanto tal.

Aunque el concepto de différance le permite a Derrida comprender la temporalidad, su tratamiento del espacio es puramente nominal. O, dicho de otro modo, aunque habla de «ordenación temporal y espacial», a todos los efectos ambas cosas son idénticas. La «extensión» de la escritura está implicada en la ordenación de los sonidos o los signos escritos, pero este es un fenómeno exactamente idéntico a su diferenciación temporal. La descripción del carácter relacional de la significación de Wittgenstein tal como se expresa en la organización de prácticas sociales, sin embargo, no implica que el tiempo se colapse en el espacio. El espacio-tiempo no entra en la estructuración de la significación a través de la dimensión «horizontal» de la escritura—conceptualizada incluso como proto-escritura—, sino a través de la contextualidad de la propia praxis social. Durante mucho tiempo, la idea de que el significado de las palabras o proposiciones consiste en su uso confundió a los filósofos influidos por Wittgenstein; pues podría parecer que de esto se sigue que lo único que hacemos es sustituir «uso» por los objetos a los que, según las anteriores teorías del significado, corresponden las palabras. Pero lo que está en cuestión no es el «uso», sino el proceso de usar las palabras y frases en contextos de conducta social. El significado no es construido por el juego de los significantes, sino por la intersección de la producción de significantes con objetos y sucesos del mundo, enfocada y organizada por el individuo que actúa. Si esta concepción es básicamente correcta, hemos de cuestionar la prioridad que Derrida confiere a la escritura sobre el habla. Pues el habla—o, más bien, la conversación informal—recupera la prioridad sobre otros medios de significación. La conversación informal que se lleva a cabo en los contextos cotidianos de actividad es el principal «vehículo» de significación, porque actúa en contextos conductuales y conceptuales saturados. La escritura (en un sentido convencional más restringido) tiene ciertas propiedades distintivas que solo pueden ser explicadas con precisión contrastándolas con el carácter de la conversación cotidiana. Es más: la constitución del significado en este tipo de conversación es la condición de las propiedades significantes de la escritura y los textos.

El énfasis de Derrida en la escritura inspira toda una filosofía. Pero hay otros tres sentidos, de menor importancia, en los que las tradiciones de pensamiento estructuralista y post-estructuralista tienden a generar una preocupación por la escritura. Uno se refiere al nexo entre escritura y poder. Tanto en Lévy-Scrauss como en Foucault este tema se estudia mediante la relación entre oralidad y escritura. Supuestamente, el método estructuralista de Lévy-Strauss solo se aplica a culturas orales. Las sociedades sin escritura son "culturas frías» porque existen dentro del marco de una tradición reiterada, transmitida mediante el ejemplo y la palabra hablada. Las civilizaciones suponen la existencia de la escritura, que es en primer lugar y sobre todo un instrumenta del poder administrativo, no simplemente un nuevo modo de

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