La Pasión HUmana
Enviado por JuanDavid44 • 20 de Mayo de 2013 • 1.262 Palabras (6 Páginas) • 575 Visitas
La Pasión Humana
Generalmente, cuando aludimos la palabra pasión, nos referimos a esa fuerza intrínseca que nos impulsa a emprender determinadas actividades. Algunos psicólogos, por ejemplo, definen este término como ese obstinado deseo que nos lleva a perdernos en la tarea que hacemos y a entregarnos por completo a lo que nos despierta ese sentimiento. En pocas palabras, la pasión constituye lo que sería el motor de nuestras vidas, ya que básicamente se trata del producto de una pulsión humana, la cual tiene unos matices o unas manifestaciones emocionales muy diversas. Sin embargo, esta concepción no siempre se cumple benéficamente, pues aunque bien es cierto que ha sido impulsadora de grandes realizaciones, la pasión también ha fomentado el ímpetu de algunas de las más grandes tragedias de la humanidad, y, esto se debe a que, en muchos casos, la pasión prevalece por encima de la razón. Así, algunos apasionados, tal vez de forma inconsciente, han llegado a alejarse un poco de su racionalidad y su intenso anhelo los ha llevado a cometer acciones moralmente insuficientes. No obstante, en cuanto a esto último, cabe mencionar el importante papel que juega el espacio y la sociedad en que nos encontramos. Sabemos que, como humanos, somos seres sociables, y, por consiguiente, vivimos de la relación que establecemos con nuestro entorno. De esta manera, nuestra forma de pensar o actuar corresponde a un conjunto de respuestas a ciertos estímulos que provienen de la colectividad.
Si observamos bien, podríamos decir que la pasión tiene la capacidad de modificar nuestra conducta, ya sea en pro o en contra de nuestra integridad moral. Ahora bien, para esto es de vital importancia recurrir a la razón, pues como lo afirma Domingo Cabezas (2008), “la razón ha de ser la recta directora de nuestra vida, sobre la cual se construyen los distintos sistemas morales”. En otras palabras, es necesario que el apasionado sea siempre racional ante sus deseos, con el objeto de que sea él quien pueda controlar sus vehemencias y no lo contrario. Sin embargo, hemos visto que las pasiones se resisten al dominio combinado de la reflexión y del razonamiento experimental, puesto que el uso de la razón puede generar una distorsión en la verdadera esencia que implica una pasión. A consecuencia de esto, David Hume (1757) señala que “la razón es, y sólo debe ser, esclava de las pasiones y no puede pretender otro oficio que el de servirlas y obedecerlas”. Por consiguiente, la razón no será directamente un determinante de la conducta, y la única posibilidad de influir en la acción será a través de las pasiones. En el mismo sentido, otros filósofos comparten la posición de Hume al poner de manifiesto que la razón no es la encargada de provocar las acciones, salvo que se ocupa tan sólo de la coherencia lógica de éstas.
Al lado de ello, entendemos también que básicamente las pasiones son simplemente buenas o malas según la dirección en que se las impulsa. De esta manera, conllevan a las grandes virtudes como a los grandes vicios, y, asimismo, conducen a los más nobles heroísmos como a los más repugnantes crímenes. Con esto, Ricardo Mella (1976) sostiene que “todas las pasiones, aun las peor reputadas, dentro de su medio natural de expresión, constituyen el fondo real de la vida y ellas permiten que el progreso humano no sea una simple palabra […]”. Entretanto, prosigo a analizar cómo pueden las pasiones individuales influir sobre toda una sociedad, o bien, cómo la sociedad influye en las pasiones de los individuos. A saber, los impulsos y deseos son la forma en que se manifiestan las necesidades del hombre en su dialogo con el mundo (Javier Sánchez, 2011). Actualmente, vivimos en un mundo donde la sociedad humana es la extensión del individuo, es decir, si el individuo es codicioso, cruel y despiadado, la sociedad también lo será. No obstante, no debemos dejar de lado que esta última también juega un rol importante en la manera cómo piensa y actúa el hombre en el medio en que se encuentre. Según lo explica David Hume (1757) “los hombres a menudo actúan a sabiendas en contra de su propio interés. Por consiguiente, no es la perspectiva
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