La Universidad Continental

Flores Fernández, Manuel. “Tratado elemental de pedagogía”, En: Gilberto Ramón Guevara Niebla, (comp.) Antología histórica. Clásicos del pensamiento pedagógico mexicano. México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México/Secretaría de Educación Pública, 2011. p. 167-195.

Grande es el legado que el Doctor D. Gabino Barreda dejó en materia política y educativa, su pensamiento, ampliamente influenciado por las ideas de Augusto Comte, vio en la filosofía positivista la senda por la cual el país habría de alcanzar el progreso, que desde tiempo atrás, los liberales mexicanos anhelaban conseguir. La difusión de sus ideas se debe a la ardua labor que sus discípulos realizaron para continuar con su obra, como fueron su hijo Horacio Barreda, el ingeniero Agustín Aragón, los doctores Porfirio Parra y Manuel Flores, destacando este último por encima de todos ellos gracias a su quehacer pedagógico. Originario del estado de Guanajuato, esta insigne figura nació el 25 de junio de 1853, a sus 16 años ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria donde fue galardonado por su aprovechamiento. Durante su estancia de colegial en esta institución se aficionó a la filosofía, pasión que le llevaría a leer los textos de John Stuart Mill y Herbert Spencer, autores determinantes en la redacción de su libro Tratado Elemental de Pedagogía (1884). Los planteamientos empíricos y positivistas que él retoma para la fundamentación de la enseñanza, la cual en sus palabras tendría que ser “concreta y objetiva”, tiene como principio elevarse a leyes y reglas que partan de la observación de casos particulares, las cuales le sirvan de base.

El ideario educativo de Flores concibe a la Pedagogía como el arte de enseñar o de la educación, haciendo énfasis en la discusión que existe en lo relativo a la enseñanza y sus fines. En este sentido, afirma que en el acto de enseñanza tienen lugar dos hechos simultáneos, cuya reunión la constituye. Por una parte se graba un conocimiento, y por otra se adquiere una aptitud. Por lo anterior, la enseñanza consta de un elemento instructivo y uno educativo, hecho que es traspolado al arte de la enseñanza, o sea, la pedagogía, definiendo que ésta consta de dos partes principales: la educación y la instrucción. La primera tendrá por objeto dar las reglas para dotar de aptitudes, y la segunda, consignar los preceptos para inculcar los conocimientos. Es importante destacar que el Dr. Flores divide a la pedagogía en teórica y práctica, donde al primer rubro le es asignado el estudio en abstracto de los preceptos de la enseñanza; deduciéndolos de las leyes que rigen al funcionamiento de las facultades, mientras que el segundo aspecto trata de adaptar dichos pretextos a las condiciones actuales y efectivas de la enseñanza, subdividiéndose para ello en metodología y organización de las disciplinas escolares, ocupándose de los preceptos en relación con cada una de las materias de la enseñanza u la relación con las exigencias de la escuela respectivamente. Desde esta perspectiva, conviene resaltar los fines que Flores asigna a la educación, los cuales se explicitan cuando afirma que ésta es el arte que tiende al desarrollo de nuestras facultades, favoreciendo indirecta pero eficazmente el correcto desempeño de nuestros actos, y por consiguiente, hace posible la satisfacción de nuestras necesidades tanto físicas como intelectuales y morales. De ahí que una instrucción nacional y eficaz deba ser científica, enciclopédica y práctica, en donde la enseñanza sea concreta y objetiva, partiendo de la observación de los casos particulares para elevarse así a los principios, leyes y reglas. Al hablar del desarrollo de las facultades, Flores señala cuáles de ellas deben ser educadas siendo éstas las físicas, las intelectuales y las morales. Pertenecen al primer grupo las diversas funciones corporales, como la nutrición, locomoción; al segundo, la memoria, el raciocinio, etc.; al tercero, los sentimientos y la voluntad.

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