La modernidad
Enviado por noralismaldonado • 9 de Abril de 2013 • 3.160 Palabras (13 Páginas) • 319 Visitas
LA MODERNIDAD:
La modernidad aquí no está entendida como categoría filosófica al modo en que se ha venido planteando en los últimos tiempos. No es una categoría cronológica que signa una determinada etapa del tiempo. Tampoco abriga una discusión sobre sus características esenciales cuando es tomada como cronología determinada, a la manera de la búsqueda de una distinción entre modernidad y postmodernidad tratando de asignar a cada una de ellas sus orígenes ideológicos en ciertos filósofos. Aquí sólo entendemos la modernidad como una mentalidad que privilegia la ulterioridad del tiempo asociado a los productos cambiantes de la ciencia, que pueden ser de uso común al gran público. Porque, los adelantos científicos que tienen una función, digamos, intermedia en disciplinas como la astronomía o la biología, no resultan relevantes para dicha mentalidad de la modernidad. Modernas son aquí las últimas aportaciones de la tecnología electrónica que se vuelven de uso colectivo. Y no así los rasgos que definen una etapa de la historia. Si de todos modos la modernidad tomada así interfiere en periodos históricos y no lo puede evitar, su salvedad es estar asida a un presente asociado a los últimos conocimientos científicos y a una vaga suposición de lo que con dichas herramientas podría ser el futuro. Psicológica, ideológica y aún, filosóficamente si quisiéramos, la modernidad así está asociada con el optimismo y la juventud. Una ventaja del optimismo contra su antípoda el pesimismo (o el nihilismo) es que además de estar dotado de energía juvenil, también se asocia a la categoría de la voluntad como motor del existir, en fin, de la fluencia de la vida orgánica. Su invulnerabilidad está preservada por el hecho incontrovertible de que la vida (la historia) sigue por encima de cualquiera de sus interpretaciones y que por lo tanto, su movimiento sin fin se apoya en la voluntad optimista y no en su negación retórica. Moderno es, pues, “el último grito” de la ciencia y de la tecnología. La confianza (y la energía) de avanzar hacia un jardín ignoto de transformación. De las costumbres y de las posibilidades metafísicas. La seducción por el misterio que crea un vértigo de energía optimista. Si lo anterior es real, tenemos que fantasear que desde el pasado avanzamos en sentido de lo pasional a lo racional. De lo mágico a lo científico. De la ignorancia (como la concibió Sócrates) al pragmatismo racional.
Es un concepto filosófico y sociológico, que puede definirse como el proyecto de imponer la razón como norma trascendental a la sociedad. Es un modo de reproducción de la sociedad basada en la dimensión política e institucional de sus mecanismos de regulación por oposición a la tradición. En la modernidad el porvenir reemplaza al pasado. La modernidad es un período histórico que aparece, especialmente, en el norte de Europa, al final del siglo XVII y se cristaliza al final del siglo XVIII. Conlleva todas las connotaciones de la era de la ilustración, que está caracterizada por instituciones como el Estado-nación, y los aparatos administrativos modernos. La modernidad se construyo en base a la idea judeocristiana del tiempo lineal. La historia, según los pensadores modernos, era unitaria y se dirigía hacia el progreso y la emancipación humana. Estas concepciones han declinado a lo largo del siglo xx. El mito tranquilizador de la modernidad es sólo eso, un mito.
Preguntarse sobre el sentido de la res gestae, de la historia, equivale a tomar a ésta como un todo que abarca en un continuo el pasado, el presente y el futuro. Nuestra herencia judeocristiana nos ha permitido formular una pregunta: ¿qué dirección sigue la historia, a qué finalidad se dirige?
El sentido de la historia según la modernidad
A diferencia del pensamiento pagano -que posee una concepción circular de la historia-, el pensamiento judeocristiano -que ordena los hechos en base a un objetivo lineal-, operó un cambio radical en la concepción del sentido de la historia. La antigüedad grecorromana no poseyó un verdadero sentido de la historia. Fueron los judíos, y posteriormente los cristianos, quienes introdujeron un elemento nuevo: un fin hacia el cual se dirigía la historia. Esta posee un sentido porque implica algún fin trascendente más allá de los hechos reales.
Fueron las filosofías especulativas de la historia -que experimentaron su auge entre "La ciencia nueva" de Vico y "La Razón en la historia" de Hegel- las que pretendieron determinar el sentido del suceder histórico concibiéndolo como un todo. Estos filósofos pretenden descubrir la ley o las leyes que gobiernan el devenir en la historia. En base a estas concepciones, dadas unas condiciones iníciales, los hechos se deducirán como teoremas a partir de las leyes descubiertas. Estas filosofías de la historia intentan, según Karl Löwith, "una interpretación sistemática de la Historia Universal, de acuerdo con un principio según el cual los acontecimientos históricos se unifican en su sucesión y se dirigen hacia un significado fundamental"(1). La filosofía especulativa de la historia asigna significado a los acontecimientos históricos solamente cuando el telos se nos hace presente. Si reflexionamos acerca del sentido de la historia, concibiéndola con un principio y un final, la pensamos en términos de finalidad. El horizonte final de la historia es un futuro que es asumido como expectación y esperanza. La expectación de tal futuro se encontraba entre los profetas hebreos, pero no en los pensadores griegos. Las concepciones de Tucídides y el significado que le otorgaba a la historia de la guerra del Peloponeso son el contraste de la concepción judeocristiana de la historia. Para los observadores contemporáneos, la guerra del Peloponeso tiene un final benéfico o deplorable, pero no tiene un fin que se nos presente como su justificación o su razón de ser. La guerra del Peloponeso tiene su término en determinada fecha, y según sostiene Raymond Aron, "ese término no es un fin significativo que fuera o debiera haber sido deseado por una voluntad bienhechora. Una vez alcanzado el fin, la humanidad sigue siendo semejante a sí misma, ninguna etapa se ha franqueado en el desarrollo de las instituciones"(2). Por el contrario, la historia tiene un sentido si el final de la aventura que protagonizan los hombres "aparece retrospectivamente como la meta hacia la cual tendían, consiente o inconscientemente, los actores de ese drama de siglos"(3).
Ahora bien, ¿por qué la historia -pregunta Aron- debe desembocar en un fin?, ¿por qué una historia que no estaría gobernada por nadie, sino librada a los determinismos de los individuos, se dirigiría hacia un fin, por ejemplo, la sociedad sin clases? ¿Por qué la aventura ha de terminar bien?
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