La mujer “perfecta”.

La mujer “perfecta”.

Hoy en día en las publicidades aparecen mujeres, todas con algo en común: una feminidad consumidora. La mujer es el referente principal porque es el objetivo primario de productos y servicios. Gilles Lipovetsky postula la feminización del lujo como la expresión de la asignación de la mujer al deber agradar, estar hermosa a cualquier precio y agradar a la familia mediante acertadas decisiones de compra.

La belleza femenina está normalizada por el consumo y la publicidad, una apariencia física estereotipada que aseguraría la aceptación y el éxito social. El cuerpo femenino se ha tecnificado mediante la cosmética, el culto a la delgadez y las cirugías estéticas: la profesional del éxito es bien vestida, delgada y segura de sí misma.

El mito de la belleza resitúa a las mujeres en la sumisión: la más hermosa y joven debe someterse a una serie de pruebas para alcanzar la felicidad, con la condición de la obediencia a la norma. La belleza en la sociedad del consumo favorece una representación frívola, con una imagen sexy, flexible, despreocupada e ingenua; ya no es tan importante estar a la moda como mantener la apariencia esbelta y joven.

El prototipo de mujer es la de una joven alegre, exitosa, productiva y sensual, que además de facilitar placeres a todos, debe ceñirse al imperativo del goce sin límites sin cuestionamientos. Las pobres, feas, viejas, sufrientes y “gordas” no son visibles, se tratan de mantenerlas ocultas. El hogar confortable se percibe como producto del esfuerzo, a una comodidad que se conquista mediante el trabajo “del esposo”.

Estereotipo que vence a la realidad.

El estereotipo de belleza femenina ha sido considerado como dependiente de la opinión de quien tiene poder para clasificar. El mito de la belleza no solo enfrenta a unas contra otras, estableciendo comparaciones para determinar qué es bello o para definir quién es bella, sino que también dañar a cada una en su interior. La construcción social del género ha determinado que las mujeres sean valoradas más por su aspecto físico que por su intelecto.

Una nueva estrategia de segmentación y exclusión social, basada en la obsesión moderna por la perfección de la imagen corporal: “epidemia del culto al cuerpo”. Esta plaga de la búsqueda de la perfección, viene acompañada por trastornos de tipo alimentario (“cultura de la delgadez”), el culto del músculo, dismorfia corporal (obsesión por alguna parte del cuerpo, aunque no exista ningún defecto), comida light, cirugías estéticas, entre otras. Todos estos tienen en común el deseo de una imagen corporal perfecta y distorsionan la realidad frente a los espejos. Ser físicamente perfecto se ha convertido en uno de los objetivos principales; el aspecto parece ser el único sinónimo válido de éxito, felicidad e incluso salud.

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