La pontifice.

Dice una monja carmelita: “se me vistió de blanco y

de gran cola; me pusieron alhajas y los

azahares coronaron mi cabeza. Caminé hacia el altar,

mientras las monjas cantaban la antífona: ven esposa de Cristo.

Se me acercó la madre superiora y levantó el velo que cubría mi cara…

con unas tijeras cortó mi cabello y me indicó que la siguiera

 para ser conducida a mi celda.

Introducción

El presente ensayo tiene como propósito hacer un breve análisis acerca de la película la pontífice y el rol que juega la mujer en la religión. Las letras reunidas aquí manifiestan una inquietud personal de mostrar una de las líneas del pensamiento y la subjetividad que nos atraviesan y nos conforma: el rol tanto del hombre como la mujer.

En un primer momento se mostrará un análisis comparativo entre el rol de la mujer en la iglesia (las monjas) y la hazaña (si es que su existencia fue real) de la mujer que pudo llegar a la cumbre más alta de la iglesia: ser la cabeza del dogma quizás más grande en el mundo: el catolicismo.

Después, a manera de conclusión (debo asumir aquí meramente mi postura personal) se expondrá una breve reseña del pronombre “ella” y sus implicaciones en la vida cotidiana.

Los datos aquí proporcionados son una recolección de frases e intelecciones personales asumidas y revisadas a lo largo de mi formación académica, razón que me coloca en el lugar del no-saber ante una pregunta: mujer ¿enigma o historia?

Este ensayo lo he asumido como un reto, quizás por esa lucha siempre imperenne de satisfacción humana, disfraz inminente del placer narcisista que esto implica: ser para sí mismo.

Ojalá, los lectores lo disfruten tanto como yo lo disfruté garabateando en hojas llenas de cuadros pero donde el espacio de las ideas no tiene límites: en tanto que lo indecible no hable.

Desde hace tiempo se han venido realizando trabajos en torno a la historia de la sexualidad de la mujer. Historia pensada meramente desde posturas analíticas. Preguntar por el lugar de las mujeres ha sido la plataforma. Especialmente las monjas debido a su posicionamiento dentro de la iglesia, han sido y serán las mariposas negras que nos muestran y permiten pensar de otra manera la historia. Ahora abordaré la dimensión del papel de la mujer (monjas) que deja el mundo terrenal para vestirse de negro y entregarse en cuerpo y alma a Dios.

Una monja es una mujer que ha tomado el camino de la consagración. Recordemos que en la película de la pontífice, para formar parte de la comunidad de monjes Johana tiene que consagrarse exponiendo votos de castidad y asumir su papel. Para ello debe realizar un pacto con la iglesia. Pacto que se materializa en la asunción de los llamados consejos evangélicos o votos. Son tres los votos requeridos: de pobreza, de obediencia y de castidad (asunto que no del todo asumió johana).

Las monjas deben renunciar, por el voto de pobreza, a sus bienes materiales. Sus pertenencias pasan a formar parte de la iglesia. A eso se llama dote. Ellas solo pueden poseer el hábito, su anillo ceremonial, algunos libros (razón por la cual Johana siempre fue brillante) y artículos de aseo. No más.

El voto de obediencia le exige acatar de manera absoluta las órdenes de sus superiores en la escala eclesiástica. Desde la madre superiora, hasta dios que veneran a través de la palabra de los sacerdotes.

El de castidad, que es aquí el que más interesa, les obliga a renunciar a todo contacto carnal, a toda relación amorosa o erótica con algún semejante y a mantenerse puras de los pecados de la carne. (cosa que johana no tomó al pie de la letra).

El cuerpo de las monjas está reglamentado por la virginidad, pero el voto de castidad es aún el más férreo. Su cuerpo entero puede devenir territorio de lo pecaminoso. Por ello hay que taparlo y callarlo. Tal como lo hizo Joanna, debió renunciar y tapar su cuerpo de mujer.

Las monjas no pueden pronunciar palabras referentes al sexo y sus órganos. En algunas ordenes no deben mirar los ojos de los hombres. La mirada debe ser clausurada, pues por allí se puede colar el diablo. El velo el símbolo de la cárcel de su mirar. También tiene prohibido toparse con el cuerpo desnudo de la mujer. No deben mirar ni ser miradas.

Sin embargo, aparece de nuevo la pregunta: ¿se puede desterrar la sexualidad del cuerpo de las monjas?

Al respecto, un estudio elaborado por una doctora en antropología, puntualiza en que hay circunstancias en el que el erotismo es reconocido por las monjas como tal. Por ejemplo en la experiencia onírica. En muchos de sus sueños hay practicas eróticas expresadas a través de símbolos religiosos y de otro tipo.

Es imposible documentar aquí como la sexualidad de las mujeres, persiste y enviste a pesar de las restricciones. ¿Acaso no johana no pudo resistir eso?

Más en contexto,  la edad media vio proliferar la instauración de monasterios. La iglesia católica ostentaba poder. Durante siglos dios fue el único objeto de amor. Su palabra fundaba al universo. La religión católica y sus sacerdotes alababan al señor comentando su palabra.

Recordemos que el propio padre de Johana era un sacerdote radical que imponía su saber como único acceso a dios; un padre violento que repudiaba las antiguas creencias de los germanos: Odín y su corte celestial ya no eran dioses de hombres sino de brujas y hechiceros: herejía inminente.

Johanna, mujer fuerte quien buscó superar todos los obstáculos para continuar, muestra vestida del atuendo papal, el máximo logro dentro de la religiosidad que ha ostentado una mujer. Ella, sentada en el trono reivindica a la mujer en falta: en sus palabras, la mujer es perfecta pues ha surgido de lo mejor del hombre.

Ella, cubierta de un él, evoca de manera simbólica  cómo en el entramado de la historia nacer hombre o nacer mujer es diferente de asumirse hombre o asumirse mujer.

Para finalizar quiero hacer una breve reseña de la historia que a fin de cuentas eso es: Historia.

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