ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Leer vale la pena


Enviado por   •  1 de Agosto de 2021  •  Resumen  •  2.092 Palabras (9 Páginas)  •  117 Visitas

Página 1 de 9

¿Qué es leer? Es la primera pregunta sobre la que Graciela Montes se detiene a reflexionar al comenzar su escrito. Ser lectores es ser buscadores de sentido, nos dice Montes desde un principio, y se trata de una tarea que las personas realizamos desde la cuna. "Cada persona, desde que nace, 'lee' el mundo, infatigablemente busca sentidos. (…) Analfabetos de significación no hay, somos todos constructores de sentido."

Basta entonces leer una página de este cuadernillo para que acostumbradas representaciones sobre la lectura y los lectores se derrumben. Los "no lectores", los "poco lectores" no existen, leer las palabras es sólo una parte, una continuidad de esa otra lectura más amplia e inevitable: la lectura del mundo. Un niño muy pequeño, cualquier individuo es un lector eficiente aún cuando no haya aprendido aún a descifrar las letras.

La escuela será la que pondrá en contacto a este "lector oral" con lo escrito. De este modo será la escuela la encargada de familiarizar a la persona con la cultura escrita, con "ese registro de memoria de la sociedad" . Se trata por lo tanto de un nuevo desafío para el lector, el de descifrar las letras, pero "los significados seguirán siendo sus elaboraciones personales, el sentido será siempre una conquista personal y él mismo será protagonista, alguien que, al leer, queda implicado en su lectura" 

Leer entonces es buscar, producir sentidos y ésta es una actividad personal, única y comprometida de cada lector. ¿Cuáles son las implicancias de esta afirmación aparentemente tan sencilla en el contexto de una práctica de lectura escolar?

"La del lector es una postura única, inconfundible, que supone un cierto recogimiento y una toma de distancia, un 'ponerse al margen' para, desde ahí, producir observación, conciencia, viaje, pregunta, sentido, crítica, pensamiento.

Exactamente lo contrario del autómata. Lo contrario de quien funciona irreflexivamente, obedece consignas o reproduce a pie juntillas los modelos."

Y es la escuela, nos dice Montes, el ámbito más propicio para dar ocasión a esta actitud lectora. Aceptar que no hay dos lecturas iguales de un mismo texto, abrir el espacio a las múltiples lecturas generadas por cada uno de los lectores, permitir un ámbito de discusión, de intercambio, formar parte de una "comunidad de lectura" en el aula implica modificaciones muy profundas en las habituales prácticas escolares. Cambios en las prácticas que requieren cambios en las representaciones tanto de la lectura como de los lectores, de la literatura y de su lugar en la escuela.

"Y la escuela es la gran ocasión ¿quién lo duda? La escuela puede desempeñar el mejor papel en esta puesta en escena de la actitud de lectura, que incluye, entre otras cosas, un tomarse el tiempo para mirar el mundo, una aceptación de 'lo que no se entiende' y, sobre todo, un ánimo constructor, hecho de confianza y arrojo, para buscar indicios y construir sentidos (aun cuando sean sentidos efímeros y provisorios). Si la escuela aceptara expresamente —institucionalmente— ese papel de auspicio, estímulo y compañía, las consecuencias sociales serían extraordinarias."

Esta concepción de la lectura y del lector entra en conflicto con otras representaciones acerca de la lectura en el ámbito escolar. Aceptar que el texto tiene más de "un único" sentido, dejar de lado cualquier idea de "interpretación correcta/oficial" de un texto a la que los alumnos deberían acercarse, supone un giro en muchas, sino la mayoría, de las prácticas pedagógicas vinculadas a la lectura.

El histórico vínculo de la escuela con la lectura, y en particular con la lectura literaria da a lugar una serie de preguntas que los docentes solemos hacernos en el día a día de nuestro trabajo en el aula. Algunas de estas preguntas son explicitadas por Montes en su cuadernillo, para dar lugar a la reflexión y por qué no, a nuevas preguntas:

"¿Qué puede hacer la escuela con la lectura? ¿Qué papel puede desempeñar en el auspicio de los lectores? (…) Y, si hay algo 'enseñable' en esta experiencia de la lectura, ¿qué es? ¿Cuál es el papel del maestro, del bibliotecario, del profesor? ¿Cómo intervienen? ¿En qué escenas de lectura se piensa?"

Aceptar que no somos los "dueños del sentido" de un texto y que por lo tanto no se trata de transferir nuestra lectura a los alumnos; que ni siquiera es posible llevar un control "fehaciente y minucioso" como se pretende a menudo de sus lecturas personales, supone rever y poner en crisis muchas de las prácticas de lectura escolar. La escuela, dice Montes, tiene el deber de propiciar un lugar, un tiempo específico para leer. Dar lugar a las más diversas maneras de leer, y recuperar, poner el énfasis en la "comunidad de lectura" que supone la comunidad del aula. En la tarea del docente la selección de los textos no ocupa un lugar menor y esta selección debe apoyarse en la confianza en sus lectores.

"El maestro se mantendrá atento y curioso a lo que está sucediendo: "¿cómo están entrando esos lectores al texto que él eligió para esa ocasión?, ¿con qué herramientas?, ¿con qué destrezas?, ¿siguiendo qué tradiciones, qué reglas? "

Un registro de una escena de lectura, en el cual una docente lee con sus alumnos el cuento "A la deriva" de Horacio Quiroga, permite a Montes dar cuenta del papel fundamental del maestro en este encuentro entre los lectores y los textos. La escena en un séptimo grado, es un ejemplo, dice la autora, del trabajo artesanal con el texto, de "este aguzar las antenas frente a él, este darse cuenta de que las elecciones de quien lo puso por escrito —de quien 'inscribió' sus sentidos— tienen sus consecuencias." Los alumnos descubren y se preguntan por las consecuencias de sentido de las decisiones, de los procedimientos puestos en juego en el texto. Las diversas opiniones emitidas por los alumnos dan cuenta de que estos procedimientos de escritura generan sentidos, pero que estos resuenan de forma diferente en cada lector. El docente escucha, guía, acompaña, invita y permite que sus alumnos hablen de sus lecturas.

Enseñar a leer entonces no es enseñar la lectura del docente, sino enseñar a buscar y a construir los sentidos personales frente al texto, enseñar a los lectores a construir sus propias lecturas.

"A lo largo de muchas lecturas compartidas, eligiendo a veces bien y otras veces no tan bien, escuchando lo que tienen para decir los lectores, dándoles la palabra, permitiendo también que le pongan voz al texto, comentando, releyendo, haciéndose preguntas, acotando remitiéndose a otros textos, cruzando hallazgos, hipótesis, fantasías, el maestro habrá estado contribuyendo a la formación de una sociedad de lectura."

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (13 Kb) pdf (92 Kb) docx (13 Kb)
Leer 8 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com