Los Hombres Blancos
Enviado por djdazadi • 25 de Octubre de 2014 • Resumen • 4.580 Palabras (19 Páginas) • 208 Visitas
A principios del siglo XX, en el año 1914, el artista alemán Erich Scheurmann viaja a la Isla de Samoa, por entonces colonia alemana, huyendo de la I Guerra Mundial.
Allí conoce al jefe samoano Tuiavii de Tiavea, literalmente “Jefe de Tiavea”, con el que traba amistad.
Por aquella época la “fiebre” antropológica recorre Europa.
Gracias a las colonias y a recientes hallazgos arqueológicos, Occidente descubre nuevas y diferentes civilizaciones y la curiosidad por estas culturas prende mecha y se inician numerosos estudios antropológicos de todo tipo.
Por supuesto estos estudios tendrán siempre una visión occidental del tema, será la cultura Europea o Americana el punto de partida, el centro de la perspectiva desde la cual se “juzgan” las demás civilizaciones.
Por eso cuando Erich descubre, o le son descubiertos, unos papeles en los que Tuiavii estudia nuestra civilización para poner conocimiento a su pueblo de cómo los Papalagi u “hombres blancos” viven y se comportan, decide publicarlos en contra de la voluntad del samoano y así nace el libro; “Los Papalagi. Discursos de Tuiavii de Tiavea”, un estudio antropológico “a la inversa”, esto es, nosotros somos los estudiados y no los que estudian.
Un libro sorprendente, un mirarse a uno mismo a través de los ojos de otro, donde ves tus defectos y tus virtudes, y te sorprende ver cosas que tú das por hechas y que sin embargo para otro no lo son.
Vale la pena leerlo y disfrutarlo, darse cuenta de lo equivocados que estamos en muchos aspectos de nuestras vidas.
Y a pesar de haber sido escrito en una época ya lejana a la nuestra, en la década de los años 20’ del siglo pasado, la “atemporalidad” de nuestros actos es abrumadora, seguimos siendo los mismos y actuamos igual que nuestros abuelos, bisabuelos, y así seguiremos... o no.
A modo de punto final un extracto especialmente revelador, y aunque escrito cuando las vestimentas no eran las que son ahora, no ha dejado en ningún momento de tener cierta vigencia...
“[...] Como los cuerpos de las mujeres y muchachas están siempre cubiertos, vive dentro de los hombres el profundo deseo de ver su carne. Algo que uno puede muy bien imaginar. Tienen eso en su mente día y noche, y hablan mucho del cuerpo femenino de tal modo que vosotros [los samoanos] pensaríais cómo una cosa tan bella y natural puede ser pecado y debe esconderse en la oscuridad. Sólo si empezaran a enseñar esa carne podrían centrar su atención en otras cosas y sus ojos cesarían de murmurar palabras sucias cuando pasa una chica.”
Los Papalagi
Los Hombres Blancos
Discursos de Tuiavii de Tiavea, jefe Samoano
INTRODUCCION
El escritor llama a estos discursos Los Papalagi, que significa los Hombres Blancos o los Caballeros. Estos discursos de Tuiavii de Tiavea no habían sido pronunciados aún, pero el extracto había sido escrito en el idioma nativo, del cual se hizo la primera traducción alemana.
Tuiavii nunca tuvo la intención de publicar sus discursos para el lector occidental, ni en ningún otro lugar: iban estrictamente dirigidos a su pueblo polinesio. Sin embargo, sin su consentimiento y con clara transgresión de sus deseos, me he tomado la libertad de someter estos discursos de un nativo polinesio a la atención del lector occidental, convencido de que para la gente blanca con nuestra civilización merece la pena averiguar cómo nos ve a nosotros y a nuestra cultura un hombre que aún está estrechamente ligado a la naturaleza.
A través de sus ojos nos miramos y nos vemos desde un punto de vista que de ningún otro modo podríamos percibir. Ciertamente habrá gente, especialmente monstruos culturales, que juzgarán su visión infantil, quizás incluso ignorante; pero aquellos que tenéis más mundo y sois más humildes, seréis movidos a la reflexión y a la autocrítica por mucho de lo que se os va a decir. Porque su sabiduría es el fruto de la simplicidad, la mayor de las gracias que Dios puede conceder a un hombre, mostrándole las cosas que la ciencia no consigue comprender.
Estos discursos son un llamamiento a todos los pueblos del Pacífico Sur para que corten sus ataduras con la gente iluminada del tronco europeo, como se les llama. Absorto en esto, Tuiavii, el despreciador de los europeos, se mantuvo firme en la convicción de que sus antepasados habían cometido un grave error dejándose atraer por la cultura europea. El es como la doncella de Fagaasa, que sentada en lo alto de un acantilado vio venir a los primeros misioneros blancos y con su abanico les hizo señas para que se fueran: «¡Fuera, demonios criminales!». Él también vio a Europa como a un demonio oscuro, el gran deshojador, del que el género humano debe protegerse si quiere permanecer tan puro como los dioses.
Cuando me encontré por primera vez con Tuiavii, él llevaba una vida pacífica, apartado del mundo occidental en su diminuta isla fuera de camino llamada Upolu, una de las islas samoanas, en el poblado de Tiavea, del cual era jefe. La primera impresión que me dio fue la de un gran gigante de corazón amable. A pesar de que medía casi 1'90 metros y de que era robusto como una casa de ladrillos, su voz era suave y delicada como la de una mujer, y sus enormes y penetrantes ojos, sombreados por espesas cejas, tenían una mirada levemente despreocupada. Cuando les hablabas, se iluminaban y delataban a su corazón, cálido y soleado.
En ningún hábito exterior era Tuiavii marcadamente diferente de sus hermanos. Bebía kava (1) iba al loto (2) por la mañana, comía plátanos, toras y yams y observaba todas las costumbres nativas y ritos. Sólo sus más íntimos amigos sabían qué estaba hirviendo en el interior de su cabeza, luchando para llegar a la luz, cuando se tumbaba, soñando, en la estera de su casa.
En general el nativo vive como un niño, puramente en el mundo visible, sin interrogarse siquiera sobre sí mismo o sobre su entorno; pero Tuiavii tenía un extraordinario carácter. Se había elevado sobre sus compañeros, porque vivía conscientemente y por eso poseía esa exigencia interior que nos separa de las gentes primitivas, más que cualquier otra cosa.
Debido a su ser, propio de esta clase de hombres, Tuiavii deseaba conocer más de esa lejana Europa. Ese deseo ardía en su interior desde los días escolares en la misión marista, y solamente fue satisfecho cuando llegó a adulto. Se unió a un grupo de etnólogos que volvían tras acabar sus estudios y, visitó uno tras otro, la mayoría de los estados de Europa, donde llegó a conocer su cultura y peculiaridades nacionales. Una
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