Los Orígenes de la Escuela Nueva

LOS ORIGENES DE LA ESCUELA NUEVA

Se considera como fecha de inicio 1889, año en que se fundó la primera “New School” en Gran Bretaña, llamada Abbotsholme.

Tuvo muy rápida divulgación, y se le destacaban como características principales el hecho de tener como finalidad el conseguir un desarrollo armónico de todas las facultades humanas, la enseñanza en una atmósfera familiar (a pesar de que el régimen era de internado) pretendiendo que la escuela llegara a ser un hogar para el niño.

Otra característica que se destacaba era que el aprendizaje se basaba en la práctica y en el estudio del entorno natural.

También era innovador cómo se distribuia el tiempo: La mañana se dedicaba a la instrucción escolar y el trabajo intelectual, mientras que la tarde se dedicaba a los trabajos manuales jardinería y carpintería, el arte, la música, el teatro.

También había una idea de “hombre fuertes y sólidos”, y a eso se enfocaban la actividad física y los deportes, junto con lo hábitos de higiene y alimentación.

Desde el punto de vista de la relación entre profesores y alumnos, se intentaba lograr un clima de confianza. Los maestros se pareaban entre los chicos y se comportaban como si fueran los hermanos mayores, utilizando incluso la jerga infantil para estimular la comunicación.

La escuela Abbotsholme inspiró otras experiencias europeas a finales del siglo XIX, que compartían las características organizativas y metodológicas, aunque se diferenciaban en la cuestión de la práctica religiosa.

En Estados Unidos la revolución educativa comenzó con la Escuela-Laboratorio de la Universidad de Chicago, con un alumnado de ambos sexos, procedentes mayoritariamente de familia liberales de clase media-alta. Esta escuela era de carácter experimental, ya las teoría pedagógicas que se aplicaban, y que daban lugar a las hipótesis de trabajo todavía no había sido verificadas, y recién a partir de la práctica y de las modificaciones que surgieran, tendrían, digamos, una validación científica.

El aspecto quizá más innovador era el “planteamiento curricular”, que se articulaba en torno a lo que se denominaban “ocupaciones”, que eran actividades como la costura, cocina, jardinería, carpintería, etc., y de los cuales derivaban tres ramificaciones de contenidos: 1) Estudios históricos y sociales, 2) elementos científicos, y 3) comunicación y expresión. Con esto se pretendía integrar los dos mundos en que se desarrolla la vida infantil: escuela y familia.

No obstante, se le reprochaba que en medio de una sociedad inmersa en la revolución industrial, estas “ocupaciones” eran más propias de pequeñas comunidades agrícolas que de una gran ciudad como Chicago, y no preparaban a los chicos para el creciente desarrollo tecnológico.

La creación paulatina de diferentes y dispersas escuelas “nuevas” o “experimentales” planteó la necesidad de buscar un mayor contacto entre ellas, y delimitar puntos en común, de manera de poder controlar y vigilar la pureza pedagógica del movimiento, y para ello se creo en 1899 el “Bureau Internacional de Escuelas Nuevas”, dirigido por Adolphe Ferriere.

Así, las instituciones que se consideraban “nuevas” pedían su afiliación al Bureau, y Ferriere, a traves de entrevistas y visitas personales calificaba y acreditaba la pertenencia al movimiento. Para 1913 ya existían 38 escuelas nuevas integradas entre Gran Bretaña, Alemania, Suiza, Francia, Austria, Polonia, Suecia, Bélgica, Estados Unidos y España.

El problema fue que a partir de 1913, otros internados privados que NO reunian las condiciones pedagógicas, tomaron la denominación de “Escuela Nueva” con fines propagandísticos. Entonces Ferriere estableció un programa mínimo, considerado como definición general, que dice así:

“La Escuela Nueva es un internado familiar situado en el campo, en donde la experiencia personal del niño es la base de la educación intelectual con el concurso de los trabajos manuales, y donde la práctica de la autonomía de los escolares es el fundamento de la educación moral”.

Esta definición se amplió con una serie de criterios que debían ser satisfechos por las escuelas para poder ser calificadas de “nuevas”. Estos criterios fueron formulados inicialmente por Ferriere en 1915, y se consolidaron o oficializaron entre 1921 y 1925, constituyendo los 30 principios de la Escuela Nueva. Cada institución debía cumplir al menos quince para poder ser afiliada.

Hacia 1922 ya eran 44 las escuelas afiliadas, la gran mayoría de ellos privados, lo que significó una de las mayores críticas que se le hizo a la Escuela Nueva. Se la acusaba de elitista y preocupada por los niños de clase media alta, mientras que olvidaba a los humildes, aquellos que constituian la clientela más numerosa de las escuelas públicas.

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