Los Árbitros
Enviado por juanpagol • 18 de Diciembre de 2012 • 756 Palabras (4 Páginas) • 387 Visitas
“¿Los árbitros? Unos nos perjudican y otros, también”
(José Fco. “Txetxu” Rojo)
Desde que existe la figura del árbitro en el fútbol, dicha imagen no ha dejado indiferente a nadie. Desde que tengo uso de razón, solo ha sido por errores. Nadie ha reconocido la labor del árbitro, ni aunque el partido haya sido antológico. Se reconocerá a la estrella del partido, las paradas del portero, el gran juego colectivo, etc. Pero no se hablará de la “ley de la ventaja” que aplicó en el segundo gol, del penalti que señaló a los visitantes de manera correcta en el minuto 92, etc. Sabemos que es su deber y que si no se le menciona, es que ha hecho las cosas de manera correcta. Pero, ¿si atacamos contra el árbitro, realmente puede llegar a ser culpa única y exclusivamente de él? Párense un segundo a pensarlo, y verán cómo es posible que lo entiendan.
De un tiempo a esta parte, el árbitro ha ido adquiriendo protagonismo, y lo que es más curioso, sin que sea ni su premisa ni su objetivo. Desde el momento en que se saben quienes van a dirigir los encuentros durante la temporada hasta el último partido que se dispute antes de las merecidas vacaciones, el trencilla estará en el ojo del huracán. Es un blanco para muchos dardos. La diferencia con otros elementos de este deporte es que no es mediático, aunque a muchos les parezca. Como el resto de componentes, son humanos, cometen errores, pero también aciertan. ¿Pero son tan trascendentales como dicen? ¿Realmente son ellos quiénes dirimen los puestos altos de la tabla o los que llevan al ostracismo a los equipos?
Obsérvese un partido. Durante el transcurso del mismo, ocurren momentos finitos: jugadas por la banda, desmarques de los delanteros, regates en el mediocampo, balones en largo, etc. Son un sinfín de composiciones que buscan el objetivo del juego: el gol. Para llegar a lograr la meta hay que realizar una serie de movimientos que se entrenan durante la semana, y que, en unas ocasiones llega y en otras no. Los aciertos son tremendamente celebrados.Los fallos casi nadie los contabiliza, son olvidados al instante que acaba el lamento del aficionado por lo errado. Pero si el fallo es arbitral, en ocasiones no tiene fin. Empieza a recaer la responsabilidad sobre él, los jugadores se olvidan por completo del juego y, si acaso no lograrán el objetivo del gol por más que lo intentaran y tuvieran ocasiones en las que lo más complicado es malograrlas, da igual. La culpa de todos nuestros errores fue del árbitro. No quiero reducirlo a que sea una excusa típica, pero pónganse en el lugar del él durante un instante. Dirían claramente: No me lo merezco. Ahí aparece la figura del forofo, que exalta a los destacados del encuentro (porque felicita al que hace bien las cosas) y debilita mucho a los que no tuvieron suerte. A posteriori, por circunstancias del destino, invertirán sus estados en mil y una ocasiones. Eso es así,
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