PROGRAMA DE LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA INFANTIL
Enviado por • 7 de Septiembre de 2012 • 9.455 Palabras (38 Páginas) • 703 Visitas
PROGRAMA DE LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA INFANTIL
ÍNDICE
1. Introducción 1
2. Filosofía Educativa, Modelo Educativo y Diseño Curricular del CETYS 7
3. Perfil genérico del egresado del CETYS Universidad 16
4. Consideraciones académico-administrativas básicas para la operación del plan de estudios 23
5. Fundamentos de la disciplina y del entorno 30
6. Perfil de egreso y objetivo curricular 64
7. Perfil de ingreso, y criterios de admisión, permanencia y egreso 67
8. Plan de estudios 69
9. Programas de las actividades académicas 78
Relación de instituciones con las que se tiene convenios o programas de concertación. 367
Relación de Universidades Extranjeras con las que se tiene convenio para intercambio académico 368
PROGRAMA DE LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA INFANTIL
1. INTRODUCCIÓN.
1.1. Justificación de la reforma curricular.
La Universidad en el entorno de las tendencias nacionales y mundiales de la educación superior.
La identidad de las universidades contemporáneas parece verse reconstruida a partir de dos vertientes: la apertura hacia la sociedad civil abriendo la puerta de sus aulas a grupos sociales que antaño no tenían acceso, lo cual se refleja en el crecimiento geométrico de su matrícula. El segundo aspecto es como una lucha contracorriente que se refleja en cada vez más filosofías educativas universitarias: la necesidad de que la universidad verdaderamente humanice a sus integrantes, y con ello la igualdad, la solidaridad y la justicia, sean los valores que sustenten sus estrategias de trabajo.
Es fácil advertir ambas vertientes a partir de la década de los setenta. El informe Faure de la UNESCO , donde se habla de la educación y sus perspectivas a principios de los años 70’s señalaba que el vértigo del futuro nos está ganando, y que sería posible descubrir saltos cualitativos en los niveles educación, producción y calidad, pues “las perspectivas del desarrollo científico son al mismo tiempo excitantes, impresionantes y aterradoras” , y debe reconocerse, que hasta tal punto hemos caminado que la frase cumple cabalmente a más de treinta años de distancia. Curiosamente el nombre del informe es precisamente Aprender a Ser, pues el equipo de especialistas que participó en su elaboración capta perfectamente que la educación tiene razón de ser en la medida en que es un camino para que el hombre sea él mismo. Por ello, para ese año de 1972, y pensando en los años por venir, se puntualizaba que la educación debía tener también una doble dimensionalidad: “Debe preparar para los cambios, hacer a los hombres aptos para aceptarles y beneficiarse de ellos... Paralelamente, la educación debe desempeñar el papel de antídoto contra numerosas deformaciones del hombre y de la sociedad, pues una educación democratizada debe poder remediar la frustración, la despersonalización y el anonimato en el mundo moderno. ”
Lo importante del discurso no es lo que debe ser, sino la extensión de la crisis cambio. El multicitado informe que la Comision Delors entrega a la UNESCO en 1996, no sólo valida las necesidades del 72, sino que se vuelve incluso más desafiante. “Más que nunca, la función esencial de la educación es conferir a todos los seres humanos la libertad de pensamiento, de juicio, de sentimientos y de imaginación que necesitan para que sus talentos alcancen la plenitud y seguir siendo artífices, en la medida de lo posible, de su destino” . El mensaje y la conclusión que se puede extraer de un texto bellamente hilvanado en sus párrafos, es que la educación que se ofrezca en una universidad debe entonces ser capaz de ver por el hombre, por esa primacía de la ética sobre la técnica y sobre la economía, la ética no como una ciencia que estudie lo moral, sino como una forma de compromiso personal y comunitario que contribuya en el quehacer de una sociedad con otro rostro.
Un par de años después, la UNESCO lleva a cabo una Conferencia Mundial sobre la Educación Superior , donde se hace una Declaración mundial sobre la educación superior en el siglo XXI. Nuevamente el discurso nos lleva a los paralelismos de los informes anteriores:
a) Enfrentamos los albores de un nuevo siglo con una demanda de educación superior sin precedentes en la historia educativa del mundo. El número de estudiantes matriculados creció más de seis veces de 1960 (13 millones) a 1995 (82 millones). Ya decíamos que una de las vertientes sostenidas de la universidad era el crecimiento de la matrícula.
b) El proceso de expansión espectacular no ha logrado reducir las brechas entre los países industrialmente desarrollados, los países en desarrollo y en particular los países pobres. Al contrario, las brechas se van volviendo cada vez más grandes, aún a pesar de que se reconoce que el papel del conocimiento en las sociedades futuras, jugará un papel de singular importancia. Un poco al estilo de Alvin Toffler, el círculo parece predeterminado e irremediable: decía Toffler que los que ya llegaron a la tercera ola tienen altas posibilidades de llegar primero a la cuarta, y los que están en la segunda, se moverán con una notable lentitud y además con marcadas diferencias regionales.
c) Estas circunstancias de empobrecimiento y de establecimiento de brechas, exige la transformación y una renovación radical que jamás haya tenido la educación universitaria, puesto que se va en busca no de los satisfactores económicos, sino “de asumir dimensiones de moralidad y espiritualidad más arraigadas”. Ese monstruoso parteaguas no se ve ni en las políticas, ni en las acciones concretas de las universidades. De hecho, en un congreso nacional e internacional llamado “Los retos y expectativas de la universidad”, que tuvo lugar en México en noviembre del año pasado, las ideas que fueron tomando carta de residencia en las mesas de trabajo y en las conclusiones, abonaron más hacia el terreno de las universidades eficientes y eficientistas, con expresiones como:
Los profesionistas mexicanos se verán precisados a ingresar a la cultura de la actualización profesional.
Las universidades y el sector privado deben trabajar en la normatividad relativa a la educación continua, entre otras, para promover el desarrollo sustentable del país, que contribuya con el sector productivo y de bienes y servicios en la preparación de su capital humano.
Debe hacerse énfasis en la evaluación de la calidad de la educación para sintonizar las nuevas demandas de la sociedad, de la economía y la influencia que éstas proyectan en los sistemas educativos.
Creemos que uno de los aspectos nodales de la expresión social de las universidades
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