Partir Es Morir Un Poco
Enviado por AndruSchwarz • 20 de Noviembre de 2013 • 4.168 Palabras (17 Páginas) • 360 Visitas
14 de marzo
No me he movido desde hace un cuarto de hora.
Podría creer que mi carne se ha convertido en una nueva materia y que mi cuerpo se ha soldado al muro que parece chuparme con su mugre y todas sus cicatrices gangrenadas.
Mis ojos no se han movido desde hace un cuarto de hora. Petrificado en una única visión, como fascinado por su absoluta falta de interés, miro la gran mancha de humedad que devora uno de los ángulos de mi celda. En tres semanas de encierro he visto a esta mancha cambiar de forma todos los días. Pero esta mañana no he tratado ni siquiera de saber el fantasma de qué objeto me sugerían sus contornos. La miro simplemente. Sintiendo quizás en forma vaga la armonía secreta que liga mis pensamientos al color turbio de la mancha. ¿Qué decir? ¿Qué pensar? ¿Estoy pensando en realidad? ¿Entonces lo que acabo de saber autoriza a un pensamiento lógico, a una red de pensamientos? ¿Es posible traducir en deducciones lo que a pesar de todo se han negado a traducir en palabras, por otra parte muy simple? ¿Se puede hacer entrar una botella de un litro en un litro de agua?
Hace tres semanas que espero al hombre que entró esta mañana en mi celda.
Pues, desde el momento en que fui condenado a muerte, espero con cierto disgusto al hombre que debe anunciarme que me han acordado el derecho de vivir. Vino esta mañana. Pronunció las palabras que yo preveía.
-Ha sido usted indultado.
-Sabe usted bien que no tengo ganas de vivir -le respondí
-No vivirá -me dijo.
Vaciló un instante antes de explicarme por qué. Parecía un poco ebrio, como sobrepasado por la situación. Tenía por qué, en verdad.
-Usted no será ejecutado, pero no vivirá. La ejecución debía tener lugar el 18 de abril, al alba. Pero en esa fecha no habrá nadie para proceder a una ejecución.
-¿Nadie?
-Así es.
En ese momento, él me reveló los hechos. Ya no más gente, ya no más mundo, además. La tierra está, en efecto, condenada a muerte. Como yo. Más que yo. El 4 de abril a las diez de la mañana, en el lugar del mundo no habrá más nada. Nada más que un vacío como cualquier otro. ¿El infinito puede pasársela sin la tierra? Así parece. Sin duda ni siquiera notará este incidente privado de consecuencias en el absoluto. Un mundo de más o de menos, ¿qué importancia tiene?
-Extraño -agregó el hombre-, usted ha recibido su indulto, pero de cualquier manera morirá. Y quince días antes de la fecha normal de ejecución.
Salió enseguida, ligeramente agobiado, no mucho. Se podría jurar que había visto otros como yo. Que había tenido una jornada agotadora, que se resentía por ello y enfrentaba sin placer el día de mañana. Casi el último. Para él, para mí, para todo el mundo.
-Así es -dijo antes de volver a cerrar la puerta-. Usted morirá de cualquier modo. Pero si eso puede consolarlo, no estará solo. Todos estamos condenados a muerte. Todos, porque hemos cometido el único delito de nacer. Desde ahora, somos miles los que esperamos, encerrados en nuestro cuerpo, como en una celda sin salida, una ejecución capital que debe tener lugar en una fecha exacta, irrevocablemente. Y esta vez la ejecución no sólo es general sino que no contiene ningún elemento de esperanza: nadie será indultado a último momento. Las paredes tienen oídos para escuchar nuestras quejas, el acontecimiento no.
El fin de este mundo que armó tanto escándalo en el universo, ¿será ruidoso?
Morir de cualquier modo...
¿Cómo creerlo? ¿Cómo creer en la muerte un segundo después de haber escapado de la muerte por milagro? ¿Entonces existía otra muerte más allá de la que los hombres me habían reservado? Un cambio, eso era lo que venían a proponerme, un simple cambio.
¿Pero cómo admitir que en este mundo donde el malestar de unos había constituido siempre el bienestar de otros, vayamos a tener todos la misma suerte en el mismo segundo? No es posible. Los hombres fueron concebidos para interpretar papeles de verdugos y víctimas, no para ser todos víctimas de una deflagración abstracta. Sólo los hombres son peligrosos, sólo ellos acostumbran atar a sus víctimas para entregarlas a la muerte con los pies y los puños ligados. La naturaleza tiene que ser menos cruel. Siempre deja una posibilidad. La Tierra es vasta, uno siempre puede huir, ocultarse en alguna parte, salvar el pellejo. Los peores cataclismos nunca dieron cuenta de todos los seres vivientes. Sólo el hombre tiene ese poder. Porque él piensa, porque sabe apuntar y masacrar con la única intención de matar sobre seguro.
Escapé de los hombres. Eso es lo esencial. Han renunciado a darme muerte cuando mi fosa ya estaba abierta. Soy un superviviente. Escaparé a la naturaleza, no puede ser de otro modo. Aún si no hubiera más que un superviviente, yo seré ese superviviente.
Y cuando la Tierra sea sólo cenizas, cuando los hombres sean sólo polvo, cuando la nada haya encontrado al fin su definición práctica y sólo yo vea ese espectáculo, entonces podré sonreír y darme el lujo de morir de un mal resfrío. Pero más tarde, un poco después.
Morir de cualquier manera... Entonces es cierto que, aun después de haber escapado a mi ejecución, aun si escapo a la muerte que nos ha dado cita para el 4 de abril, moriré de cualquier modo.
De uno u otro modo... En ese caso, ¿para qué?
17 de marzo
Moriré como los demás. El 4 de abril. Todo el mundo pasará por ese día, ahora lo sé.
Me han explicado que el acontecimiento del 4 de abril tendrá la fuerza suficiente para aniquilar a un planeta que, sin embargo, dio en el pasado buenas pruebas de su vitalidad. Pero el espacio tiende una emboscada a la Tierra y todas las bombas no bastarían para detener lo que se viene.
¿Cómo, más allá de esos muros que son desde siempre los de alguna antecámara de la muerte, aceptan los hombres su suerte? ¿Quizá se los acusa, uno tras otro, de algún delito ficticio y se los condena de prisa, pero oficialmente, a muerte, con el fin de hacerles creer en una lógica de su destino? ¿Cómo admitirán las estrellas de la pantalla que los fuegos de su gloria van a extinguirse junto con sus agentes de publicidad; los hombres de negocios, que ya no habrá mundo que sostenga sus cheques y sus empresas; los propietarios que el infinito abre ya sus fauces para tragar en un segundo todas las propiedades de este mundo al mismo tiempo que algunos siglos de Historia, una tonelada de gramática, montones de geografía, y otras diversas instituciones? El Hombre que se sentía otro tras el volante de un automóvil o ante una cuenta bancaria ¿va a comprender al fin que no es si siquiera el hijo del polvo y que sólo la muerte es el centro de su verdad?
Durante algunos instantes,
...