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Pedro Paramo


Enviado por   •  4 de Abril de 2013  •  3.386 Palabras (14 Páginas)  •  265 Visitas

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INTRODUCCIÓN

En Pedro Páramo la tierra es lo más importante, es la fuente de riqueza. Los hombres se matan por ella, y Pedro Páramo es quien más engaña y asesina. Todo ocurre más o menos en los primeros tres decenios del siglo XX en alguna región del centro-occidente de México, durante los últimos años de la dictadura de Porfirio Díaz quien gobernó casi ininterrumpidamente entre 1876 y 1910, y durante los tiempos de la Revolución mexicana, cuya fase militar transcurrió entre 1910 y 1929. También es importante la guerra cristera, que de 1926 a 1929 ensangrentó el corazón geográfico del país: a ella se incorpora el conservador padre Rentaría después de que el cura de Contla le niega la absolución por haber humillado las esperanzas espirituales de Comala frente a los imperios materiales del cacique. Sin embargo, es también sabido que Rulfo tenía en mente, como trasfondo de su obra, la historia de México en una extensión más amplia: el encomendero en la Nueva España sería el predecesor del cacique.

Pedro Páramo es un hombre muy afortunado para una novela que cuenta los nudos fundamentales de cierto destino individual: el de un cacique. Ahora bien, éste tiene de tal modo a una comarca en sus manos que, cuando decide cruzarse de brazos en venganza, la región entera decae y acaba despoblándose, hasta convertir a Comala en uno de esos pueblos fantasmas como los que visitó Juan Rulfo en los años cuarenta, que habrían contribuido a inspirar el escenario de la novela.

De esa forma, unidos a tal punto los destinos del poderoso y del pueblo, el título alude a la suerte final de ambos: la dura piedra y el desierto asfixiante.

DESARROLLO DEL TEMA

Esta novela empieza a escribirse cuando un hombre llamado Juan Preciado va a Comala, porque su madre le dijo que ahí vivía su padre, un hombre llamado Pedro Páramo. Este hombre le promete a su madre ir a verlo el día en que ella muriera. Todavía antes le había dicho: “No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio… el olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro”.

Fue así como rumbo a Comala veía el aire caliente de Agosto, envenenado por el olor podrido de las saponarias, y entonces quería ver aquello a través de los recuerdos de su madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros, ya que ella siempre quiso regresar, pero ahora el fue en su lugar, llevando los ojos con los que ella miró, porque le dio sus ojos para ver: “Hay allí, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche.”

Por el camino encontró a un arriero que también iba para Comala y le preguntó que a qué iba; él le respondió: “Voy a conocer a mi padre, no lo conozco pero sé que se llama Pedro Páramo”. Fue así como conoció al otro hijo de su padre.

Conforme iban avanzando sentía más calor y en un momento aprovechó para preguntarle al arriero si conocía a Pedro Páramo y quién era, fue entonces cuando le respondió: “Es un rencor vivo”.

Al llegar a la Media Luna le preguntó por el pueblo, que se veía tan solo, como si estuviera abandonado, como si no lo habitara nadie. Y así era, el arriero le respondió que ahí no vivía nadie. Entonces muy extrañado le preguntó por Pedro Páramo. Al responderle se quedó helado: “Pedro Páramo murió hace muchos años”.

Al cruzar una bocacalle vio a una señora envuelta en su rebozo que desapareció como si no existiera. Y nuevamente la mujer del rebozo se cruzó frente a él y le dijo: “Buenas noches”. Él le gritó: “¿Dónde vive doña Eduviges?”. Y ella señaló la casa que estaba junto al puente. Fue en ese instante en que todo se quedó en silencio y recordó lo que le había dicho su madre:”Allá me oirás mejor: Estaré más cerca de ti. Encontrarás la voz de mis recuerdos que la de mi muerte, si es que alguna vez la muerte ha tenido alguna voz.”

Llegó a la casa del puente orientándose por el sonar del río. Tocó la puerta pero parecía que el aire la hubiese abierto, y escuchó una voz que le decía: “pase usted”, y entró.

-“Soy Eduviges Dyada, pase usted.”

-¿De modo que usted es hijo de ella?

-¿De quién? Respondió.

-De Doloritas.

- Sí, pero ¿Cómo lo sabe?

-Ella me avisó que vendría. Y hoy precisamente; que vendría hoy.

-¿Quién? ¿Mi madre?

Sí. Ella

Le mostró su cuarto, y doña Eduviges le preguntó: ¿Y hace cuanto que murió?

-“Hace ya siete días.”

-“Entonces se ha de sentir sola, ya que nos hicimos la promesa de morir juntas”

Doña Eduviges le preguntó si nunca le había hablado de ella; él le respondió que no. Ella muy extrañada le dijo que esto fue porque él debió haber sido su hijo no de doña Doloritas, ya que un amasador llamado Osorio le dijo que esa noche no debía estar con ningún hombre porque estaba brava la luna, y como esa noche era su noche de bodas, con Pedro Páramo…

Llegó corriendo a verme y me dijo:

-“Anda tú por mí, no lo notará.”

-Claro que yo era mucho más joven que ella. Y un poco menos morena; pero eso ni se nota en lo oscuro.

Y después de tanto rogarle, fue, porque a ella también le gustaba Pedro Páramo.

- “Quizá tu madre no te contó esto por vergüenza.”

Don Pedro siempre regañaba a doña Doloritas. Ella siempre se levantaba al amanecer y Pedro la gritaba: -“Esto está frío, esto no sirve”. Y al pasar el tiempo sus ojos humildes se endurecieron.

Después de un tiempo ella empezó a extrañar a su hermana, y una tarde mirando el campo vio pa sar una parvada de zopilotes, pero ella veía uno en especial que se mecía por el cielo y ella pensaba:

-“Quisiera ser zopilote para volar y ver a mi hermana”.

Y Pedro le dijo que no se preocupara, que le prepararían sus maletas. Y se despidió de él.

Doloritas se fue al amanecer y yo (doña Eduviges), le preguntaba a Pedro por ella y él solo contestaba:

“Quería más a su hermana, allá debe estar más a gusto; pero no pienso seguir inquiriendo por ella”.

Entonces le dije yo:

-“¿De qué vivirán?”

Y él le contestó:

-“Sólo Dios lo sabe”.

Al seguir narrando, en cierta parte sacudió la cabeza doña Eduviges como si se despertara de un sueño, pues juraba que había escuchado al caballo de Miguel Páramo. Fue entonces cuando le preguntó Juan:

“¿Vive alguien en la Media Luna?”. Y ella le respondió que no…

Doña Eduviges recordó el día en que Miguel Páramo fue a despedirse de ella; cuando

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