Perspectivas En La Captación De Lectores

Perspectiva en la captación de lectores

ARTURO DELGADO SÁNCHEZ, CYNTHIA MARTÍNEZ LLANOS,

APOLINAR SÁNCHEZ HERNÁNDEZ Y AZUCENA REYES MIRANDA

Siempre encuentras algún listo

que sabe lo hay que hacer,

que aprendió todo en los libros

que nunca saltó sin red.

INTRODUCCIÓN

Con la vinculación de nuestro país al esquema global, éste ha sido partícipe de investigaciones que demuestran los alcances de la lectura bajo una dinámica educativa. Aunque poco se repara en aspectos que inciden en el orden cultural, en los cuales aludir no sólo prácticas cotidianas sino incluso formas de socialización, en donde sea posible introducir un concepto de lectura de mayor amplitud que comprenda motivaciones para la lectura y las conversaciones sobre lo leído.1

Bajo este entendido, el presente discurso centra su interés en la necesidad de incorporar a la lectura como elemento protagónico dentro de la cultura, y para esto retoma las aportaciones teóricas de estudiosos en la temática. Igual se intenta advertir que en la percepción de la lectura se encuentra reflejada una visión cultural que potencializa una cobertura parcial o amplia de un proyecto de nación.

1 Christine Garbe, “Investigación de la lectura en Alemania. Métodos y resultados”, en Seminario de lectura,

México, UNAM-CUIB, 2005, p. 140.

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SEXTO CONGRESO NACIONAL DE BIBLIOTECAS PÚBLICAS EN TORNO A LA LECTURA Y SU PROBLEMÁTICA

En México, el fenómeno de la no lectura no es un problema arraigado desde la época prehispánica, pues la lectura de códices se ejecutaba ante la sociedad y en voz alta. Durante la Colonia la lectura se continuó con el mismo procedimiento al evangelizar. En la Reforma liberal, las prácticas de la lectura y su socialización, dan paso a una lectura obligada y en silencio, asociada a la educación. En relación con esta argumentación, Álvarez Zapata menciona que este enfoque liberal individualista de la lectura deviene en funcionalismo al habilitar para la reproducción cultural y no tanto para la producción.2

El reforzamiento de estas acciones durante el México prerrevolucionario fue impulsado con los resultados que la historia destaca. Es hasta el periodo Vasconcelista cuando aparece un interés por la lectura, bajo condiciones contrastantes que opacan las intenciones del proyecto. Es en el México moderno cuando más se manifiesta el fenómeno de la no lectura con el avance de los medios masivos de comunicación, además de que la conducta lectora se vincula nuevamente con la educación. Esto genera una problemática de distanciamiento en el cual la población, supuestamente lectora, empieza a decaer. El eje rector de esta semblanza denota la ausencia de una política cultural capaz de encarar la problemática.

LA LECTURA EN EL CENTRO DE LA CULTURA

En torno a la situación de la no lectura, la conexión existente entre lectura y cultura parecen revelarse implícitamente en las investigaciones que atienden el fenómeno, asociada a la dimensión educativa. La visión que la cultura mantiene en un proyecto de nación, y dentro de éste, el sitio de la lectura como factor determinante, reflejan los alcances y la importancia que ambos conceptos significan para el desarrollo social y en la captación de lectores.

De este modo cabe subrayar que existen diversas concepciones del término cultura,3 desde el punto de vista de diferentes disciplinas. Desde una visión sociológica, la cultura comprende el modo de vida de un pueblo,4 donde el sentido de organización en la noción de cultura está ligado a lo comunitario.

2 Didier Álvarez Zapata, “De la lectura y la escritura y sus relaciones con la política: algunas perspectivas de comprensión desde los leguajes políticos”, en Seminario de lectura, México, UNAM-CUIB, 2005, p. 182.

3 Raúl Alcalá Campos, “La concepción de la cultura en Iztapalapa”, Revista de Ciencias Sociales y Humanidades ,

v. 20, n. 49, p. 57.

4 Álvaro Aguado y Miryam Mejía, et al ., Lectura, biblioteca y comunidad, Bogotá, CERLALC , 1993, p. 75.

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NUEVOS LECTORES, NUEVOS USUARIOS

En un sentido amplio, cultura significa la herencia social y simbólica de toda colectividad; la totalidad de lo aprendido y el conjunto de ideas, símbolos y objetos elaborados por una sociedad; todo aquello que contribuye a la formación de la visión del mundo y del comportamiento social de los individuos. Toda cultura se encuentra en constante cambio por la sistemática adaptación del ser humano al medio ambiente, pero el cambio cultural también se produce por la invención y adaptación a nuevas tecnologías y conocimientos.5

Desde esta concepción la cultura satisface necesidades y permite realizar fines; cabe subrayar que para llevar a cabo esta tarea, cumple funciones como: expresar modos de ver el mundo; dar sentido a actitudes y comportamientos, y permitir obtener los criterios adecuados para los fines y valores. De tal modo, como apunta Daniel Bell, la cultura, para una sociedad, es un proceso continuo de sustentación de una identidad mediante la coherencia lograda por un consistente punto de vista, una concepción moral del yo y un estilo de vida que exhibe esas concepciones de los objetos, a nosotros mismos, y es el ámbito de la sensibilidad, la emoción y la índole moral, y el de la inteligencia, que trata de poner orden en esos sentimientos.6

De ahí que la dimensión simbólica esté presente en todos los niveles de la vida social, y se deduce que la cultura es el conjunto de procesos de producción, de circulación y consumo de significaciones, y entre estas últimas, encontramos a la lectura como una práctica social, en donde hablar de la cultura oral y escrita —como categorías culturales—, es referirse a técnicas de comunicación, de interpretación, y a prácticas culturales históricas.7

La lectura, vista así, se convierte en un medio a través del cual es posible la producción, la circulación y el consumo de significaciones, como un acto complejo que establece una comunicación entre seres humanos; de ahí que el vínculo entre cultura y lectura tenga un lugar protagónico. Esto orienta a

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