Pies y pintas contra el sistema decimal
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Pies y pintas contra el sistema decimal
La reivindicación del sistema imperial de pesos y medidas refleja el apego británico a su identidad
Walter OppenheimerLondres4 MAY 2014 - 19:27 CET198
Un cartel del UKIP crítico con la Unión Europea en una calle de Luton. / OliScarff (Getty )
¿Sabía usted que una legua es la distancia que suele recorrer una persona a pie en una hora? ¿O que un pie tiene casi 28 centímetros y una pulgada, que viene del dedo pulgar, algo más 23 milímetros? ¿Sabía usted que una tonelada equivale a cuatro quintales, que un quintal son cuatro arrobas, que una arroba son 25 libras y una libra pesa 16 onzas? ¿O que una fanega de trigo son 94 libras pero una fanega de centeno son 90 libras y la de cebada son 70 libras?
Todo ese galimatías de medidas y muchas otras, con las que el peso, la distancia, el volumen, el área, eran calculados a partir sobre todo de la experiencia humana, y que arrojaban medidas distintas en diferentes países e incluso en diferentes zonas dentro de un mismo país, fueron sustituidas poco a poco por un patrón universal, el sistema métrico decimal, que empezaron a introducir los revolucionarios franceses desde 1799.
Hay un país en Europa, sin embargo, que siempre se ha resistido a abandonar su propio sistema, al que llaman imperial: Reino Unido. Lo más curioso es que la resistencia de muchos británicos al sistema métrico es casi igual a la que sienten hacia Europa en general y la Unión Europea en particular. Reconocen algunas ventajas, pero se resisten a renunciar a su propio sistema y, sobre todo, a lo que perciben como una imposición de fuera, aunque muchas veces esa percepción es falsa.
“Cada país tiene su cultura y su herencia, su identidad. Y esta es una cuestión que forma parte de la identidad británica”, afirma Warwick Cairns, un escritor de 52 años que en sus ratos libres hace de portavoz de la Asociación Británica de Pesos y Medidas (BWMA en sus siglas en inglés).
Cairns asegura que el sistema imperial de medidas “es muy útil y muy práctico”. “El sistema métrico se basa en un montón de cálculos muy complejos. Es muy útil para las matemáticas. Pero para la vida diaria es mejor un sistema que se basa en lo que mide el pie de un hombre, o su dedo pulgar, como hacían los romanos hace miles de años. La milla, por ejemplo, también viene de los romanos: era el equivalente a mil pasos dobles. Son medidas prácticas basadas en la vida diaria, no en cálculos mentales. Y así nos sentimos más cómodos. No se puede ser racional con todo”, ironiza.
El portavoz de BWMA recuerda que los revolucionarios franceses intentaron dividir el año en 10 meses y la semana en 10 días “pero eso era muy impopular porque se tenía que trabajar más días antes de llegar al fin de semana”. “Y fue Napoleón quien suprimió el sistema, no quien lo impuso como cree mucha gente”, sostiene. Detrás de su lógica palpitan muchas de las ideas que alimentan el euroescepticismo. No el euroescepticismo populista que odia a los inmigrantes, sino el que siente que la UE les roba el alma con
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