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Racionalidad De La Acción: Apuntes

krieso24 de Noviembre de 2011

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La racionalidad de la acción

En los sistemas de acción que se han especializado en la reproducción de la cultura, Instituciones de Estudios Superiores (IES), la oferta educativa implica complejos de significaciones y, por lo tanto, sentidos que se materializan en acciones e interacciones que acontecen en contextos igualmente complicados y donde entre sí ejercen influencias.

Así y en el devenir histórico de la educación a distancia en México, confluyen acciones (instrumentales o estratégicas) e interacciones, según entramados de racionalidades donde subyace la ideología de la ciencia y la técnica, circunstancia que alude al proceso de racionalización; comprensible al identificar que la racionalización social es inherente de la modernización de la sociedad (emergencia de la empresa capitalista y el Estado moderno).

Por consiguiente a partir del nexo de las tres temáticas de la racionalidad (acción racional, comportamiento racional y racionalización de las imágenes del mundo {objetivo, social o subjetivo}) , las significaciones que acontecen en la modalidad a distancia de la educación, son comprensibles en términos de materializaciones resultantes de la interacción dialéctica de, a) la racionalidad devenida praxis —cotidiana o reflexiva— con, b) los acontecimientos contextuales (condiciones materiales y relaciones de producción).

Así la interpretación de la racionalidad, con propósitos comprensivos, alude a los problemas de fundamentos en las ciencias sociales y particularmente en la sociología, cuyo propósito es la intelección de la problemática implícita en la transformación del capitalismo y de las situaciones que resultan por la ausencia de normas sociales. Inclusive, esta problemática es consideración principal en la comprensión de los problemas referentes a los fundamentos de las acciones.

Por lo tanto, el enfoque sociológico es pertinente para adelantar en las aproximaciones comprensivas de las múltiples y complejas de las orientaciones simbólicas en la acción, además, considera a los problemas de fundamentos y a las estructuras del mundo de la vida que subyacen en subsistemas como son la economía y la política, más allá de argumentos circunscritos a la maximización del lucro o a la adquisición, el control y el acrecentamiento del poder.

Aún más, se requiere de la teoría de la acción comunicativa para comprender la problemática de la racionalización social, considerando que en el enfoque sociológico con pretensiones de teoría de la sociedad (v. más atrás), el problema de la racionalidad es afrontado de manera simultánea en el ámbito del conocimiento y de las interacciones realizadas a través del diálogo.

La racionalidad de la acción: consideraciones a partir de lo cotidiano

El concepto racionalidad alude más a como los sujetos aplican el conocimiento que a la adquisición de éste e inclusive al mismo. Así, es comprensible el hecho porque el saber es manifiesto a través de opiniones y de acciones, que inclusive implican racionalidad en sí mismos. Entonces, ¿Qué significa el hecho de que el individuo se comporte racionalmente en determinada circunstancia? y ¿Qué significa que deban considerarse ‘racionales’ sus emisiones o manifestaciones?

El saber es o no fiable, por consiguiente cuando se aplica para alcanzar algún propósito en el mundo material o al expresar opiniones con la intención de lograr acuerdos según determinadas pretensiones de validez que son susceptibles de fundamentación y de crítica, validez de lo dicho, circunstancias que suponen posibilidades de logro o de fracaso. Así, esta dualidad implica la eventual crítica en términos de efectividad, de veracidad o de fiabilidad respecto a la validez de lo que la persona hace o dice. Es decir, el individuo que se manifiesta a través del habla o la acción corporal y aquellos que le observan pueden suponer que las acciones son o no pertinentes para obtener los propósitos correspondientes, de manera similar es factible enjuiciar las opiniones en términos de ser o no creíbles. Es más, la pretensión de logro implica que el individuo actúa considerando que cuenta con las posibilidades de éxito suficientes para conseguir su cometido o que las reglas de acción dispuestas para guiarle así se lo procurarán, y en el caso de sus argumentaciones que puede fundamentarlas; mismas que dispone para convencer/se en el caso de la crítica y, o en su caso, de la autocrítica. Por consiguiente, el saber manifiesto a través de la acción o de la expresión lingüística —manifestación simbólica— hace referencia al grado de racionalidad (v. más atrás), que es posible apreciar según la congruencia entre: a) aquello que se hace (acción corporal) o se dice (acción lingüística) con respecto al propósito y, b) las condiciones de validez y las razones que el individuo actuante puede disponer a favor de la pertinencia de su actuar o de la veracidad-fiabilidad de su enunciado.

Es decir, hay racionalidad en las acciones y en los actos de habla siempre que sean factibles de validarse; en el caso de las manifestaciones acerca del mundo objetivo, cuando el hablante es capaz de afrontar objetivamente el enjuiciamiento, demostrando a través de argumentos la correlación de aquello que expresa respecto a los hechos y, o en su caso, a los objetos aludidos. Al respecto, la argumentación posibilita que tanto el hablante como el escucha logren otorgar los mismos significados a la pretensión de validez.

Aún así resulta limitado suponer racionalidad en una acción o un decir, considerando la susceptibilidad de crítica como elemento único porque dejan de explicarse otros aspectos, como son: a) la aplicación del saber para propósitos de procurarse el individuo los conocimientos que requiere para actuar de manera informada y adaptarse a las condiciones de los entornos donde se ubica, sean físicos o sociales; y b) las posibilidades de los individuos para vincular sus acciones según los términos de un acuerdo logrado a través del diálogo, sin coacción alguna que la que se auto imponen a sí, individual y colectivamente, según los términos del pacto.

El mundo es a partir de que sea reconocido y considerado como tal por una comunidad de individuos, que para tal efecto tienen capacidades para actuar e interactuar lingüísticamente; es decir, el mundo es un concepto a partir de los significados que le otorgan los individuos al interactuar a través del lenguaje, más que un ente objetivo. Inclusive, es a partir de la abstracción que los individuos configuran acerca de la realidad, que les es factible entenderse respecto a sí y entre sí sobre lo que acontece en el mundo y lo que en él es necesario realizar. Así, es connatural el diálogo porque su finalidad —telos— es recrear comunitariamente de manera continua y dinámica el mundo de la vida en el que y a partir del cual a los individuos les es posible asumirse humanos. Por consiguiente, la comprensión comunitaria en torno al concepto racionalidad implica la definición de las condiciones a cumplirse para que los individuos logren las coincidencias en cuestión.

Entonces, aquello expresado por los individuos respecto al mundo objetivo se fundamenta en un saber compartido por la comunidad en cuestión, considerando un contexto determinado, circunstancia que les permite asumir de inicio la validez de sus opiniones sin cuestionamiento alguno. Los integrantes de la comunidad suponen unos respecto a los otros que cumplen con las condiciones requeridas para validar sus argumentaciones: a) el mundo acerca del cual se refieren es similar para todos; b) disponen las mismas capacidades para la acción y para el habla, que les faculta para comprender de manera similar el mundo objetivo; c) son coincidentes las intenciones de compartir con sinceridad sus experiencias individuales; y, d) utilizan lenguajes, inclusive estilos de expresión, que les son comunes.

Así, cuando los individuos afrontan experiencias incongruentes con respecto a lo que el saber de fondo les permite comprender, cuestionan el cumplimiento de alguna o de varias condiciones más que el conocimiento predeterminado que comparten; es decir, no ponen en duda el saber que asumen incuestionable y que les sirve de referencia al comunicarse entre sí, aún cuando de hecho así lo manifiesten las circunstancias y los hechos (condiciones materiales e inclusive las formas de relación que obligan las condiciones materiales).

Al cooperar socialmente los individuos se ponen de acuerdo a través del diálogo respecto a cómo lograr algún propósito y una vez que logran el consenso actúan coordinadamente, así acontece la imbricación de las aplicaciones del saber; es decir, se manifiesta la racionalidad comunicativa en los diálogos realizados respecto a las maneras de comprender la realidad, vinculada con la racionalidad instrumental-cognitiva según la cual intervienen coordinadamente en el mundo de las cosas. Este modelo de cooperación social es deseable socialmente porque implica individuos y comunidades que actúan según los términos de la responsabilidad social y con autonomía al asumir decisiones reflexivamente, de manera crítica, respecto a las alternativas, las relaciones entre ellos y las condiciones del entorno. Al respecto, fundamenta a la praxis la validación comunitaria de las pretensiones del agente y del grupo social, por consiguiente son solidarios y a la vez subsidiarios: prevalece el beneficio mutuo.

Aún así, existen manifestaciones de racionalidad allende el mundo de las cosas y donde los individuos también pueden justificar la validez de sus acciones, ejemplificativo resulta el caso cuando se legitiman las acciones sociales, ceñidas a ciertas normas que son válidas tanto para el agente cuyo comportamiento

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