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Reflexiones sobre el oficio del actor


Enviado por   •  6 de Abril de 2017  •  Ensayo  •  3.056 Palabras (13 Páginas)  •  308 Visitas

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Reflexiones sobre el oficio del actor.

Nombre: Catalina López Espejo

Profesor: Juan Pablo Iriarte U

Asignatura: Actuación

Fecha: 27 de marzo de 2017


En la búsqueda del actor para la ejecución correcta de su oficio, surgen opiniones y reflexiones necesarias de plasmar en este ensayo. Aquí se realizará una opinión de distintos aspectos del oficio del actor, como la preparación corporal e intelectual, la individualidad del actor, los defectos de la disciplina y finalmente el objetivo de ser actor y que se desea con este trabajo.

 

Analizando la frase que se señala en el texto “Liberar el cuerpo de su saturado cúmulo de signos inconscientes es su tarea, limpiar las palabras del ruido cotidiano y limpiar el cuerpo del lenguaje no verbal de su tribu, su casa, su casta, su identidad”[1] ,si bien, esto es un acto fundamental y esencial para el actor, no es aplicable para todo tipo de expresión actoral, y esto dependerá del montaje a representar y la intención de éste. No se puede olvidar que el actor es un ser humano, con distintas cualidades, composiciones morfológicas y capacidades a disposición, y su identidad quedará irremediablemente plasmada en el montaje. Si se pretende obviar a esa persona y convertirla en un intérprete vacío, el oficio del actor se reduciría a la formación de robots; robots emocionales, corporales y emotivos, pero robots al fin y al cabo. Por esta razón, es importante en mi futura formación como actriz no olvidar este detalle, y no descartar de plano a mi persona, de lo contrario entraría en una disociación personal y le restaría el valor agregado a mi individualidad. Con esto no me refiero a no tener condiciones para la adaptación de los personajes, pero si tener conciencia de que mi trabajo como actriz es único.

 

Al mismo tiempo, creo que una apariencia neutral y totipotencial es necesaria e indispensable para quien pretende ser actor: Un corte de pelo neutro, un cuerpo libre de tatuajes y de preferencia un estado físico dentro de los cánones “normales” (contextura media) son, a mi parecer, exigencias mínimas para quien está dispuesto a ser un profesional de la actuación. En el caso de contar con elementos no neutrales, se debe hacer un esfuerzo mayor, con las consecuencias de no poder aspirar a todo tipo de personaje. Un ejemplo vistoso es el caso de las mujeres sobrepeso en teleseries que son finalmente relegadas a ser la empleada de la casa (aunque el trabajo de las telenovelas no es un oficio de talentos principalmente, sino que tiene un fin comercial).

 

En base a lo anterior, es importante reflexionar acerca de la edad en la actuación. Efectivamente, el teatro es un oficio que da más libertades que las existentes en la cotidianeidad, es importante concientizar y contextualizar el tipo de obra que se realizará. Es incómodo ver actores, bailarines, cantantes y otros artistas escénicos realizar montajes “realistas” que no están acorde a su edad, por ejemplo, personas mayores que se desempeñan como jóvenes, a pesar de que la actuación sea correcta, o personas jóvenes desempeñando imitaciones de personas mayores, imitando sentimientos o emociones que no se conocen. Este punto se ve además exacerbado con las técnicas de caracterización poco prolijas que pudiesen existir en los montajes.

 

Otro aspecto a evaluar será acerca del estilo de dirección presente en la elaboración de una producción. Se sabe que un director no necesita ser un pedagogo, no obstante, es requisito fundamental para el desarrollo del montaje que tenga claridad con el objetivo y la metodología a trabajar, y es deber del actor poder adaptarse a los distintos ambientes de trabajo. Un director puede necesitar la inspiración y adaptación de un texto de un actor, como puede venir con ideas preconcebidas de lo que necesita. Un profesional debe adaptarse a las condiciones que se le proponen y con esto hacer que la obra a montar sea lo mejor posible. Sería ideal que todos dieran el espacio para el desarrollo del artista, pero la realidad no necesariamente es así, y lo importante para mi, es el desempeño íntegro de la actuación.

Un nuevo punto a analizar será el relacionado al objetivo del estudio profesional de actuación. El teatro no es un taller de expresión oral o un método para “quitar la timidez”. De hecho, me parece una falta de respeto al arte asociar el estudio del teatro con algo estético o superficial, y no solo potencia los prejuicios asociados a la disciplina, sino que también le resta valor.

Estoy de acuerdo que deben existir expresiones no profesionales del arte puesto que es intrínseco al ser humano, pero no se puede reemplazar con el oficio profesional; Nadie va al médico con una persona que juega a serlo, y nadie contrataría a un iletrado para construir un puente por más ganas que se tengan de hacerlo bien.

El menosprecio del oficio del actor es otro de los tantos obstáculos que debe pasar el profesional, y es deber de éste mismo no desvalorar su arte. Con esto no me refiero a que no se deba enseñar teatro en colegios, hacer talleres a personas que se interesen ni desarrollar ámbitos educacionales del teatro (justamente es en todos estos lugares donde tuve mis primeros acercamientos a la profesión), pero no se puede olvidar que esta es una disciplina seria, de mucho rigor y necesidad de estudios hasta que se deje de ejercer. Si no se está dispuesto a asumir estas responsabilidades mínimas es mejor, por respeto a la profesión, dejar la actuación.

No se puede negar que existen personas con talentos únicos y formación no ligada a la escuela, como pueden ser los músicos autodidactas, pero en el caso del teatro actual, el no ir a una escuela de formación actoral y aun así ejercer de actor es una actitud inmadura que refleja poco amor al arte: El teatro no es pararse en un escenario a decir un texto.

 

Por otro lado, el teatro no es terapia, ni pretende hacer que los actores sean libres de miedos, prejuicios o desórdenes psiquiátricos o psicológicos. Lo importante es la calidad interpretativa y la capacidad de trabajar en equipo, y evitar que estos problemas sean traspasados al trabajo del montaje en sí. En este punto quiero ser enfática y recalcar que, para mí, el actor no debiese ser un exhibicionista ni tener trastornos de personalidad narcisista y/o histriónicos. Este es, precisamente uno de los puntos donde la profesión se torna peligrosa, y poco rigurosa, puesto que se normaliza que personas que necesitan un tratamiento psiquiátrico o psicológico estén trabajando, o peor aún, a cargo de personas mentalmente sanas.

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