Sexualidad De Los Mayas
Enviado por MadisonGars • 2 de Enero de 2014 • 3.307 Palabras (14 Páginas) • 343 Visitas
La sexualidad de los mayas prehispánicos y coloniales
LOS DZULES
Del CHILAM BALAM
Esto es lo que escribo: En mil quinientos cuarenta y uno fue la primera llegada de los Dzules, de los extranjeros, por el Oriente. Llegaron a Ecab, así su nombre. Y sucedió que llegaron a la puerta del Agua, a Ecab, al pueblo de Nacom Balam, en el principio de los días de los años del Katún Once Ahau. Quince veintenas de años antes de la llegada de los Dzules, los Itzáes se dispersaron. Se abandonó el pueblo de Zaciahtun, se abandonó el pueblo de Kinchil Coba, se abandonó Chichén Itzá, se abandonó Uxmal y, al sur de Uxmal, se abandonó Kabah, que así es su nombre. Se abandonaron Zeye, y Pakam, y Homtun, el pueblo de Tixcalomkin y Ake, el de las puertas de Piedra.
Se abandonó el pueblo Donde Baja la Lluvia, Etzemal, allí donde bajó el hijo del todo Dios, el Señor del cielo, el Señor-Señora, el que es Virgen Milagrosa. Y dijo el señor: "Bajen los escudos chimallis de Kinich Kakmo". Ya no se puede reinar aquí. Pero queda el Milagroso, el Misericordioso. "′Bájense las cuerdas, bájense los cintos caídos del cielo. Bájese la palabra caída del cielo." Y así hicieron reverencia de su Señorío los otros pueblos, así se dijo, que no servían los Señores dioses de Emal.
Y entonces se fueron los grandes Itzáes. Trece veces cuatrocientas veces cuatrocientos millares y quince veces cuatrocientas veces cuatrocientos centenares vivieron herejes los Itzáes. Pero se fueron y con ellos sus discípulos, que los sustentaban y que eran muy numerosos. Trece medidas fue Iximal y a la cabeza de la cuenta de los de Iximal hubo nueve almudes y tres Oc. Y los hijos del pueblo fueron con sus dioses por delante y por detrás.
Su espíritu no quiso a los Dzules ni a su cristianismo. No les dieron tributo ni el espíritu de los pájaros, ni el de las piedras preciosas, ni el de las piedras labradas, ni el de los tigres, que los protegían. Mil seiscientos años y trescientos años y terminaría su vida. Ellos sabían contar el tiempo, aún en ellos mismos. La luna, el viento, el año, el día: todo camina, pero pasa también. Toda sangre llega al lugar de su reposo, como todo poder llega a su trono. Estaba medido el tiempo en que se alabaría la grandeza de Los Tres. Medido estaba el tiempo de la bondad del sol, de la celosia que forman las estrellas, desde donde los dioses nos contemplan. Los buenos señores de las estrellas todos ellos buenos.
Ellos tenían la sabiduría, lo santo, no había maldad en ellos. Había salud, devoción, no había enfermedad, dolor de huesos, fiebre o viruela, ni dolor de pecho ni de vientre. Andaban con el cuerpo erguido. Pero vinieron los Dzules y todo lo deshicieron. Enseñaron el temor, marchitaron las flores, chuparon hasta matar la flor de los otros porque viviese la suya. Mataron la flor del Nac-xit Xuchit. Ya no había sacerdotes que nos enseñaran. Y así se asentó el segundo tiempo, comenzó a señorear, y fue la causa de nuestra muerte. Sin sacerdotes, sin sabiduría, sin valor y sin vergüenza, todos iguales. No había gran sabiduría, ni palabra ni enseñanza de los señores. No servían los dioses que llegaron aquí. ¡Los Dzules sólo habían venido a castrar al Sol! Y los hijos de sus hijos quedaron entre nosotros, que sólo recibimos su amargura.
“…Y así hicieron reverencia de su Señorío los otros pueblos, así se dijo, que no servían los Señores dioses de Emal.”
Tal y como lo expresa toda la tristeza y desolación por los vencidos, en el caso de los mayas peninsulares, la llegada de los españoles tuvo un choque de culturas tanto en las relaciones de género como en la sexualidad.
La primera vez que leí este poema, en mi formación de educación básica, me provocó la misma tristeza que me ha provocado ahora, al evocar el dolor que sintió el pueblo maya de ver caer su cultura, su tradición, sus familias, todas estas organizaciones basadas en la religión por muchas generaciones. Sin embargo, una manera distinta de mirar el poema delos Dzules ocurrió en esta ocasión. Un lente más ha actuado en esta ocasión, nunca antes había mirado a los mayas de una manera sexual. En gráficos, lienzos, pinturas y hasta fotografías de culturas indígenas, había notado la extraña naturalidad con la que exponen sus cuerpos, muy probablemente por orígenes climáticos. Y aun así, hasta ahora me he percatado que además de la pérdida cultural en astronomía, muy relacionada con las diversas etapas del año agrícola; sus conocimientos matemáticos y cronológicos; su interesante arquitectura, entre otros; los peninsulares y demás conquistados, también perdieron sus relaciones de género y la forma en la que tenían construida su sexualidad.
Cuando los conquistadores llegaron a América, se encontraron con habitantes distintos a ellos en vestimenta, cultura, color de piel, formas de organización. Cierto es que la conquista territorial estuvo en manos de los militares, pero la conquista espiritual fue encabezada por los frailes religiosos. A partir de entonces los colonizadores establecerían que era lo que, a partir de entonces se consideraba moral o inmoral, las nuevas leyes sobre la sexualidad y las relaciones de género estarían basadas en la cultura occidental de la religión católica.
“La moral clerical predicaba la renuncia a la carnalidad, como símbolo del pecado y la aspiración a la castidad, como emblema de la virtud… La aversión al placer, restricción del acto sexual al matrimonio para la procreación y la exaltación de la continencia, fueron las normas por las que día a día se trabajó” (Landy Santana Rivas-Georgina Rosado Rosado, 2009). A los ojos de los religiosos, la forma pecaminosa en que los indios exponían sus cuerpos ameritaba medidas de adoctrinamiento así como reglamentaciones para normar la vida de las familias mayas.
Para poder cambiar las costumbres inmorales de los nativos se requería su inspección constante y como los frailes no eran suficientes. Por lo que congregaron varias comunidades de naturales en una para poder ejercer dominio entre ellos, pues las comunidades prehispánicas estaban alejadas unas de otras por la forma rotativa de sus cultivos. Y de esta manera se facilitaba la supervisión de la conducta de los naturales y se aplicaría castigo y/o azotes en caso de incurrir en pecado carnal o hereje. Y como hace sentir el Chilam Blam en el poema de los Dzules, poco a poco, a pesar de la resistencia, el cambio fue inminente.
Lámina que representa el bautismo de los cuatro señores de Tlaxcala. En esta escena los bautizados aparecen a la derecha, bajo la figura de Hernán Cortés sentado; a la izquierda se encuentran otros tres personajes
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