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TECNICAS DE LOCUCION


Enviado por   •  11 de Noviembre de 2012  •  9.691 Palabras (39 Páginas)  •  573 Visitas

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EJERCICOS DE LOCUCIÓN

BOLIVAR AÑAPA MARTÍNEZ

CAPITULO I

LA CORRECTA RESPIRACIÓN.

En la perfección de una hermosa voz – decía Melba-, la correcta respiración es el más importante requisito técnico.

Por tanto, el dominio de la respiración correcta debiera ser, debe ser nuestro primer paso hacia el mejoramiento de la voz.

La respiración es el fundamento de la voz; es la materia prima con que construimos las palabras.

El uso adecuado de la respiración nos da tonos completos, profundos, redondeados; tonos atractivos, no sonidos chillones ni ásperos; tonos que agradan, tonos que se dejan escuchar fácilmente.

Si la respiración correcta tiene tanta importancia, debemos buscar en seguida qué es y cómo se practica.

Los famosos maestros Italianos de la canción han dicho siempre que esta respiración correcta es la respiración diafragmática. Y ¿qué es eso? ¿Algo extraño, nuevo, difícil? De ningún modo. Lo hacíamos perfectamente cuando éramos niños, en la cuna. Lo hacemos ahora en parte de las veinticuatro horas diarias: cuando estamos acostados; entonces respiramos libremente, naturalmente, correctamente: empleamos la respiración diafragmática. Por quien sabe que rara razón, es difícil respirar como se debe excepto cuando permanecemos en posición horizontal.

Nuestro problema, entonces, se reduce a esto: emplear el mismo método de respiración cuando estamos en pie que cuando yacemos en el lecho. ¿Parece difícil?

Nuestro primer ejercicio, pues, será el siguiente: pongámonos en decúbito supino y respiremos profundamente. Observaremos que la actividad principal del proceso se concentra en medio del cuerpo. Cuando respiramos profundamente en esta posición, no alzamos los hombros.

Sucede lo siguiente: los esponjosos y porosos pulmones se llenan de aire y necesitan extenderse, como un globo. Son dos globos que quieren inflarse, pero, ¿cómo?, ¿hacia dónde? Están encajonados hacia arriba y los costados por una caja cuyas paredes son las costillas, la espina dorsal y el esternón. Desde luego, un poco ceden las costillas, pero el lugar más fácil de expansión es el piso de la caja, formado por un delgado musculo que sirve a la vez de techo del abdomen. Este músculo, llamado diafragma, divide el tronco en dos departamentos diferentes. El departamento superior contiene el corazón y los pulmones; el inferior, abdomen, contiene el estomago, los intestinos, el hígado y otros órganos vitales. Este enorme musculo esta arqueado como un techo, como una bóveda.

Tomemos, por ejemplo, uno de esos platos de cartón que solemos comprar en los baratillos cuando preparamos una gira campestre. Démoslo vuelta y apretémoslo contra el suelo. ¿Qué sucede? Que se achata y se estira y se escapa por los cuatro costados a medida que hacemos fuerza. Esto es, precisamente, lo que sucede con el diafragma cuando los pulmones, llenos de aire, comprimen la parte superior de la bóveda.

Acostémonos. Respiremos profundamente. Apoyemos los dedos de la mano justo por debajo del esternón. ¿No sentimos el movimiento del diafragma, achatándose y estirándose?

Apoyemos ahora las manos sobre los costados de la caja, sobre las extremidades inferiores de las costillas. Respiremos profundamente. ¿No sentimos los pulmones empujando las costillas flotantes?

Practiquemos esta respiración diafragmática durante cinco minutos al acostarnos y durante cinco minutos antes de levantarnos. Por la noche, esta respiración nos calmará los nervios, con lo cual nos adormecerá. Por la mañana, nos animará y despejará. Si hacemos esto sin desmayar, no solo mejoraremos la voz, sino que viviremos algunos años más. Los cantantes de ópera y los maestros de canto llaman la atención por su longevidad. El famoso Manuel García vivió 101 años. Y atribuía su larga vida a los ejercicios diarios de respiración profunda.

CAPITULO II

LA CORRECTA RESPIRACION.

El famoso cantante Jean Reske aconsejaba llevar alta la corbata. Pongámonos en pie y llevemos a la práctica su consejo, no subiendo los hombros, sino elevando el pecho hasta su posición natural. Hagamos reposar todo nuestro peso sobre los tacones. Apoyemos una mano sobre la cabeza. Tratemos ahora apartar la mano del pelo, sin levantar los talones. Hagámoslo no con los músculos del brazo, sino tratando de conservar la misma altura que nos sea posible. Eso es. Muy bien. Ahora estamos erguidos, el abdomen para adentro, la corbata y el pecho altos, la nuca pegada al cuello de la camisa. ¿Hemos levantado los hombros? En ese caso, relajémoslos, bajémoslos. Es el pecho el que debe estar alto, no los hombros. Sin bajar el pecho, exhalemos. Mantengámoslo alto hasta que salga la ultima pizca de aire.

Y henos listos para respirar correctamente. Inhalemos profunda, lenta tranquilamente por la nariz. Tratemos de sentir la misma sensación que sentíamos al practicar en la cama la respiración diafragmática que sugerimos en el capítulo I. Sintamos los pulmones extendiéndose, extendiéndose, extendiéndose, empujando hacia el costado las costillas inferiores: sintamos la sensación debajo de los brazos. Sintamos el diafragma comprimiéndose y achatándose como un plato de papel dado vuelta y aplastado desde arriba: sintamos el diafragma extendiéndose al poner los dedos sobre el <grito de la muñeca>, como llaman los niños a la parte que queda inmediatamente por debajo del esternón. Exhalemos lentamente.

Ahora una vez más. Inspiremos por la nariz. Advertiré nuevamente que no se deben levantar los hombros ni querer ensanchar los pulmones por la parte superior.

Con la corbata en alto, inspiremos nuevamente y sintamos la expansión en medio del tronco.

Yo practico la respiración profunda todos los días, decía la Schumann-Heink.

Caruso hacia lo mismo: por eso desarrolló un diafragma de gran fuerza. Cuando los estudiantes venían a pedirle consejo sobre el arte de respirar, Caruso solía decirles. <Apoya con toda tu fuerza el puño sobre mi diafragma>. Y entonces, con una rápida y profunda inhalación, comprimía el diafragma con tanta violencia que arrastraba el puño con la mayor facilidad.

Sin embargo, el solo conocimiento del buen respirar, que estamos aprendiendo, no nos servirá de nada si no lo sabemos aplicar.

Practiquémoslo, pues, diariamente, mientras caminamos por la calle. Practiquémoslo cuando tengamos un momento libre en la oficina. Practiquémoslo después de habernos concentrado durante una hora con algún asunto: abramos la ventana y llenémonos de aire los pulmones. Esto no será tiempo perdido. Será tiempo ahorrado, vigor reforzado, salud ganada. Por

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