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TRABAJO GRUPAL. Las personas con discapacidad

Ximena PaulloApuntes24 de Junio de 2019

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ

Facultad de Psicología

 

 

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TRABAJO GRUPAL

 

Nombres:

- Cinthia Alexandra Tello León                 20161611

- Maria Ximena Paullo Taboada                     20155815

-  Karla Cipiran                                               20141495

Curso: Investigación y estadística II

Horario: 7137

Profesor: José Manuel Magallanes Reyes

Asistente o Jefe de Práctica: Marylia Cruz

SEMESTRE 2019-1

Se define como persona con discapacidad a aquella que carece de forma persistente de alguna capacidad física, sensorial, mental o intelectual, teniendo como consecuencia que enfrentarse de manera desigual respecto de los demás al desarrollo de sus derechos y su participación en la sociedad (INEI, 2017). Las personas con discapacidad están expuestas a varios riesgos a lo largo del ciclo de vida. Desde la niñez pueden enfrentarse a situaciones de violencia o exclusión, específicamente en los centros de estudios, como efecto de la estigmatización o la carencia de servicios educativos inclusivos. Todo ello puede dificultar su desarrollo tanto personal como social e incluso puede constituirse una desventaja más con respecto a su educación, la mejora de competencias y el desarrollo de la capacidad futura de ser empleado (OIT, 2017). Así, las personas con alguna discapacidad que se encuentran en edad de trabajar tienen mayores tasas de desempleabilidad y empleo informal (INEI, 2017), lo que puede generar menores ingresos estables y por ende seguir dependiendo de sus parientes más cercanos. Todo ello causa que esta población, en específico, sea propensa a estar más expuesta a la pobreza (Banks y Polack, 2014).

Explicado esto, el estudio de la resiliencia resulta relevante puesto que, en primer lugar, en cuanto a la población etaria escogida, los resultados presentados en el Censo de 2017: XII de Población y VII de Vivienda, informan que las personas que cuentan con alguna discapacidad representan el 10,4% del total de la población peruana; es decir, existen en el país 3 millones 51 mil 612 personas que padecen de alguna discapacidad. De esta población, el 15,1% (462 mil 60 personas) presenta dificultades para moverse o caminar, siendo este el segundo grupo con mayor porcentaje.

 Además, los jóvenes entre 18 a 25 años representan el 5,4% del total, de los cuales el 5,8 % y 9,1% cuenta con educación superior no universitaria y universitaria completa respectivamente. A pesar de haber accedido a estudios superiores el 70% de los jóvenes con alguna discapacidad afirma haberse sentido discriminado al momento de postular a algún trabajo, lo que dificulta una inserción laboral justa e inclusiva (INEI, 2017). Otro punto a considerar, según Vinaccia, son las etapas que contemplan mayor complejidad y cambios más bruscos: la adolescencia y la juventud, pudiendo acompañarse éstas de otros factores traumáticos que pueden acontecer durante la vida de la persona (en Suria,2012).Siguiendo lo antes mencionado, la experiencia de vivir con una discapacidad no es fácil en ninguna situación por lo que estudiar la manera en cómo esta población afronta o no las dificultades que se le presentan resulta de alguna manera interesante y beneficioso para mejorar y contemplar alternativas inclusivas. Además de ello, se espera que la presente investigación promueva el interés por estudiar a esta población en específico, ya que no se ha estudiado a profundidad antes.

El primer constructo a considerar es la resiliencia el cual se refiere a la capacidad de las personas para mantener la salud y el bienestar psicológico en un ambiente dinámico y desafiante (Rutter en Suria, 2015). Como menciona el autor antes mencionado, esta combina un conjunto de atributos personales adquiridos a través del desarrollo psicológico y a partir del contacto con factores protectores disponibles en los entornos propios de las personas en riesgo. En ese sentido, las personas resilientes son definidas como personas socialmente competentes las cuales tienen conciencia de su identidad, tienen la capacidad de tomar decisiones, se proponen metas y satisfacen sus necesidades básicas de afecto.

Según Grotberg, existen tres características que definen al constructo mencionado los cuales son, en primer lugar, las que se refieren al apoyo que la persona cree que puede recibir (yo tengo). En segundo lugar, son las que se refieren a las condiciones internas del individuo (yo soy, yo estoy). Por último, son las que se refieren a las habilidades que tiene el individuo para relacionarse y resolver conflictos (yo puedo) (en Suria, 2012). Además, según Vinaccia, Quiceno y Moreno es necesario mencionar que la resiliencia no es un proceso estático esto quiere decir que puede variar con el tiempo dependiendo de las circunstancias e incluye tantos conductas, pensamientos y acciones que cualquier persona puede llegar a aprender (en Suria, 2012).

El segundo constructo a considerar es el autoconcepto. Este se refiere al conjunto de pensamiento o apreciaciones que cada uno tiene sobre sí mismo, los cuales se fundamentan a partir de las experiencias acontecidas en relación con el contexto (Shavelson, Hubner y Stanton, 1976 & Nuñez y González, 1994 en Cazalla Luna & Molero, 2013). Este constructo al estar compuesto de varias experiencias del individuo debe organizarlas en categorías, estas cuentas con distintas dimensiones que mantienen un orden jerárquico. Sin embargo, estas pueden ir cambiando en relación a la edad del individuo, las experiencias vividas y cómo este las valora (Shavelson, 1976 en Cazalla Luna & Molero, 2013). Con respecto a la etapa de adolescencia, las relaciones que el individuo va formando con sus pares juega un rol fundamental en las percepciones que uno tiene sobre sí mismo, pues el adolescente se encuentra en búsqueda de su identidad y este lo construye a partir de la opinión de los otros (Alcaide, 2009). Sin embargo, Polo-Sánchez y López-Justicia (2012) afirman que los comentarios de los otros acerca de uno mismo si bien tienen relevancia para el adolescente no son del todo concluyentes, ya que las situaciones que el individuo afronta y cómo este las valora también van construyendo su autoconcepto. En este sentido, los jóvenes con discapacidad pueden llegar a tener un autoconcepto negativo debido a circunstancias que acontecen su vida diaria como discriminación de pares, desilusión de parte de ellos mismos al no poder realizar todas las actividades que desearían o al no parecerse físicamente como los demás (Bucaglia, 1990 en Suria, Rosser & Villegas 2016).

Tras una búsqueda de fuentes tanto teóricas como empíricas acerca del autoconcepto y la resiliencia de jóvenes con discapacidad física se encontró solo una investigación que englobe los constructos ya mencionados, pero se halló literatura enfocada en una población diferente: niños con discapacidad para la comunicación por deficiencia de la audición. La primera investigación realizada por Suria, Rosser y Villegas (2016) analiza el autoconcepto en jóvenes universitarios entre 18 a 29 años con distintos tipos de discapacidad en contraste con jóvenes sin alguna discapacidad a partir de un diseño transversal no probabilístico e intencional. Dicho estudio concluye que los universitarios con discapacidad muestran un nivel de autoconcepto menor que los universitarios sin discapacidad. Además, al indagar acerca de las expectativas laborales a futuro en los estudiantes con algún tipo de discapacidad estas son negativas a diferencia de los jóvenes sin alguna discapacidad. Ello se puede entender a partir de distintos factores que dificultan la inserción laboral como la sobreprotección de los padres, dependencia de agentes de apoyo y la necesidad de capacitaciones complementarias para un adecuado desempeño laboral que tome en cuenta sus alcances y limitaciones (Von Furstenberg, 2009 en Suriá, Rosser & Villegas, 2016). El segundo estudio relacionado a la resiliencia y el autoconcepto en personas con discapacidad fue desarrollado por Suriá (2016) el tipo de estudio correspondió a una serie de casos transversal, y tuvo como propósito principal analizar el autoconcepto y resiliencia en 116 jóvenes entre 18 y 35 años de edad con discapacidad motora, intelectual, visual o auditiva, siendo la tipología más frecuente la motora. Además de ello, los participantes del estudio pertenecían a organizaciones destinadas a personas con discapacidad. Los resultados en la escala de Autoaceptación fueron puntuaciones moderadas y sin diferencias significativas entre las distintas tipologías ya mencionadas. Sin embargo, con respecto a los resultados de resiliencia se halló mayores niveles de este constructo en los participantes con discapacidad motora y visual que en los jóvenes con discapacidad intelectual y auditiva. Ello se puede deber al apoyo social el cual se da más en jóvenes con discapacidades motoras y visuales, pues son más notorias a diferencia de los que cuentan con discapacidad intelectual o auditiva que en muchos casos no pueden o pedir ayuda (Aguado Díaz & Alcedo Rodríguez, 2012). Por otro lado, los resultados obtenidos en la relación del grado de discapacidad con respecto a la resiliencia y el autoconcepto no muestra datos significativos. Ello tiene sentido si se toma en cuenta que el concepto de resiliencia se caracteriza por la presencia de dificultades y la superación de estos mismos; es decir, mayores dificultades pueden generar mayor desarrollo de la resiliencia en estos jóvenes, y tomando en cuenta que los participantes del estudio asisten regularmente a organizaciones dedicadas a su cuidado por lo que la decisión de asistir a los mismos es símbolo de superación de los obstáculos (Suriá, 2016). La tercera investigación fue propuesta por Barrios (2005) y su objetivo fue explicar el autoconcepto de niños con discapacidad para la comunicación por deficiencia de la audición en el marco de un estilo de vida resiliente. El abordaje fue cualitativo y un diseño metodológico, los participantes fueron 5 niños junto a sus padres que resolvieron la escala de percepción del autoconcepto. Los resultados mostraron que los niños contaban con un autoconcepto positivo a partir de conocer quiénes son, las actividades que pueden realizar y su capacidad ante ellas y la satisfacción personal que tienen con respecto a sus actividades diarias. Además, los padres que cuentan con el estilo de vida resiliente indican que les ha facilitado poder proporcionar a sus hijos una vida equivalente a un niño sin alguna discapacidad, y que sus hijos hayan asumido su tipo de discapacidad como la única condición que conocen.

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