Transantiago

Mi recorrido empezó el día lunes al salir de la universidad a las 18:30 en pleno horario punta y mi destino final era Pedro de Valdivia Norte.

Todo partió con la clásica gente que me topo en San Carlos de Apoquindo es decir muchos estudiantes ya sea de universidad o del colegio y un par de trabajadores, al principio no estaba muy lleno como es de costumbre pero mientras más recorría la micro, la gente se comenzaba a subir de a poco. El momento culmine es cuando me tengo que tomar la micro troncal 411, que normalmente no para porque está muy llena en ese horario, y si para tengo que irme muy apretado. Al intentar subirme tengo que luchar con la gente que esta apretada en el inicio de a puerta y tratar de hacerme paso para ir hacia atrás donde hay más espacio y me quedo en la mitad de la troncal como de costumbre donde a la gente no le gusta estar. Lo primero que noto es como cambio la gente, es decir paso de estudiantes a muchos trabajadores que vuelven a sus hogares, el ambiente suele ser muy parecido a esta hora es decir una gran cantidad de gente cansada, estresada y con ganas de volver a su casa, sin contar que el chofer esta del mismo humor y acelera y frena sin mucha precaución a los pasajeros que no estamos agarrados. Luego de un rato arriba de la micro llegamos a los conquistadores donde el panorama ya es distinto, el taco es tan grande que los autos no se mueven y el calor se empieza a sentir más fuerte, los bocinazos abundan, pero al interior de la micro hay un silencio horrible, cada uno está en su mundo, la mayoría escuchando música y unos pocos sentados tomando cerveza.

La micro continúa estando llena pero el flujo de gente que baja y sube es gigante, por supuesto una gran parte entrando por las puertas de salida evadiendo el pago y sin que nadie les diga nada. Luego de 30 minutos esperando en el taco y próximos a mi llegada decidí bajar y continuar caminando ya que avanzaba mucho más rápido y llega la famosa parte donde uno tiene que visualizar el botón más cercano para parar la micro y hacerse camino entre la gente con muchas “disculpas” entre medio, para al final apretarlo y que el chofer decida en que paradero detenerse y por fin terminar mi recorrido diario

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