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Una Identidad Es Importante?


Enviado por   •  13 de Octubre de 2014  •  7.698 Palabras (31 Páginas)  •  186 Visitas

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Título:

Manual de identidad gráfico de la microempresa de mojarras San Carlos en la ciudad de Minatitlán, Veracruz.

Pregunta de investigación:

¿Permite la imagen gráfica el reconocimiento del producto?

Marco teórico

Historia de la pesca y cultivo

La pesca como actividad es la acción del hombre encaminada a aprovechar para su beneficio los recursos naturales renovables existentes en el océano (Gulland, 1970).

El hombre prehistórico, además de la caza y la recolección de plantas y frutos silvestres también llevó a cabo la captura de organismos marinos, logrando por una parte incrementar sus conocimientos y sus dominios, y por la otra disponer de una nueva fuente de alimentos. Para la pesca utilizó los mismos instrumentos que le servían para la caza o para defenderse, como las lanzas de punta de sílice o los ganchos fabricados con astas de renos. Por otro lado, es posible establecer que los moluscos y otras especies sedentarias llamadas betónicas representaron la mayor parte de su captura. Lo anterior queda demostrado por el hecho de que en las cavernas y albergues en que el hombre se guarecía de los elementos naturales, se han encontrado abundantes restos de conchas de moluscos que le servían de alimento; el hallazgo más famoso es el de los concheros de la cueva de Altamira en el norte de España donde se localizaron cantidades realmente extraordinarias de conchas de bígaros y de lapas.

Al paso de los milenios y con el incremento de sus necesidades alimenticias, aunado a su indómito espíritu aventurero, el hombre se adentró en el mar sirviéndose de embarcaciones rudimentarias.

Desde épocas muy antiguas los egipcios, hebreos, asirios y fenicios practicaron la pesca en el mediterráneo, tal como lo demuestran los bajorrelieves egipcios que representan escenas de pesca con arpones de varias púas. Pero fueron los romanos, en su época de esplendor, quienes se dedicaron activamente a la pesca, degustando en sus banquetes morenas, salmonetes, dorados, lenguados y merluzas. Así mismo, se dedicaron al cultivo de especies comestibles. Sobre el tema los historiadores de la época narran que el general Romano Lúculo (106-57 a.c.) invirtió fuertes sumas de dinero para horadar una montaña en las inmediaciones de Nápoles con el único fin de allegar agua de mar a sus viveros de peces (Rioja et al., 1972).

En América, muchos pueblos fueron pescadores, como los siboyenes y diversas tribus de tupíes-guaraníes. En México, las representaciones en códices antiguos permiten pensar que las culturas que se desarrollaron antes de la llegada de los españoles ya practicaban la pesca así como también los primeros viveros de peces.

En el México prehispánico el conocimiento de los mares data desde las culturas azteca, maya y zapoteca, ya que las representaciones de animales y vegetales en sus códices los muestran con gran fidelidad, producto de numerosas y bien orientadas observaciones. De igual forma, la existencia de un amplio vocabulario para designar especies animales, como el que se estableció para los moluscos, indica su competencia en este campo, dentro del cual también establecieron las primeras colecciones de caracoles.

Como lo señala Vilches (1980) “La pesca en nuestro país se remonta, como en todos los lugares del mundo, a los primeros habitantes como medio de sustento, junto con la caza según relatan los restos arqueológicos y se asientan en los diversos códices conocidos, ejerciendo una influencia decisiva en todos los órdenes de las comunidades y los individuos pues no sólo era proveedora de medios de alimentación, sino que también impulsaba las vías de comunicación, la actividad artesanal y artística, forzando incluso a la imaginación para perfeccionar medios y sistemas y obtener así mayores rendimientos. No es de extrañar, pues, las representaciones que se hacen en los códices de la pesca por medio de tridentes y arpones así como la construcción de represas en los ríos para facilitar la captura con flechas y con los demás artefactos descritos, manejados con hábil destreza, además de una red con aro que era de los más perfectos conocidos a la sazón”.

De igual forma, como lo relatan los primero cronistas como Sahagún Torquemada y Durán, entre otros, y posteriormente los historiadores como Clavijero y Bernal Díaz del Castillo, la variedad de especies acuáticas que se comercializaban en el mercado o tianguis de Tlatelolco era impresionante. Se podían encontrar especies frescas como el iztacmichin o pescado blanco y productos manufacturados, como por ejemplo los pasteles de algas y peces a los que Beltrán Díaz del Castillo llamó tortas con sabor a queso de mar.

Las especies que se consumían procedían de los ríos, de los lagos circundantes a la capital azteca, y de ambos litorales; entre éstas, los cronistas reportan la presencia en sus mesas de gran variedad de peces marinos y de agua dulce así como crustáceos, tortugas y manatíes.

De igual forma Vilches (Ibit) reporta que, según los cronistas, existía mayor diversidad de peces y especies en los litorales del pacífico, que en los del atlántico. Por su parte, el jesuita Miguel del Barco (1706-1790) en su Historia natural y crónica de la antigua California menciona “ya que la tierra de California es poco fértil de frutos, suple el mar la falta de bastimentos con los muchos pescados que ofrece entre ambas costas: en una y otra es increíble su muchedumbre y su variedad. Y hablando de las bahías con los chinchorros y redes que cada navío lleva, cogieron mucho pescado de especies muy diferentes , y todo muy sabroso y sano, y porque se sepa que especies había, después daré las que yo vi: cogieron chernas, pargos, meros, cornudas, cazones, tiburones, mantas, lisas, salmones, atunes, esmedregales, sardinas, ostiones, rayas, cuchos caballos, roncadores, barberos, bonitos, puercos, lenguados, y ostiones de perlas”.

Cabe resaltar, que los nombres con los que se llamaba a laos peces eran los empleados en la España de la época.

Por otro lado, como en todas las regiones, los pueblos del México prehispánico rendían culto al dios de la pesca, al que llamaron Opochtli (zurdo, dios menor Otlaloque), al que creían inventor de las redes y demás instrumentos para la cría y la pesca.

Las técnicas que utilizaban para capturar o pescar las especies acuáticas eran diversas, como lo registran diferentes cronistas e historiadores, como lo destaca Bernardino de Sahagún en su obra Historia general de las cosas de la Nueva España en la Conquista los españoles aprovecharon de manera significativa lo que aprendieron de las culturas prehispánicas sobre la explotación y cría de estos recursos. Tal fue su instrucción, que hasta llegaron a sobreexplotarlos, como en el caso de la madre perla,

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