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Vision De Anahuac


Enviado por   •  28 de Octubre de 2013  •  1.511 Palabras (7 Páginas)  •  551 Visitas

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La figura de Alfonso Reyes es a un tiempo fantasmal y abrumadora. Por una parte, Reyes es el autor de una obra inmensa y múltiple que contiene, entre sus miles de páginas, algunos de los ensayos, cuentos y poemas canónicos de la literatura mexicana; por la otra, es un escritor tan amplio y diverso que parece carecer de un núcleo preciso, de un texto emblemático capaz de representar todo su corpus, de una obra maestra bajo la cual puedan coincidir devotamente las nuevas generaciones de lectores. En cierto sentido, esa función de texto axial ha sido desempeñada, de un tiempo para acá, por un singular ensayo de juventud, “Visión de Anáhuac (1519)”, escrito en 1915, cuando Reyes tenía apenas veintiséis años y empezaba un exilio de una década en Madrid.

A estas alturas es ya imposible leer, de veras leer, “Visión de Anáhuac”. Sencillamente no hay manera de volver atrás y toparse, de golpe, con este texto tal como fue publicado por primera vez en San José, Costa Rica, en 1917: un texto nuevo, aislado, libre aún de su problemática condición de clásico. Hoy “Visión de Anáhuac” está ya inserto en una abultada trama de lecturas, críticas y reescrituras que lo han resignificado una y otra vez y que lo han incorporado, deformándolo, en debates sobre, por lo menos, el latinoamericanismo, el hispanismo, la Conquista y la Revolución. De hecho, “Visión de Anáhuac” es hoy ya todo eso: no solo las veintipocas páginas publicadas originalmente sino también las lecturas que ha soportado, las reescrituras que ha padecido, los años que han corrido.

Ahora, si de verdad fuera posible remontar todos esos años y llegar hasta el texto original, tampoco nos toparíamos con un material nítido y unívoco, dotado de un significado listo para ser desentrañado. La naturaleza misma del texto es ya compleja. ¿Qué es “Visión de Anáhuac”? ¿Un ensayo, un poema en prosa, una estampa histórica o un texto político que habla sobre la situación de México en 1915 mientras finge hablar sobre 1519? ¿Las cuatro partes en que está dividido se sitúan en 1519, año en que las huestes de Cortés desembarcan en México y llegan hasta Tenochtitlán, o van y vienen entre ese pasado y el presente en que el texto está escrito? ¿Sus páginas describen líricamente las costumbres, la vegetación y los paisajes de la capital mexica unos días antes de ser asolada por los españoles, o reconstruye la visión que los conquistadores tenían de esa tierra? ¿El texto adopta el punto de vista indígena y lamenta la desaparición de la cultura azteca, o adopta la perspectiva contraria y admira la presencia de los españoles en América? En todos los casos es imposible saberlo con certeza: el texto no tiene una respuesta enfática para estas preguntas o, mejor, tiene muchas respuestas, diversas y contradictorias. Es uno, el lector, el que responde al final esas interrogantes y arrastra el texto hacia un lado u otro. Así, cualquiera que asegure haber desprendido un sentido de este texto miente: él mismo ha depositado ese sentido ahí. Como señalaba Adorno, “la interpretación no puede extraer nada que la interpretación misma no haya introducido”.

Si “Visión de Anáhuac” es un texto elusivo es, en parte, porque tiene algunos de esos rasgos que el mismo Adorno identificaba en el ensayo: una escritura informe, “crítica del sistema”, “radical en el no radicalismo, en la abstención de toda reducción a un principio, en la acentuación de lo parcial frente a lo total, en lo fragmentario”. Es elusivo, también, justo por lo contrario: porque en vez de adoptar el recurso retórico típico del ensayo, la argumentación, opta por otro, la descripción. Basta leer los primeros párrafos de “Visión de Anáhuac” para notar que Reyes, en lugar de sentar alguna tesis, describe las estampas contenidas en la “peregrina recopilación” Delle Navigationi et Viaggi de Giovanni Battista Ramusio. Basta avanzar otro poco para constatar que, en vez de adoptar un solo punto de vista, se oculta detrás de varias voces, cita a distintos autores (Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo, fray Manuel de Navarrete, Alexander von Humboldt) y va de una perspectiva a otra. Al revés del grueso de los ensayistas, Reyes argumenta poco y hace todavía menos por persuadirnos. Antes que discutir, ilustra: detalla paisajes, vestidos, alimentos. Es como si el texto aspirara menos a la condición de ensayo que a la de imagen. En cierto sentido, “Visión de Anáhuac” es ya eso –una imagen al interior del archivo mexicano– y, como toda imagen, es neutra: un elemento que, para significar, debe ser incluido en un

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