Capitulo 2 Democracia
Enviado por 120343 • 16 de Agosto de 2023 • Tarea • 7.136 Palabras (29 Páginas) • 44 Visitas
CAPÍTULO 2 DEMOCRACIA
Anteriormente, la Teoría Cultural sirvió como base para dar a conocer la historia y “teoría” de la cultura política, pero ¿cuál es el contexto bajo el que ésta se desarrolla? Este capítulo tiene como fin dar a conocer las principales características de la democracia, proyectada a través de las instituciones gubernamentales, las cuales y de acuerdo a la definición de cultura política, son el foco hacia el que se dirigen las percepciones, creencias, y actitudes de las personas. Se habla de democracia y no cualquier otro tipo de régimen no porque sea la mejor forma de gobernar, sino porque todos los estudios sobre cultura política se han hecho en naciones “democráticas”, pudiéndose inferir que es el régimen idóneo para el desarrollo de las culturas políticas.
En este capítulo se abordará, pues, el régimen político democrático y sus principales características: sus valores, los partidos políticos, y la participación de la ciudadanía. También se abarcará el tema de “nacionalismo” por ser parte importante de la historia de una nación que explica y justifica los cambios que ha sufrido el país y por ser, probablemente, lo que une e identifica a los miembros de un mismo país como nación Al igual que en el capítulo anterior, se hará mención del caso mexicano bajo cada selección.
Democracia
“La democracia es un sistema político en el cual los ciudadanos ordinarios ejercen control sobre las elites; y ese control está legitimado, eso es, está basado en las normas aceptadas tanto por las elites como las no elites” (Almond y Verba, 1963:136). Sin resultar contradictorio, en una democracia ni la opinión publica ni el ciudadano ordinario pueden hacer política, sino que la toma de decisiones se concentra en manos de pocas personas; de no ser así los países democráticos sufrirían múltiples complicaciones, empezando por la búsqueda de consenso de los ciudadanos para cada decisión, sin mencionar que en esas circunstancias, los ciudadanos entonces debieran tener el suficiente conocimiento acerca de cada tema en juicio para poder tomar la resolución más conveniente a los intereses del país y no a los personales.
Al igual que en cualquier régimen político, la legitimidad política, entendida como “la capacidad del sistema para engendrar y mantener la creencia de que las instituciones políticas existentes son las más apropiadas para la sociedad” (Crespo en Alonso, 1994:61), es un factor de suma importancia en una democracia puesto que de ella depende su continuidad y estabilidad. Incluso, como José Antonio Crespo menciona, mientras mayor sea la proporción de legitimidad con que se cuente, los costos de gobernar se reducirán. Esta legitimidad puede cambiar constantemente a través de distintas
variables, como el desempeño del gobierno, los beneficiarios reales o aparentes del poder, los acontecimientos exteriores, etcétera, por lo que una de las tareas fundamentales del gobierno es la preservación y aumento de la legitimidad política frente a la ciudadanía (Ibíd.). En un intento por cumplir con esto último, no es de extrañarse que los gobiernos decidan recurrir hasta a la propaganda política más engañosa.
Por otra parte, Almond y Verba apoyan a Harry Eckstein quien justifica en los sistemas políticos democráticos ciertas contradicciones para permitir el mejor funcionamiento de éstos (Almond y Verba, 1963:340). Entre las más notables menciona el balance que debe existir entre poder y responsabilidad. Por un lado el gobierno democrático debe gobernar, por lo que necesita contar con liderazgo y poder para tomar decisiones. Por el otro lado, debe pertenecer responsable a sus ciudadanos porque a fin de cuentas, la democracia consiste en el cumplimiento del gobierno de las demandas y deseos de sus ciudadanos (Ibíd.). Este balance es uno de los más delicados de mantener, y de los más importantes. Las guerras son un excelente ejemplo de cuando los gobiernos democráticos pierden el equilibrio y se inclinan hacia el poder.
México, los Estados Unidos Mexicanos, como es su nombre oficial, es una República representativa, democrática y federal. Como tal, debería cumplir con la doctrina democrática como la especifican Almond y Verba, y contar
con la apertura del gobierno hacia la acción y participación ciudadana. Por lo mismo, resultan interesantes la cantidad de textos y análisis que demuestran limitaciones en esta forma de gobierno e incluso reprueban la práctica de la democracia en el país1.
El hecho de que en México esté gobernado por primera vez en más de 70 años por un partido de oposición al Partido Revolucionario Institucional, no habla de una democracia absoluta, aunque sí ha sido un giro repentino en la política del país. Anteriormente, el presidencialismo y el partido del Estado (en ese entonces el PRI), que no querían renunciar a esa condición, se veían como los dos mayores obstáculos para la democracia en México (Alonso en Krotz, 1996:207).
Valores Democráticos
La democracia tiene ciertos valores que la distinguen como tal. Los valores son “normas de carácter general que orientan la acción de los individuos” (Durand, 1998:22). En general, los valores no tienen validez fuera de la sociedad en la que funcionan, por lo que Durand afirma que no tienen sustento trascendental ni son universales per se. A pesar de eso, los valores en la política, constituyen dentro de un régimen político el consenso no discutible.[pic 1]
1 Ejemplo de esto se puede encontrar al consultar a Antonio Ma. Calero (1985), José Antonio Crespo (en Alonso, 1994), Martha Gloria Morales Garza (1993), Gabriel Almond y Sidney Verba (1963), y Jacqueline Peschard (en Alonso 1994).
En otras palabras, los valores en este sentido funcionan como una especie de acuerdo general sobre lo que debe ser el sistema político. De esta manera, cuando una sociedad se encuentra gobernada por un régimen consolidado, los valores son estables. A modo de ejemplo, las naciones no democráticas, consideran los valores democráticos fuera de discusión, y bajo esta situación, al pensar en ellos se corre el riego de ser considerado traidor a la patria (Ibíd.). La tolerancia es uno de los valores imprescindibles de la cultura democrática. Surge frente a problemas de opinión y por lo tanto se desarrolla en espacios subjetivos. Representa la aceptación de lo diferente, la necesidad de reconocer la divergencia, y significa la concepción de que no todos somos iguales ni idénticos. Precisamente la existencia del otro como diferente obliga a reconocer que el consenso no existe, sino que se construye, por lo tanto su mérito está en resolver las diferencias por métodos no violentos o autoritarios, sino democráticos: “el respeto a las decisiones de la mayoría sin intentar aniquilar a la minoría” (Durand, 1998:29). Lo contrario a la tolerancia es la
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