Derecho Indigena
Enviado por martin1587 • 15 de Abril de 2012 • 2.220 Palabras (9 Páginas) • 784 Visitas
1. CONSIDERACIONES CONTEXTUALES
Finalizando el año 2001, luego de haber clausurado el ciclo básico de la carrera de derecho, mi
búsqueda académica irrumpió en una fuerte crisis: se cerraba un período en el que la teoría del
derecho y de la constitución habían delimitado mi horizonte intelectual en el ámbito jurídico; y se
abría otro de tensión, derivado de la estrechez argumentativa que empezaba a encontrar en las
disquisiciones de reconocidos juristas que emprendían la labor de formarme en materias
relacionadas con la dogmática jurídica. Para ese entonces, las dudas que se derivaban de mi
acercamiento al derecho constitucional –cuyas fuentes más prominentes fueron legadas por la
filosofía política de las revoluciones burguesas-, se incrementaban al calor de discursos de otras
ramas del derecho, que pese a provenir de fuentes similares, rara vez encontraban disertantes que
las asociaran con la teoría política que las vio nacer. Las incertidumbres derivadas del periplo que
se cerraba y del otro que se abría, estaban relacionadas con el culto a la razón derivado del primer
enfoque, y con la excesiva importancia que se le atribuía al tenor literal de la ley en el caso de la
segunda orientación.
Desde el punto de vista constitucional encontraba razones de sobra para criticar la penuria
interpretativa de las corrientes que enseñaban el derecho con un apego irrestricto a los códigos
legales. Sin embargo, asomaban también un sinnúmero de dudas respecto a las tendencias
constitucionales, fundadas en mis reparos al enfoque universalista y racional de la filosofía
liberal. El tránsito entre estas dos etapas, permitió de manera curiosa, que se diera la posibilidad
de pensar el constitucionalismo desde la teoría crítica. Primero para reprobarlo sin compasión.
En una segunda fase que sigue depurándose hasta el presente, aspirando a encontrar puentes
desde los que las dos tendencias puedan fortalecerse.
El año 2002 vendría acompañado de acontecimientos reveladores. Una gran cantidad de debates
suscitados a raíz de la primera década de la expedición de la Constitución de 1991, presentaron
como epicentro de discusión el reconocimiento de la diversidad étnica y cultural en el país. Para
ese entonces, fruto de mis primeros acercamientos al pueblo kamentza del Alto Putumayo,
recordaba algunas lecturas que había realizado hacía finales de la década de los noventas, entre
las que sobresalían, las propuestas del antropólogo Carlos Castaneda y la de los filósofos Edgar
Garavito y Consuelo Pabón. Me interesaba acceder a los términos del debate y vislumbraba la
posibilidad de acercarme al derecho desde una orilla más próxima a mis intereses vitales: se
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presentaba el chance de recapacitar sobre la justicia y los derechos indígenas desde los horizontes
que me unían a las comunidades.
Desde el primer momento tuve discrepancias con textos que se habían posicionado en la literatura
especializada. Me beneficié de dos puertas de entrada disímiles que fortalecieron mi lectura
crítica del multiculturalismo constitucional: en primer lugar, de la traducción recién editada de
chamanismo, colonialismo y el hombre salvaje de Michael Taussig. En las fronteras de su
narración encontré ideas sugestivas y un pálpito de fuerza que me impulsaba a pensar los dilemas
de la jurisdicción indígena desde otros horizontes epistemológicos. Pero sin lugar a dudas fue el
segundo acceso el que marcó el rumbo de una investigación que comenzaba, y que según parece,
no va a terminar: mi encuentro con Diego Fernando Tupaz Pastas -comunero y líder del pueblo
de los pastos-, tendió el puente entre la justicia indígena y el derecho occidental. Como estudiante
de derecho y militante del Movimiento de Autoridades Indígenas de Colombia AICO, Diego
Tupaz vivía la realidad del diálogo intercultural, por tanto, tenía la capacidad de aterrizar
ampulosas discusiones morales en casos prácticos. Desde aquel tiempo he tenido la posibilidad
de analizar el fenómeno del multiculturalismo desde las dos orillas.
Entre 2003 y 2004 sostuve conversaciones constantes con Taita Florentino Agreda Chindoy,
sabedor y médico tradicional del pueblo kamentza. A su lado me empecé a internar en las
coordenadas del tiempo y el espacio de su comunidad, reconocí las leyes de la justicia indígena
en las leyes de la naturaleza y vislumbre la importancia del alimento sagrado ayahuasca como
una de las principales fuentes de la justicia profesada por los pueblos indígenas del alto y bajo
Putumayo. Llegarían luego las maduras enseñanzas de Taita Víctor Jacanamijoy Jajoy, médico
tradicional y ex-gobernador del pueblo Inga del Valle del Sibundoy, en su escuela, el Tambo
Sinchi Uairra, he encontrado la maravillosa posibilidad de dialogar frente a frente con un
dirigente consumado. Sus palabras reflejan la experiencia del médico y la autoridad. De su voz he
intentado reconducir un buen número de mis planteamientos.
Finalizando el 2004 me encontré con Taita Efrén Tarapués Cuaical, quien para ese entonces, se
desempeñaba como senador de la república por el Movimiento de Autoridades Indígenas de
Colombia AICO. La lucidez y contundencia de sus argumentos lo han ubicado como un líder de
reconocimiento internacional, las derivas de su palabra quedaron impregnadas en mi ser desde el
primer encuentro. Debo confesar que me siento privilegiado por la deferencia y la hospitalidad de
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don Efrén, tanto en Bogotá, como en su natal Cumbal. En su resguardo he podido charlar con
varios ex-gobernadores y recuperadores de tierra, entablando una relación de especial amistad
con Luis Alpala, ex-regidor y concejal de AICO. Al lado de Lucho capté la importancia del
mundo mítico para la justicia indígena del pueblo Pasto. Los testimonios de estos sabedores
seguramente nutrirán los trabajos por venir.
Se habían consolidado amistades duraderas, que además de apoyar mi trabajo, lo nutrían con
críticas constructivas y comentarios sugerentes. Me sentía vigorosamente unido con el
pensamiento indígena, y encontraba que sus fuentes podían enriquecer y fortalecer a la tradición
del derecho occidental. La especialización en derecho constitucional de la Universidad Nacional,
se convertía en un contexto apropiado para sustentar mis ideas, se concretaba además,
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